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El
gran escritor y poeta gallego Eugenio Montes Domínguez,
catedrático de instituto y colaborador de la Revista
de Occidente, La Época, El Sol, Acción Española y
ABC, fue amigo personal de José Antonio Primo de
Rivera y durante la guerra civil española colaboró
con los Nacionales, participando en numerosos actos de
propaganda.
Considerado
como el filósofo del grupo literario de José
Antonio, sus crónicas periodísticas eran verdaderos
ensayos.
Escribió
el 9 de febrero de 1939, o sea a los quince días
de la liberación
de Barcelona (26-1-1939) por el Ejército de
Franco, un magistral artículo haciendo referencia a
la odisea vivida por Rafael Sánchez Mazas, otro gran
escritor falangista, también amigo personal de José
Antonio Primo de Rivera, colaborador de los periódicos
FE y Arriba, y que durante la guerra
civil permaneció encarcelado en zona roja, condenado
a muerte, fusilado y, por fin liberado, como por un
milagro.
Eugenio
Montes escribió este interesante artículo con ocasión
de la llegada a la Ciudad Condal, recién liberada, de
Rafael
Sánchez Mazas. |
«Con
pelliza de pastor y pantalón mahón agujereado de balazos,
y ese color centeno de extremeño, duro de huesos e increíble
de alma, he aquí, milagroso y cierto,
a Rafael Mazas... A Sánchez Mazas, el más antiguo
falangista de todos los vivos y a la par el más nuevo
porque llega, casi resurrecto, del otro mundo, después de
un viaje dantesco por países de sueño y pesadilla, con
prisiones, barcos fantasmas, cárceles en el mar y en la
tierra firme, insomnios, hospitales, paredes frías,
fusilamientos, fugas, bosques, y al término de la noche y
de las lunas, el encuentro alborozado con nuestras tropas,
libre por fin, en el lugar y el momento en que, junto a la
sombra azul del Pirineo, se libera España.
Tan feliz
como Ulises tras el largo viaje, náufrago de tierra firme,
salvado de sí mismo, por su fe, su brío y su vitalidad
inverosímil. Por el destino de la patria que le necesitaba
en la hora del laurel y el triunfo, ella que lo tuvo en la
hora rara de la fundación y el principio. Salvado por su
propio destino personal que quizá le sometió a tan
terribles pruebas para que uno de nuestros mejores espíritus
en el orden del pensamiento se completase cabalmente como
vencedor del desorden de la pasión y la acción.
El primero
en la teoría tenía que ser también primero en los méritos
del sufrimiento, el riesgo y el temple. Nada menos que todo
un héroe, curtido de soles, de lluvias, de rocíos, de
adversidades que hubieran acabado con quien no fuese, como
él, nada menos que todo un hombre.
Cárcel de
Madrid con José
Antonio que lo tuvo a su lado cuando la Falange aun no
estaba bautizada, cuando aun buscábamos nombre para lo que
era idea platónica, arquetipo, esquema. Cárcel de Madrid
con colaboración entre los dos amigos inseparables, Rómulo
y Remo de la nueva -eterna-
romanidad de España. En los primeros días en que la gran
bestia entonces dominante se apresuró a poner la lluvia de
la reja ante los ojos de quienes habían columbrado y
profetizado el amanecer y el vuelo de la patria, para
quitarle la alegría de asistir al resurgimiento y
contemplar la perfección de su propia criatura andante. Una
salida en las semanas anteriores al Movimiento y ya, tras el
18 de julio, la aventura de las esquinas y los escondites,
con los esbirros rojos siguiéndole las huellas. El refugio
de una Embajada, que un día asaltan las hordas furibundas.
Rafael, guiado por su ángel, huye a un patio, sube no se qué
escalera y se encuentra, sin saber cómo, en la casa de un
caballero que le da hospitalidad y amparo.
Luego, otra
Embajada -la
de Chile-
gran hospedería del dolor paciente. Allí Rafael hace
fecunda la espera esperanzada escribiendo meditaciones sobre
temas místicos y una narración imaginaria. Y, para
tonificar y adoctrinar a los demás refugiados, da
conferencias, y aun le hurta horas al descanso y la noche
para completar la doctrina de la Falange, en la cual ha sido
quien más puso, aparte José
Antonio, impar entre pares.
Mientras
tanto el Ejército del Caudillo rescata tierras -las
comarcas de sus antepasados: Extremadura, Vasconia-
y media España en un horizonte azul y a Rafael le acucia la
inquietud de venir a mover la rueda de la Historia que tanto
contribuyó a mover cuando estaba parada.
Sale de la
Embajada, anda ignorado por la Barcelona roja buscando el
instante y la ocasión de cruzar el Pirineo, pero sus
huellas le delatan y tres pistolas del S.I.M rojo lo encañonan.
De prisión en prisión, hasta la cárcel flotante e inmóvil
del “Uruguay”. Después, enfermo, con nefritis, al
campamento de los trabajos forzados, en Falset, donde el eco
sordo de nuestros cañones próximos suena a villancico en
sus oídos, por los días de Navidad.
Se finge el
proceso que le tenían urdido y le condenan, tanto por la
magnífica Historia que ha hecho cómo por la que pueda
hacer. Todavía en esos momentos de angustia, Sánchez Mazas
les explica el credo de la Falange a sus camaradas de agonía.
El
día 9 de enero, ya en marcha la gran ofensiva, le sacan
de Barcelona, en un grupo de cincuenta, y lo llevan a Santa
María de Collell, con destino a la muerte. Para el día 30
fijan la ejecución de esa cincuentena de patriotas. Santa
María de Collell, en el antiguo condado de Besalú, tierra
antigua de mayorazgos y casonas. En las estribaciones
pirenaicas, estampa del Pirala (*)
y las guerras carlistas, seminario antiguo y montaña al
fondo. Lentamente se disponen a bien morir los patriotas.
Las manos acarician las medallas que en la infancia puso la
ternura materna; en los labios, el susurro íntimo y cálido
del rezo.
Eran cinco los fusileros asesinos, y
eran las ocho y media de la mañana. Quizá Rafael rezaba
entonces por sus camaradas de agonía y por sí mismo, la
oración de los Caídos, que compuso para los que con alma
entera rinden su cuerpo de martirio a la tierra de nuestra
triste y anchurosa España. La descarga seca; caen todos,
menos él, que, asistido del milagro y el destino, en un
rebrote de vida tras la muerte, salta y corre, campo
traviesa; en los oídos la queja silenciosa de sus compañeros
de martirio y los gritos y los tiros de rabia de los
asesinos. Una ametralladora le va ladrando a la espalda,
como un can. Dos balas le atraviesan el pantalón, junto a
la rodilla; pero el ala del ángel invisible las desvía,
sin que ellas lo noten, y no les deja agujerear la carne.
Por los matorrales, con la voz que suena a su lado: “Debe
estar por aquí, y herido”.
Remonta,
corriente arriba un arroyo, y el rumor de las aguas esconde
y tapa el rumor de su cuerpo. Tumbado en las llanuras, de día;
andando de noche, llama, hambriento, a la honrada puerta
aldeana de una masía.
Con el pan
del vagabundo va así, de casa en casa, y se interna en el
bosque, donde -él,
amante de la compañía-
cubre su soledad con una choza de tierra roja que él mismo
se hace.
En
un camino resbala y pierde las gafas. Entonces debió
sentirse más solo que nunca; pero sus ojos, miopes, que
casi no veían el mundo exterior, encontraban la luz, volviéndose
a la propia intimidad creyente.
Bañolas.
Paisaje dulce, como de cuadro de Patinir (**).
La pupila azul de un lago debía mirar atónita a aquel
extraño caminante. Otras pupilas atónitas también le
miraban. Tres huidos de las filas rojas, indecisos y
temerosos. Rafael se acerca y se los lleva. Medio como
prisioneros, medio como guardianes. Al cabo, anteayer
encuentra gente de su guerra y de paz. ¡Son los del Cuerpo
de Ejército de Navarra!
Rafael Sánchez
Mazas. ¿Recuerdas? Fue en tu casa donde, juntos, José
Antonio, tú y yo, dijimos, unánimes y unísonos: “Se
llamará Falange”. Era en un balcón abierto sobre los
collados de la Moncloa. Oíamos, tenue aún, pero ya
irrecusable, el corazón profundo de España en primavera, y
el aire nos traía, con el eco de un siglo, los gritos
goyescos de aquellos fusilados por las Brigadas
Internacionales, reos del delito de querer la independencia
de España.
Cinco años
después llegas, víctima y vencedor, de otro fusilamiento
goyesco, con el traje agujereado por las balas de los
mamelucos, cuando España, más triunfadora que en el 1808,
logra salvar su independencia, derrotar a la Revolución
extraña y hacer su propia Revolución, que ha de darle
forma y norma a su destino.
Profeta de
tu patria, hoy puedes ver en madurez -sonrisa
y pan-
la espiga de la semilla que sembraste hace cinco años. Tú,
que ayudaste a traer la primavera, ayuda ahora al estío,
granado en verso y sangre».
EUGENIO
MONTES
ARRIBA
[N. del
A.]
(*)
Antonio Pirala nació en Madrid en el año 1824.
Historiador y político español, conocido por sus
monumentales obras sobre la historia de las Guerras Carlistas.
Liberal progresista, fue secretario de la Casa Civil del rey
Amadeo I y gobernador civil de varias provincias. En ‘Anales
de la guerra civil’ (1853) esboza su futura obra sobre las
guerras carlistas, analizando las dos primeras. Al tener gran
amistad con los principales protagonistas de las guerras
carlistas ello le llevó a obtener datos y documentos de todas
las procedencias. De su imparcialidad y rigor da fe que los
historiadores de ambos bandos usaron y citaron sus obras con
frecuencia. Murió en Madrid en 1903. (*)
(**)
Joachim Patinier nació en Amberes en 1485. Se
distinguió dentro de la pintura flamenca por su gran
capacidad párale paisaje que normalmente se consideraba
secundario. Construyó composiciones basadas exclusivamente en
la fuerza del paisaje, dotándolo de un protagonismo inédito
hasta el momento. Alberto Durero, conoció a Patinir en el
curso de una visita a los Países Bajos, dejando escrito en su
diario que era: “un buen pintor de paisajes”. Una de sus
obras, “Huida a Egipto”, está en el Prado. Murió
prematuramente, en el año 1524,
en Amberes. (**)
ARRIBA
Nació en Madrid en
1894. La confirmación de que a muchos escritores
de derechas -también
llamados ‘fascistas’-
sigue, en estos democráticos tiempos, sin perdonárseles
su buena literatura, por lo mismo que se indulta y
enaltece la de otros de izquierdas, a pesar de ser
insoportables y plúmbeas sus presuntas intenciones
literarias.
Compuso,
a petición de José Antonio Primo de Rivera un texto
en prosa poética que había de divulgarse mucho, Oración
por los muertos de la Falange, que se publicó en
“Haz” el 12 de octubre de 1935. Inventor del grito
ritual “¡Arriba España!”
El 9
de agosto de 1939, al formar Franco el primer Gobierno
después de la guerra civil premió a Rafael Sánchez
Mazas con un ministerio sin cartera, que se lo quitó
al poco tiempo, al comprobar que no asistía a los
Consejos de Ministros. Le premiaron con un sillón en
la Academia Española, en el que tampoco pudo sentarse
nunca, porque jamás leyó el discurso de
entrada. |
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La
publicación de su novela La
vida nueva de Pedrito de Andía le proporcionó un gran éxito.
Su gran novela, Rosa Krüger, una evocación personal
de una mujer que conoció en su juventud, quedó inacabada, y
cuando se publicó, lo único que se observó en todos los
periódicos ‘democráticos, independientes y liberales’,
que su autor había tenido el carné número 4 de Falange...
Escribió
unos memorables poemas y algunas páginas sobre sus tierras de
adopción: Vizcaya y Extremadura, no menos inolvidables. En
opinión de expertos, Rafael Sánchez Mazas fue junto con
Agustín de Foxá, conde de Foxá, el mayor talento literario
del falangismo.
El
olvido en el que se sumió tras su muerte, en 1966, sólo es
comparable al poder y renombre de que gozó en vida.
A raíz
de la novela de Javier Cercas “Soldados de Salamina”
y a la producción cinematográfica basada en dicha novela, la
gente ha tenido ocasión de conocer y saber un poco sobre
Rafael Sánchez Mazas.
Según
explica Cercas, no había oído hablar de Sánchez Mazas y de
su fusilamiento hasta el verano de 1994, cuando se entrevistó
con su hijo, Rafael Sánchez Ferlosio (Roma 4-12-1927),
escritor e intelectual implacable en su crítica al poder, y
autor de “El Jarama”, Premio Nadal 1955 y Premio de
la Crítica en 1956. Anteriormente publicó “Industrias y
andanzas de Alfanhuí” (1951). En diciembre de 2004,
obtuvo el Premio Cervantes 2004.
ARRIBA
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