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Nombramiento de Jefe del Estado al general de división Francisco Franco.


Cómo trascurrió la elección.

Por Eduardo Palomar Baró.

 

El 21 de septiembre de 1936, la Junta de Defensa celebró su primera reunión en una finca del ganadero de reses bravas, Antonio Pérez Tabernero, en Muñodono, a unos treinta kilómetros de Salamanca, junto a su aeródromo de guerra. Asistieron los generales Cabanellas, Dávila, Mola, Saliquet, Valdés y Cabanillas, Gil Yuste, Franco, Orgaz, Queipo de Llano y Kindelán y los coroneles Montaner y Moreno Calderón. En esta reunión existían dos sectores. El presidente Cabanellas, que con otros varios miembros de la Junta, abogaba por el mantenimiento de la dirección colegiada de la política y de las operaciones militares; o en todo caso de la política general.

El segundo sector estaba formado por los generales monárquicos Orgaz y Kindelán, que por expresas instrucciones del rey Alfonso XIII, favorecían la designación de Franco como jefe militar único; con acumulación del mando político mientras durase la guerra, por razones estratégicas, y con la esperanza de que Franco restaurase la Monarquía. En el centro decisivo estaba el general Mola, que al inclinarse por Franco, se convirtió en el árbitro del problema.

En esta reunión del 21 de septiembre, –día en que el Ejército de África tomaba Maqueda y recibía la orden de virar hacia Toledo- Kindelán y Orgaz no consiguieron que los generales entrasen, por la mañana, en el problema principal. Después de comer, Kindelán vuelve a la carga y plantea el mando único militar. Ante las reticencias, Mola declara: “Pues yo creo tan interesante el mando único que si antes de ocho días no se ha nombrado generalísimo, yo no sigo. Yo digo ahí queda eso y me voy”. Se produce una votación y todos, menos Cabanellas, aceptan la necesidad del mando único. Entonces Kindelán, con el apoyo de Mola y de Orgaz, propone a Franco. Todos aceptan, con la abstención de Cabanellas. En esta primera reunión no se habló del mando político, que seguiría en manos de la Junta de Defensa. Y se convino que la Junta daría “vigencia y publicidad oficial” al acuerdo.

Pero la Junta de momento no hizo nada. Franco mandó hacer llegar al general Dávila y Mola su firme posición: no quería el mando, pero si se le ofrecía tenía que ser total, no sólo militar. Ya en Cáceres, Kindelán se reúne con Nicolás Franco, Yagüe y Millán Astray y –según su testimonio- “juntos le dimos una nueva y fuerte carga a Franco, proponiéndole una nueva reunión en la que se precisasen las atribuciones del generalísimo y se propusiera que este cargo llevara anexa la jefatura del Estado, con objeto de reunir en una mano todas las riendas de Gobierno de la entidad nacional”. Mientras tanto Franco dirigía diariamente, en el frente de Toledo, las operaciones para la liberación del Alcázar, que tuvo lugar al anochecer del 27 de septiembre. Todo Cáceres se reunió entonces y desbordó el callejón al final del que se alza el palacio de los Golfines de Arriba, y Franco hubo de salir al balcón con sus colaboradores. Allí Millán Astray y Yagüe le proclamaron generalísimo y anunciaron que al día siguiente sería elegido para la jefatura suprema.


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