(A
la memoria de nuestro amigo Manuel Clemente Cera)
Como gran figura que fue del "ruedo ibérico", a José
Antonio le dieron una ovación y luego le mandaron un aviso antes de
darle el paseíllo. Ahora lo han dejado preso en la gloria
equívoca de esta España caduca y miserable. Pese a lo cual, y aparte
de la reivindicación permanente que de él hacemos sus
incondicionales, todavía es posible advertir en el panorama político
español algunos reflejos a su llamada.
Y es que, entre las obras de regeneración política
pocas hay tan contundentes como el discurso del teatro de la
Comedia, dictado el 29 de octubre de 1933 en Madrid, que colma la
sensibilidad del auditorio más exigente porque quién lo dicta es un
pensador que satisface a cada espectador en sus afanes. Un discurso
cuya trama ordenada y medida se atiene a la estrategia con la que
José Antonio trata de desmontar el sistema de partidos de la
democracia formal, que no real, en favor de una tercera alternativa
sobre los valores que todos podemos compartir: la Patria, el Pan y
la Justicia.
Alternativa que no es un ejercicio de oportunidad,
sino cosmovisión moral para hacernos descubrir y compartir la
fundamentación sobre la que lo ordena: los valores antes que la
prédica y el diálogo incluyente en lugar de la proclama.
Sin embargo, él no se parece a nadie. Y genuinamente
original, su obra, tejida de una prosa sin artilugios y directa,
propone las fidelidades a esos valores por imperativo moral y de
justicia, estructuración que el muestra con gran lirismo. Por eso,
frente a las visiones simplistas y alicortas con las que unos y
otros trataban de embaucar, él se mostró enemigo de la falsedad que
no tiene en cuenta al hombre, decantándose por la acción expeditiva
cuando se le ataca y así nunca más narrara las penurias de su
patria. De esta forma, con orgullo de bien y valentía personal,
propone aniquilar las ideologías peligrosas, terrenales y oscuras de
los territorios poblados de bajezas e intereses, para elevarse hacia
un lugar en donde poder vivir sin disputas ni sobresaltos.
El fallecimiento de Leszel Kolakoswki (Radom,
Polonia, 23 de octubre de 1927 - Oxford, Inglaterra, 17 de julio de
2009),[
el pensador más importante e influyente del panorama contemporáneo
occidental, el filosofo que trituró el marxismo poniendo en
evidencia a quienes desde Occidente habían pretendido justificar lo
injustificable, advirtió a sí mismo de los peligros del
posmodernismo: “La idea de que no haya hechos supone que las
interpretaciones no dependan de los hechos, sino al contrario, que
los hechos sean un producto de las interpretaciones”, apenas sí tuvo
unas reseñas en la prensa nacional.
Autor de una extensa obra de filosofía-política,
Leszel abordó toda la problemática de su
tiempo, el siglo que le tocó vivir. Su obra fundamental fue la que
lleva por título "Las principales corrientes del marxismo", la obra
que le dio fama, publicada en 1976 en tres volúmenes: Los
precursores, La edad de oro, La crisis. En la que
Kolakowski daba cuenta de la abrumadora experiencia que había
acumulado a propósito de la materia que trataba. Una obra en la que
analizó con todo detalle las contribuciones de los fundadores y
herederos del marxismo, y en la que supo dejar constancia no sólo de
la eficacia con la que Karl Marx combinó la ilusión romántica con el
determinismo histórico, sino el recorrido minucioso de las ruinas a
las que condujo una filosofía que sedujo a muchas inteligencias del
siglo XX.
Leszel Kolakoswki, que evolucionó desde el comunismo
hacia un compromiso intelectual contra el totalitarismo marxista,
desarrolla y explicita una tercera alternativa frente al
capitalismo, que es su gran aportación intelectual frente a quienes
intentaron conjugar marxismo y capitalismo, como fue caso del
jesuita Jean-Yves Calvez con su famosa obra "El pensamiento de
Carlos Marx", todo un acontecimiento y obra de consulta durante
décadas.
Con todo, la alternativa de Leszel no es nada
novedosa para nosotros, españoles, pues muchos años antes ya la
había expuesto primero como intuición y después con precisión
conceptual un joven aristócrata español, abogado de profesión y
oficio, José Antonio Primo de Rivera.
Por lo que Leszel Kolakoswki, muchos años después, y
desde la experiencia de la que careció José Antonio, llega a las
mismas tesis a la que llegó el conferenciante del teatro de la
Comedia. Primero, porque sin calificar de atractivo al capitalismo,
lo considera mejor que el comunismo. Y segundo, porque no le niega
al socialismo la aportación decisiva que hace como crítica al
capitalismo por cuanto la libertad económica no puede ser absoluta.
Una tesis que muchos años antes ya había desarrollado con plenitud y
casi con idénticas palabras a las que usa Leszel Kolakoswki, José
Antonio Primo de Rivera.
Y cuando hablamos de capitalismo y de marxismo,
hablamos de cosmovisiones.
Veamos, pues.
Dice Leszel Kolakoswki (Artículo publicado en el
Times Literaty Supplement en 1989):
“El capitalismo es la naturaleza humana en
acción, es decir, la codicia; el socialismo es un intento por
asegurar la solidaridad humana valiéndose de la fuerza. Sin
duda, la codicia es mala y la solidaridad es buena; pero tanto
el sentido común como una evidencia histórica aplastante,
sugieren que la vida es incomparablemente mejor para todos
–incluidos los pobres- en una sociedad movida por la codicia que
en las sociedades basadas en la solidaridad obligatoria”.
Dijo José Antonio el 29 de octubre de 1933 en el
teatro de La Comedia:
"Ahora, que el socialismo, que fue una reacción
legítima contra aquella esclavitud liberal, vino a descarriarse,
porque dio, primero en la interpretación materialista de la vida
y de la Historia; segundo, en un sentido de represalia; tercero,
en una proclamación del dogma de la lucha de clases".
Esboza también Leszel Kolakoswki, aunque sin entrar
de lleno en su análisis, la cuestión espiritual en el marxismo, lo
que podríamos llamar el alma de los pueblos que el comunismo como
praxis del marxismo trato de aniquilar.
De ahí que, después de justificar el marxismo institucional como un
proceso de racionalización del poder político, termine por darse
cuenta de que el marxismo lo que realmente pretende es eliminar la
autonomía de la acción moral del hombre, abriendo las puertas a un
humanismo sin alma que nada tiene que ver con eliminar el puro
egoísmo individualista:
“Existen
multitud de costumbres cuya función no acertamos a comprender
con claridad. No obstante, resultaría insensato borrarlas del
mapa sólo porque no cuadran con un diseño racional de la
sociedad”.
"El socialismo (dijo José Antonio), sobre todo el
socialismo que construyeron, impasibles en la frialdad de sus
gabinetes, los apóstoles socialistas, en quienes creen los
pobres obreros (...); el socialismo así entendido no ve en la
Historia sino un juego de resortes económicos: lo espiritual se
suprime; la Religión es un opio del pueblo; la Patria es un mito
para explotar a los desgraciados. Todo esto dice el socialismo.
No hay más que producción, organización económica. Así es que
los obreros tienen que estrujar bien sus almas para que no quede
dentro de ellas la menor gota de espiritualidad".
Polemiza Leszel Kolakoswki con los liberales, con los
que sintoniza en cuanto a la noción que éstos dan a la libertad,
pero sin aceptar cualquier clase de desigualdad:
“El hecho de que la igualdad sea imposible, no
debe servir de coartada para resignarse ante cualquier clase de
desigualdad”.
"Por eso (argumentó José Antonio) tuvo que nacer,
y fue justo su nacimiento, el socialismo. Los obreros tuvieron
que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas
de derechos, pero no se cuidaba de proporcionales una vida
justa".
Sin embargo, aun comprendiendo Leszel Kolakoswki que
el capitalismo asigna los recursos con mayor eficacia que las
economías planificadas, y que no se mete en la vida privada de las
personas para ponerles a todos en estado de revista, ello, entiende,
no puede ser óbice para celebrar el mercado y convertirlo en un
fetiche. De ahí que se exprese de esta forma:
“La vida colectiva es mucho más que un conjunto
de productores y consumidores que operan atendiendo a las leyes
de la oferta y la demanda”.
José Antonio, que fue sin duda una de las figuras
políticas que mejor ilustró las profundas divisiones ideológicas de
la década de 1930, como las consecuencias negativas de la Revolución
comunista, lo constató muchos años antes:
"No aspira el socialismo a restablecer una
justicia social rota por el mal funcionamiento de los Estados
liberales, sino que aspira a la represalia; aspira a llegar en
la injusticia a tantos grados o más allá cuantos más acá
llegaran en la injusticia los sistema liberales".
Finalmente Leszel Kolakoswki sentencia al comunismo
con las siguientes palabras:
“Los comunistas apoyan todo movimiento
revolucionario que tenga por objeto derribar el orden actual de
las cosas, en lo político y en lo social”.
José Antonio Primo de Rivera lo supo mucho antes:
"Por último, el socialismo proclama el dogma
monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las
luchas entre las clases son indispensables, y se producen
naturalmente en la vida, porque no puede haber nunca nada que
las aplaque. Y es el socialismo, que vino a ser una crítica
justa del liberalismo económico, nos trajo, por otro camino: la
disgregación, el odio, la separación, el olvido de todo vínculo
de hermandad y de solidaridad entre los hombres".
Leszel Kolakoswki, pues, llega a la misma conclusión
que muchos años antes había llegado José Antonio, el socialismo
real, esto es, el fundamento del marxismo es la mayor utopía del
siglo XX. Lo que hizo que ambos advirtieran contra el peligro que en
sí esconden los andamiajes políticos que tratan de apuntalarlo y se
adentraran en esa zona intermedia, gris, que queda entre los
dos extremos, que son los modelos puros. Unos modelos,
derecha e izquierda a los que José Antonio consideró presunciones,
por cuanto dejan fuera parte de lo que hay que sentir.
Pese a todo, la diferencia entre ambos es clara.
Leszel llega a sus conclusiones desde la experiencia personal y la
constatación tautológica que la realidad comunista impuso allí donde
triunfó. José Antonio, que emerge en el preciso momento de la crisis
del liberalismo y de la expansión del comunismo, da cuenta de esa
utopía desde el primer momento. De ahí su crítica y su propuesta.
Pero sobre todo, su papel de precursor.
¿Escuchó Leszel Kolakoswki a José Antonio? No sólo le
escuchó atentamente, sino que le siguió en su recorrido crítico,
hasta hacer suyas sus mismas expresiones. Y es que José Antonio, que
no se aupó a la escena política por afán de dandismo, aportó con su
presencia y su voz la imagen del héroe que Europa necesitaba.
Cumpliendo, incluso hasta en la estética, el modelo eterno y
universal de esos personajes pertenecientes por lo general a la
élite aristocrática, el héroe que con su magisterio y al frente de
un puñado de incondicionales salva las civilizaciones.
José Antonio, aunque formalmente pertenece al siglo
pasado, emerge hoy, en esta España caduca y miserable, como la
alternativa que sigue encarnando. Un pensador al que ya se está
reivindicando para salvar las ruinas. Un pensador que propone una
alternativa que todos podemos abrazar "para brincar -como dice Blas
Piñar en el Prólogo del libro José Antonio Primo de Rivera
de Giorgio Almirante (CIARRAPICO EDITORE, Roma 1980)- por encima de
la ciénaga y poner nuestras aptitudes al servicio no sólo del
destino de España, sino también del destino de Europa, porque a
Europa, desde esta punta suroccidental del continente, la queremos,
en la rica multiplicidad de sus naciones, una, grande y libre". |
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