La hora de los realistas
Ideas para el debate
A lo largo de la historia todas la reacciones de contestación
política han recibido un nombre en relación a lo que pretendían, o a
las circunstancias emocionales, intelectuales incluso físicas de las
que emergían. Así, a los ocho años de haber concluido la Primer
Guerra Carlista, en 1848 tuvo lugar el levantamiento de los
"madrugadores" por haberse pronunciado a las primeras horas
iniciales del día. Por eso tengo a bien calificar la hora presente
como la de los "realistas" por la necesidad de presentar las cosas
tal como son, sin suavizarlas ni exagerarlas. Comenzando por el
lenguaje.
Si hoy, con la perspectiva que da el tiempo, quisiéramos formarnos
una opinión sobre el fracaso mayúsculo de nuestra opción política y
tratáramos de emitir un dictamen, sin duda que muchos
coincidiríamos: se fue muy poco realista y no se tuvo humildad,
virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y
debilidades, y de acuerdo con este conocimiento obrar en
consecuencia. De lo que se infiere, que ni siquiera hallamos
aprovechado el fenómeno de una inmigración desbordad y ya
desbordante como fácil banderín de enganche que se nos
brindaba.
No nos engañemos. Aquí siempre se ha estado pendiente de lo que
hiciera, primero, Alianza Popular (AP) y después el Partido Popular
(PP). Y ahora, de lo que hagan el Partido Popular y el Partido
Socialista para consumar un pacto de Estado y corregir la
Constitución.
Por si fuera poco, la mayoría de los nuestros han creído ver el
peligro en la izquierda, a la que siguiendo la terminología al uso
se ha definido de "casposa y retrógrada", en lugar de criminal,
sectaria y descerebrada. Sin embargo, el peligro siempre ha estado
del lado del Partido Popular, y sobre todo del lado del trío: Alex
Vidal Quadras, Esperanza Aguirre y Jaime Mayor Oreja, que ha tendido
a suprimir toda oposición a su derecha mediante una propaganda cuyo
carácter esencial ha consistido en destruir toda resistencia.
De ahí, que haya que ser realistas. Realistas, para saber que la
historia, al igual que ocurre con el cauce del agua de un río, pasa
y fluye permanentemente. Lo que para nada contradice el hecho de que
lo sustancial permanezca: Que el cauce existe y que la patria, como
nos dijo José Antonio, es una unidad de destino hacia lo universal.
Realistas, para no instalarse en el imaginario como individuos que
chocan con un mundo que no pueden integrar, y que sólo pueden
definirlo de modo negativo manteniendo ideas de horizontes difusos
en vez de acceder al espacio político para que cuaje, en un
electorado que sí existe, la percepción de que la gestión de las
ideas no está en manos de aventureros. Realistas, también, para
mantener la viabilidad efectiva de los medios de que disponemos, que
nos aglutinan y nos sirven para seguir ejerciendo la lucha política,
pero cuya realidad es la que es: Medios escritos con graves
dificultades para seguir existiendo, fundaciones inoperantes y
hermandades con apenas actividad. Realistas, en definitiva, porque
"si una respuesta rigurosa, sería y eficaz no llega a tiempo, no es
ni rigurosa ni seria ni eficaz". |
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