De Oriente a las Instituciones


Por Pablo Gasco de la Rocha. 03/11/2012.


La hora de los realistas

Ideas para el debate

 A lo largo de la historia todas la reacciones de contestación política han recibido un nombre en relación a lo que pretendían, o a las circunstancias emocionales, intelectuales incluso físicas de las que emergían. Así, a los ocho años de haber concluido la Primer Guerra Carlista, en 1848 tuvo lugar el levantamiento de los "madrugadores" por haberse pronunciado a las primeras horas iniciales del día. Por eso tengo a bien calificar la hora presente como la de los "realistas" por la necesidad de presentar las cosas tal como son, sin suavizarlas ni exagerarlas. Comenzando por el lenguaje.

Si hoy, con la perspectiva que da el tiempo, quisiéramos formarnos una opinión sobre el fracaso mayúsculo de nuestra opción política y tratáramos de emitir un dictamen, sin duda que muchos coincidiríamos: se fue muy poco realista y no se tuvo humildad, virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades, y de acuerdo con este conocimiento obrar en consecuencia. De lo que se infiere, que ni siquiera hallamos aprovechado el fenómeno de una inmigración desbordad y ya desbordante como fácil banderín de enganche que se nos brindaba.

No nos engañemos. Aquí siempre se ha estado pendiente de lo que hiciera, primero, Alianza Popular (AP) y después el Partido Popular (PP). Y ahora, de lo que hagan el Partido Popular y el Partido Socialista para consumar un pacto de Estado y corregir la Constitución.

Por si fuera poco, la mayoría de los nuestros han creído ver el peligro en la izquierda, a la que siguiendo la terminología al uso se ha definido de "casposa y retrógrada", en lugar de criminal, sectaria y descerebrada. Sin embargo, el peligro siempre ha estado del lado del Partido Popular, y sobre todo del lado del trío: Alex Vidal Quadras, Esperanza Aguirre y Jaime Mayor Oreja, que ha tendido a suprimir toda oposición a su derecha mediante una propaganda cuyo carácter esencial ha consistido en destruir toda resistencia.

De ahí, que haya que ser realistas. Realistas, para saber que la historia, al igual que ocurre con el cauce del agua de un río, pasa y fluye permanentemente. Lo que para nada contradice el hecho de que lo sustancial permanezca: Que el cauce existe y que la patria, como nos dijo José Antonio, es una unidad de destino hacia lo universal. Realistas, para no instalarse en el imaginario como individuos que chocan con un mundo que no pueden integrar, y que sólo pueden definirlo de modo negativo manteniendo ideas de horizontes difusos en vez de acceder al espacio político para que cuaje, en un electorado que sí existe, la percepción de que la gestión de las ideas no está en manos de aventureros. Realistas, también, para mantener la viabilidad efectiva de los medios de que disponemos, que nos aglutinan y nos sirven para seguir ejerciendo la lucha política, pero cuya realidad es la que es: Medios escritos con graves dificultades para seguir existiendo, fundaciones inoperantes y hermandades con apenas actividad. Realistas, en definitiva, porque "si una respuesta rigurosa, sería y eficaz no llega a tiempo, no es ni rigurosa ni seria ni eficaz".


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com