I.- Termina el verano. Se acaba el espectáculo. Y Luís María
Rapel Ansón pierde la razón
Con un horizonte ciertamente inquietante por el peligro evidente de
la caída de Siria en manos de los insurgentes y el estallido de una
guerra entre Israel e Irán, cuyos resultados y consecuencias son
imprevisibles. Termina este verano de 2012, que anuncia un otoño
duro, grave y peligroso por cómo se está agitando el país, sobre
todo por la ineficacia de los poderes públicos del Reino para hacer
frente a la situación de catástrofe nacional que ya es evidente. Una
ineficacia que revela atribuciones poco claras en las facultades que
constitucionalmente pudiera aplicar el Gobierno de la nación. Junto
a la falta de firmeza en el castigo a todo tipo delincuentes:
terroristas, incendiarios, asaltantes de fronteras, ladrones de
supermercados y pandillas de agitadores. Lo que revela que nos
hallaremos más pronto que tarde ante una situación lamentable por la
falta de medidas requeridas para estos casos históricos.
Con todo, ahí andan, vendiendo la marca España, o intentándola
vender, que sostienen sobre el esfuerzo individual de unos cuantos
jóvenes, a los que encima se pide que visualicen el patriotismo que
le falta a la nación. Una marca, la marca España, que se ha venido
consolidando durante mucho tiempo y que hoy no quiere nadie, porque
habiendo liquidado el tejido industrial que nos situó en el octavo
puesto del mundo en 1975 y construyendo sobre la especulación hoy
pugnamos por ser una nación de servicios a expensas de los golfos de
las finanzas, la droga, el mundo gay y el negocio de la prostitución
Es tal la situación, que hasta Antonio Gala, socialista rencoroso y
pendenciero, últimamente bastante agrio y nada sospechoso de no
haber sido un fervoroso defensor de este sistema que nos ha llevado
a la ruina, más bien todo lo contrario, decía en "La Tronera" (El
Mundo, 15 de agosto) algo que todos compartimos, que "hemos llegado
a la peor hora para arreglar el desperfecto" y que "la España
histórica no es la España actual".
Tres ideas me asaltan al comienzo de este artículo. La primera, la
alegría y despreocupación de este bendito pueblo al calor del
sol y de la tortilla de patata con ensalada, menú socorrido, y no
tan barato, hecho y servido por extranjeros en los chiringuitos de
nuestras playas. La segunda, que, a pesar de que el verano nos
distancie de la cotidianidad, los hechos son lo suficientemente
graves que no pueden permanecer al margen como si nada ocurriese. Y
la tercera, lo conveniente que sería examinar a la Casa Real, a
pesar del disimulo con el que tratan de asistir al carnaval de los
engaños para intentar vencer una crisis que es mucho más que
económica, pues es sobre todo institucional, política, social y
hasta de orden público.
En cuanto a la crónica, porque esto es una crónica de verano, y al
margen de las medidas que se están tomando para hacer más disimulado
el rescate desde Bruselas y convertirnos definitivamente en una
colonia del BCE, tierra de promesa para los obreros del norte de
Europa y paraíso de todo tipo de mafias, gays y degenerados,
enumeremos los casos que han sido noticia durante esta temporada de
estío.
1ª.
El triste caso del niño Carromero, acólito de aquel sueco extraño
que fue Olof Palmer, al que su partido, el Partido Popular, una vez
sea liberado, bien por intermediación o tras cumplir su pena de
cárcel, debería mandar a China por ver que puede hacer el muchacho
por los derechos humanos. 2ª. La excarcelación del terrorista
Bolinaga, que debería salir de prisión con los pies por delante y en
una caja de pino, cuya reclamación sostiene al unísono una sociedad,
la vasca, compuesta por un 49% de asesinos y un 49% de cobardes.
3ª. El caso de Ryanar, compañía aérea de bajo-costo, que al
tiempo de llamarnos "estúpidos", lo que en nuestro caso más que
insulto es una calificación, afirmaba que "el Gobierno de España no
puede impedirla volar sin gasolina", que como declaración de
principios no está nada mal. 4ª. Las acertadas declaraciones
de Markus Kerber, profesor de Economía en la Universidad de Berlín,
que en una entrevista concedida al diario italiano Corriere de la
Serna se muestra partidario no tanto de la expulsión de Grecia
de la zona- euro como de la liquidación de la misma moneda en todo
el continente. 5ª. El caso Assange, exilado en la embajada de
Ecuador en Londres, que a punto ha estado de provocar una escándalo
de proporciones mayúsculas desde el momento que Gran Bretaña, fiel a
lo que siempre ha hecho y sigue haciendo, a punto ha estado de
pasarse la legalidad internacional por el forro: Una actuación que
apoyaba Alvarito Vargas Llosa, hijo del ex marxista Mario, uno de
los componentes de las dos sagas de "sudacas", como conviene al
lenguaje común, que arrasan en España. 6ª. Que el Monarca ha
vuelto a poner en marcha el Fortuna, cuyo coste es de 20.000
euros/viaje. 7ª. El acoso y casi derribo que las autoridades
inglesas del Peñón han venido ejerciendo sobre nuestros
pesqueros de la bahía de Algeciras, sin que el recién nombrado jefe
de la Armada haya dicho esta boca es mía por el derecho de nuestros
pesqueros a faenar en aguas españolas: Asunto entre el Reino Unido
de Gran Bretaña y el Reino desunido de España. 8ª. Los
constantes avisos por parte de los medios de comunicación que no han
parado de repetir que hacía "calor". 9º. La muerte de Curro
Jiménez, el ladrón de la Transición, y la crónica del iter
criminis del delincuente Gordillo. 10ª. La inquietante
encuesta elaborada por la Organización de Consumidores y Usuarios
según la cual, el 59,7 % de los madrileños consideran insegura la
capital por culpa de los extranjeros; siendo un dato revelador que
las personas que viven en ciudades del norte, en general las
consideren más seguras, mientras que las que residen en las del arco
mediterráneo, con más presencia de extranjeros, perciben una mayor
sensación de inseguridad. 11ª. La identificación de los
restos mortales de los niños Ruth y José, que pone en evidencia todo
el trabajo de la Policía, en esté y en otros muchos casos sin
resolver. 12ª. La orden de detener a Ruíz Mateos por la
supuesta estafa de 14 millones de euros en la venta de un hotel de
Mallorca, que desacredita con pruebas más que suficientes a una
familia en la que todavía se creía. 13ª. Y la crónica de los
incendios que todos los años asolan nuestros bosques y campos, que
hace que sigámonos haciéndonos la misma pregunta: ¿quiénes queman
nuestros montes con el propósito de convertir España en un
erial?
Si frente a los desafíos que nos atenazan debe imperar la fortaleza
moral, el temple y el coraje, España está en sus últimos estertores
de muerte, a menos que se conculque el régimen político actual, cuyo
propósito comparte más de la mitad de la población española, que es
partidaria de abolir el actual modelo de Estado de las Autonomías.
Un contrasentido jurídico, político, social y cultural, como a la
postre hemos podido comprobar. Respecto a la recuperación económica,
y partiendo de la base que la solución está en la salida del euro,
la moneda que se implantó a mayor beneficio de los países del norte
de Europa y como coartada para salvar el interés de Francia,
reconozco públicamente que el único manual de economía que he leído
ha sido el libro de texto de Samuelson de Economía Política. Lo que
visto lo visto considero fue más que suficiente, pues la economía se
escribe en el canto de un duro: Empuje industrializador, acumulación
permanente de capital humano y capacidad institucional para impulsar
políticas de crecimiento. Todo ello aplicando el consabido saber
contable del: Debe, Haber y Saldo. No hay más.
De cualquier manera, y por mi parte, viendo como está y como se
puede poner este corral de gallinas que es España, donde la
criminalidad aumentará espectacularmente, la ofensiva separatista es
ya imparable y una pandilla de delincuentes dirigida por un tal
Sánchez Gordillo amenaza la propiedad privada, he hecho confesión
general y me he inscrito como miembro de la Asociación del Rifle.
Pero hete aquí, que, pese a estar inmersos en una crisis
política-institucional gravísima, socialmente aquejados de lacras
que nos conducen a la deriva como nación civilizada y empobrecidos
por un periodo no inferior a 25 años, Canelo, ya saben, Luís
María Ansón, anda preocupado por cómo despertar fervor monárquico en
el pueblo. Y como ya no cuelan los argumentos de razón, pues las
comparaciones y ejemplos son odiosos, juega con la realidad
prefigurando un escenario que sólo está en su desbordada
imaginación. Lo que podría ser el primer aviso de que el principal
lacayo del Reino padece la terrible enfermedad, pandemia en España,
de la falta de razón absoluta. Que es la única explicación para
entender lo que dice en su artículo "Madrid 2020" (El Mundo, 16 de
agosto), al obviar la situación real del Reino de España y centrarse
en el de las maravillas de su falta de razón.
Y es que dos suposiciones se me hacen difíciles de imaginar, si es
que llegamos al 2020. La primera, poder ser sede de los juegos
olímpicos en esa fecha. Y la segunda, que siga existiendo la actual
forma de Estado, la Monarquía.
II.- Hay que fragmentar el Partido Popular. Convocar nuevas
elecciones con un programa de máximos. Y llevar al debate nacional
lo que Emilia Landaluce trae en su columna de El Mundo.
No mareemos más la perdiz y dejémonos de cábalas. La situación es la
que es, y no hay otra. El Gobierno del Partido Popular liderado por
Rajoy no da más de sí y aunque el presidente sabe de sobra cuál es
el problema y cuál la solución, prefiere inhibirse ante de abrir el
melón que es la Constitución y liquidar el Estado de las
Autonomías desde el argumento jurídico-político irreprochable de que
el Estado no puede estar a expensas de las comunidades autónomas.
Amén de tomar medidas de hondo calado estructural, que no sólo
coyuntural, que la ciudadania apoyaría desde la constatación de que
estamos al final de un camino que nos conduce a ninguna parte.
Constatación cuyos datos no engañan ni pueden engañar: Que el Estado
es insostenible. Que no se empezará a crear empleo hasta 2015. Que
al día de hoy 200.000 familias tienen a todos sus miembros en paro.
Que de momento ha aumentado un 30% la petición de Renta Mínima de
Inserción. Y que los trabajadores con hipotecas y coche ya son los
nuevos pobres en España.
Hemos padecido una de las peores generaciones de políticos de toda
nuestra historia, larga y problemática. Gentes que se auparon tras
una involución, y que fueron aprendiendo a marchas forzadas
rectificando y rectificándose, consecuencia de la deriva que hoy
padecemos. Gentes a las que sucedieron los llamados políticos
"profesionales" desde los 18 años, sin formación ni preparación
suficiente, obtusos y pendencieros, arropados al calor de las
direcciones de sus partidos, cuyo mérito era haber pegado carteles y
haber jaleado al líder para que diese caña. De ahí que a la
dirección del PSOE llegase Zapatero, de una ineficiencia insultante,
cobarde y desleal a España, y hasta "grillado" por la pérdida de un
abuelo al que se ejecutó con arreglo a Derecho, pero al que el nieto
atribulado ha convertido en causa y bandera de memoria histórica.
Con todo, y para mayor sorpresa de tantos, Rajoy no es muy diferente
en cuanto a incompetencia, cobardía y deslealtad a España, pese a
que de momento no tenga nada que decir respecto de sus yayos.
Estamos hablando de incompetencia y deslealtad manifiestas, que es
causa de las medidas de gobierno que se han tomado y se vienen
tomando, y de que los dos grandes partidos nacionales no hayan
ejercido una política de acuerdos en lo fundamental. Lo que
evidencia que ambos partidos entran de lleno en la definición que de
los Partidos Políticos dio en el siglo XVII Lord Halifax: "hasta el
mejor partido no es sino una especie de conspiración contra el
sentido de la nación".
Sin duda que estamos al límite como nación y que se impone la
regeneración urgente, no tanto desde la pregunta ¿A dónde vamos?
como de ¿Qué queremos ser?
Tras la experiencia frustrante de Alternativa Española (AES), con
aquella puesta en escena que tanto prometió, el panorama nacional ha
sido absolutamente desolador. Un auténtico erial lleno de pugnas y
disputas, con una falta absoluta de soluciones acertadas en
beneficio de todos. Por eso, en este momento de máxima gravedad
histórica se impone que nos dejemos de enjuagues ya ensayados
("Sociedad Civil y Democracia") por quien se aúpa tras haber sido
escándalo público, aunque en esta ocasión la puesta en escena sea
sin el apoyo de Alfonso Guerra ni de la Corona.
La solución pasa por la fragmentación del Partido Popular en dos
realidades políticas antagónicas. La una, liberal y progresista,
escasa de valores y a la estela que marque la vorágine. La otra,
sobre la base de que España es lo único importante, asentada en
valores que compartimos todos y con clara vocación de regenerar la
vida nacional. Porque esta nueva realidad política que debe surgir
de la fragmentación del Partido Popular servirá para repensar el
destino de España desde la pregunta que ya nos hemos echo... ¿Qué
queremos ser? Cuyo único problema, que intuyó no será tanto, es
buscar al estilista que mejor se adapte a ella: fuerte, con
capacidad suficiente y formal.
En cuanto a la regeneración, ésta tiene que abordarse en una triple
dimensión:
Regeneración moral, que pasa por abolir la Ley del Aborto por cuanto
el aborto no forma parte del ámbito privado de la persona sino del
Derecho, que considera que el fruto de la concepción no es una mera
parte del vientre de la madre. De lo que se deduce que ni la misma
madre tiene derecho a dar muerte a ese ser, nasciturus, al que el
Derecho reconoce capacidad jurídica.
Regeneración política, prefigurando y definiendo el Estado de las
Autonomías: dotando al Estado de atribuciones que hoy no tiene,
limitando las autonomías a tres y fijando a la baja sus
competencias.
Regeneración económica, desde el planteamiento abordado por los
economistas españoles Luís Garicano y Jesús Fernández-Villaverde,
contrarios a que se recorte en I+D y Educación y sobre el
planteamiento de que "España tiene una economía anquilosada,
sobreprotegida y sobrerregulada, en lo formal, porque luego tenemos
la economía sumergida tan enorme en la que las chapuzas se hacen sin
regulación. Si se quitan todas estas barreras absurdas que no
protegen a nadie, España puede crecer, y mucho. Los españoles son
muy emprendedores y trabajadores. Pero con tanto recorte a bulto la
gente no ve reformas, no ve mejoras, y pierde la confianza en las
dos. Al centrarse exclusivamente en recortes se elimina el apoyo
social que debe haber para las reformas".
Finalmente, y porque estamos hablando de regeneración, entiendo que
es obligado que algo tengamos qué decir de nuestra forma de Estado,
la Monarquía, y en este sentido, participo plenamente de la cita que
Emilia Landaluce trae al debate nacional en su columna del diario El
Mundo ("Las Perlas", Del Fortuna al Vibrador, 15 de agosto de
2012) a propósito de lo que dijo José Antonio Primo de Rivera de la
caída de Alfonso XIII: "El pueblo no entendía este simulacro de
monarquía sin poder; por eso cayó de sus sitio sin que entrase en
lucha un piquete de alabarderos".
III.- Lo hemos
perdido todo. Hay que dejarse de cuentos. Y dictar una proclama.
A tenor de la gravísima situación que padecemos, España tiene un
mérito tremendo, seguir subsistiendo. Afortunadamente, se dice, son
muchos los países que quieren que sigamos siendo su paraíso
terrenal, de ahí que cada vez tengamos más ayudas, como esa que
nos viene de EEUU: "Las Vegas". Y lo peor de todo es que la sociedad
española ve con buenos ojos todos esos proyectos lúdicos recreativos
porque el listón moral del pueblo español está donde está, y lo
importantes es estar por encima de él. Por eso las turbas (léase
pueblo soberano) echaran a la hoguera a quien ose crear cualquier
problema complejo y a quien intente hacer reflexionar a los cuatro
dubitativos.
Es tal la situación y el despropósito que se ha mantenido, que
aquellos que hicieron sus carreras en un país al que llamaban
dictatorial y fascista, admirando y defendiendo los paraísos donde
la individualidad se admitía bajo severos controles, siempre que
favoreciese al progreso del estado comunista, son los que hoy se
aúpan al primer time de la crítica como si ellos no hubiesen
participad de esta deriva que nos precipita al vacio. Como si ellos
nunca hubieran defendido lo que hoy defenestran.
No digo que los cuentos infantiles no sean útiles a una cierta edad
por sus enseñanzas, sobre todo por sus enseñanzas morales; de ahí,
por otra parte, que los ideólogos de género los quieran borrar del
acerbo cultural de la infancia. Pero me da la sensación que España
le ha tomado un gusto exagerado al cuento: Primero fue el de
Pinocho, con aquel discurso grandilocuente que todo iba a
cambiar para mejor, y resulta que hoy nos jugamos no ya nuestro
futuro, que está definitivamente liquidado, sino el de nuestros
hijos. Segundo el de Cenicienta, y parimos la sucesión
monárquica con un príncipe que piensa hacer lo mismo que su padre,
nada. Y el tercero, cuando tan necesitamos estamos de una proclama,
el de Blancanieves y los Siete Enanitos como reclamo de la
"Marcha por España".
Aquí lo que hace falta no es sólo denunciar el estado actual de
España, una situación devenida por un sistema que no ha funcionado,
empezando por su forma de Estado, la Monarquía, y terminando por el
voto que se concede elección tras elección al más imbécil del lugar.
Aquí de lo que se trata es de dictar una proclama. Una proclama que
para ser eficaz tiene que ser creíble, medida, acertada y
suficiente. |
|