Con la mayoría absoluta que
obtuvo el Partido Popular en las últimas elecciones generales el 20
de noviembre de 2011, aniversario del fallecimiento de Francisco
Franco y el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, fecha
inolvidable digna de recordar por los españoles agradecidos al
antiguo Régimen que elevó a España a la novena potencia mundial, nos
preguntamos: ¿Cuándo piensa cambiar el nuevo Gobierno salido de las
urnas la dirección y tendencia sociocomunista de la televisión?
Incomprensiblemente, los
televidentes, seguimos soportando a estas alturas, estoicamente, las
manipulaciones de la extrema izquierda inherentes al pensamiento del
anterior Ejecutivo, defenestrado por voluntad del pueblo español,
sin posibilidades parlamentarias de oposición real. El nuevo jefe
del Gobierno reúne las características propias que le autoriza el
poder otorgado, para gobernar por Real Decreto en cuantos asuntos se
proponga sin necesidad de consensos contranatura. Oportunidad que
difícilmente tendrá en el futuro.
En el programa denominado
Informe Semanal de la emisora estatal, el Sábado Santo emitió un
lamentable reportaje que repitió el Domingo de Resurrección,
dedicado a la apología de Santiago Carrillo, coincidiendo con el 35
aniversario de la legalización del Partido Comunista de España, el 9
de abril de 1977, por el oportunista Presidente del Gobierno Adolfo
Suárez que se prestó a la jugada. Medida cautelosa que sorprendió al
Ejército y a la mayoría del pueblo español, sembrando el malestar
entre las fuerzas armadas, precipitando la dimisión de los ministros
Almirante Pita de Veiga y el Teniente General De Santiago.
Una infidelidad de quien había
desempeñado altos cargos en el antiguo Régimen que el pueblo
responsable no esperaba.
A partir de este fatídico
contubernio entre bastidores, se ha presentado al longevo genocida
de Paracuellos como el salva patrias, atribuyéndole todas las
bondades y aciertos de la transición, como artífice fundamental de
la Constitución.
Llega a España, primero
camuflado para no ser detenido y encarcelado. Poco tiempo después,
es recibido con honores triunfales, perdonando vidas a los
seguidores del Régimen autoritario, requerido por las máximas
autoridades del momento que le rindieron pleitesía exhibiéndolo por
todos los medios de comunicación. De su pretérito homicida, silencio
sepulcral. Como si estas cuestiones punibles en su máximo grado,
fueran un invento de los franquistas para justificar el Alzamiento
Nacional.
Como muy bien sabe –si no tiene
amnesia senil− el comunista Santiago Carrillo –doctrina que no
practica como los fariseos− y al que le gusta el buen vivir y
comodidades de la burguesía, como los hoteles de cuatro y cinco
estrellas, el palco en la plaza de toros de la Monumental de
Barcelona –antes de su clausura−, los suculentos banquetes y las
recepciones regias.
La República frentepopulista
que tanto defiende y reclama, fue derrotada por el Ejército
victorioso de Franco, que ahora el exdirigente comunista pretende
que el Parlamento “debe condenar el golpe militar de 1936 y la
dictadura franquista”, según en una reciente declaración.
Recuerde el
provecto político, que los jerarcas vencidos emprendieron
raudos el camino del exilio bien aposentados, donde muchos como él
vivieron plácidamente, mientras sus modestos seguidores, abandonados
a su suerte, en la triste retirada, sufrieron las consecuencias de
los campos de concentración franceses y depuraciones, que comportan
las guerras a los vencidos.
Es hora ya de que el longevo
Carrillo se retire a los “cuarteles de invierno”, medite y
recapacite sobre su nefasto y criminal paso por la política, entone
el mea culpa, aunque sea en silencio, y deje de incordiar al pueblo
español con su satánica astucia, desorientando con sus falsas
invectivas y admoniciones a nuestros compatriotas que no vivieron la
tragedia ni tienen la información histórica veraz, deformada
intencionadamente por las directrices del Sistema partitocrático.
Que los nuevos responsables de
la nación española olviden de una vez a tan siniestro personaje y no
vuelva a ser semillero de discordia entre los amantes de perdón y la
concordia por caridad cristiana. |
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