Nunca como hasta ahora hemos conocido una encrucijada peor, más
grave y determinante en la que dos visiones se enfrentan de modo tan
absoluto. Tan absoluto digo, porque a la quiebra de los valores y al
fracaso del modelo de organización territorial diseñada en la
Constitución, el escenario se complica aún más por una crisis
económica que nos hace estar a expensas de los especuladores
(capitales no regulados y grandes corporaciones) sobre la moneda
única, que agrava las dos anteriores de forma inquietante. Por si
fuera poco, añadamos a todo ello el problema de una inmigración
desbordada y desbordante.
Para comprender mejor el marco de estos desafíos habría que añadir
la irrupción del fenómeno de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación. La revolución de Internet que
transforma la sociedad en general. Lo que da lugar a que se esté
alumbrando velozmente y casi sin darnos cuenta un nuevo Orden
Mundial. Por eso el debate no sólo está en los medios de
comunicación y en los analistas de las nuevas tendencias, sino en la
sociedad en general.
El dinamismo que muestra la evolución del liberalismo globalizado y
la complejidad de vinculaciones que establece con la sociedad civil
contrasta marcadamente con la inexistencia de un nivel de
concienciación con pretensión política. Y si este juicio refleja
verdaderamente el estado en que se encuentra dicho pensamiento entre
nosotros, los españoles, más precario resulta la falta de una
formación política trasversal.
Nos esperan tiempos difíciles para hablar de futuro. Pero en un
mundo que se transforma a una velocidad de vértigo lo importante es
no perder el paso, estableciendo una diferencia respecto a lo que no
se ha hecho hasta ahora, que pasa necesariamente por lo que se
incluye. Porque en estos tiempos de incertidumbre y desconfianza yo
sigo creyendo que, a partir de algunas premisas claras y sencillas,
y de los viejos valores de siempre, se puede llegar muy lejos. Tanto
como queramos.
Frente a las experiencias del pasado, hoy el patriotismo que se
visualiza está en las gradas de los estadios de fútbol y tras las
vallas que cercan el desfile de las tropas. No hay más. La Opción
Nacional ni está ni se espera. Por eso, tras la experiencia
frustrada y frustrante de AES, lo que se visualiza es la imagen
apolillada de los "banderines de enganche" con su proclamas al
viento y sus campañas en cuartillas fotocopiadas, cuyos promotores
se nos presentan como si no hubiesen pasado los años por nuestras
vidas. De ahí que ni siquiera se pueda ocupar el correspondiente
nicho de mercado que correspondería en una sociedad moderna. Una
actitud que demuestra que el discurso de la Opción Nacional siempre
ha estado manejado por la palabrería altisonante, más efectista que
efectiva, según la cual se prefiere una derrota a una victoria que
no sea justa.
Se obvia que cualquier opción política ha de hacerse creíble y para
ello debe recurrir a la elaboración de un discurso que la presente
del modo más favorable posible, pues dicho discurso tendrá mayor o
menor anuencia en la medida tanto del contenido como de su difusión.
Tres ideas se me ocurren para mantener ese discurso:
1ª. Rigurosidad en el debate, con un enfoque y método
científico.
2ª. Regeneración, mediante un debate público de gran alcance sin
exclusiones ni excluidos.
3ª. Estudio de las propuestas, como vertiente fundamental de un
nuevo modelo de sostenibilidad política nacional desde una
perspectiva trasversal.
Tres ideas para un programa sin poesía ni quepis, con un lenguaje
accesible y claro, y una estética moderna y actual.
1º. Confesionalidad Católica del Estado español, sin perjuicio
del respeto que se debe al resto de las religiones, exceptuando
las sectas.
2º. Salida de España del Tratado de Maastricht.
3º. Reforma urgente de la Constitución en lo que afecta a la
unidad de España.
4º. Restauración de las fronteras nacionales, con una nueva
campaña de reivindicación sobre Gibraltar que necesariamente
deberá abordar tanto la ofensiva diplomática al más alto nivel
como las medidas que ayuden a coadyuvar el estrangulamiento de
su economía, que como primer acto debería contemplar el cierre
de la "verja".
5º. Afirmación de la españolidad de Ceuta y Melilla, para lo
cual, y como primer acto escénico, se mandaría a toda la
Familia Real un fin de semana en cada una de nuestras plazas.
6º. Expulsión masiva de inmigrantes.
7º. Soberanía nacional frente a la UE.
8º. Aplicación de la Ley Parot al conjunto de los presos de ETA
y del resto de organizaciones criminales.
9º. Renuncia formal al capitalismo salvaje y al liberalismo
cosmopolita, por una economía de mercado sujeta a los principios
morales de la Doctrina Social de la Iglesia.
10º. Defensa y protección a la familia. Adaptación del nivel de
vida a la productividad real. Cultura del esfuerzo, del mérito y
la responsabilidad. E impulso del concepto de las obligaciones
frente al de los derechos.
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