Sobre la bandera y el
escudo de España
Eduardo Palomar Baró.
Un
error muy extendido y corriente en los medios de comunicación es el
de emplear unos términos falsos e inexactos al hacer referencia a
la bandera y al escudo del que llaman del “régimen anterior”,
como “banderas preconstitucionales”, “banderas anticonstitucionales”,
“escudo inconstitucional”, etc. Para empezar hay que aclarar
que la Constitución Española de 1978 no hace mención, en ninguno
de sus artículos, al escudo, haciéndolo solamente, en el artículo
4, a la bandera. Dice así: “La
bandera de España está formada por tres franjas horizontales,
roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada
una de las rojas”.
Cuando
se aprobó nuestra Carta Magna, el escudo oficial de España era y
fue hasta el año 1981, el del águila de San Juan Evangelista (nada
de “gallina” o “pájaro” como la denominan algunos que se
creen graciosos y que en realidad son unos paletos que desconocen
por completo los símbolos y la historia), con las flechas de
Fernando y el yugo de Isabel, que Francisco Franco, por Decreto del
2 de febrero de 1938, restauraba como escudo nacional, la heráldica
de los Reyes Católicos. |
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Como
curiosidad, este escudo que tanto les gusta bautizarlo como “anticonstitucional”,
figura encima del preámbulo del texto, en ejemplar solemne, que de
la Constitución firmó S.M. el Rey Juan Carlos, y que se conserva
en el Congreso de los Diputados. Así pues, parece ser que nos
encontramos con que el escudo que encabeza nuestra Constitución es
el “anticonstitucional”, mientras que el “constitucional” es
aquel que sobre el que nada dice la Constitución...
Aclarado
este formalismo que pone al descubierto la demagogia, ignorancia y
mediocridad de algunos, lo que está claro es que España tiene el
escudo actual que se oficializó por el Real Decreto 2964/1981 de 18
de diciembre, y la Ley 33/1981 de 5 de octubre, que regula su
implantación...¡tres años después de entrar en vigor la
Constitución!
Según
el Real Decreto 2964/1981, el escudo tiene que figurar en los
documentos, impresos, sellos y membretes de uso oficial con excepción
de los sellos de correos.
Como
resumen podemos decir que el escudo oficial actual y las banderas
rojigualdas que ostenten un símbolo tradicional, histórico y
respetable, como por ejemplo la bandera bordada por la Reina Regente
doña María Cristina, que el 17 de julio de 1886 entregó a la
Academia General Militar, y que ha sido conservada a lo largo de sus
tres épocas, y que
juran los cadetes de dicha Academia y que también juró el Rey Juan Carlos, no son banderas “preconstitucionales”
o “anticonstitucionales” ni portan escudos “constitucionales”
o “anticonstitucionales”.
Por
otro lado, el escudo de los Reyes Católicos, al tener más de 500 años
de antigüedad, carece de cualquier significado partidista y
pretender atribuir carácter franquista a los emblemas que ellos
adoptaron en el siglo XV, es desconocer la Historia.
Decreto del 2 de febrero de 1938 sobre el nuevo
escudo de España.
Resulta
verdaderamente interesante el preámbulo de este Decreto, ya que
constituye una excelente página de la historia de España. Veamos:
“El
blasón de armas, emblema del Estado español ha venido reflejando
en su composición las vicisitudes históricas del mismo Estado.
Desde que, al unirse en los Reyes Católicos las coronas de Castilla
y de Aragón, se fija un escudo en que se alternan los cuarteles de
ambas monarquías, repercuten en sus figuras y en su composición
heráldica anexiones territoriales y enlaces dinásticos, pues hasta
comienzos del siglo XIX venían a ser símbolo del poder público
las armas privativas y familiares de nuestros reyes. Así, con
Felipe I se añaden a los cuarteles españoles los de los Estados de
las Casas de Austria y de Borgoña; Carlos V adopta la corona
imperial y el águila bicéfala, símbolos de su dignidad cesárea;
Felipe II agrega las quinas portuguesas, que permanecen hasta Carlos
II; Felipe V añade el escusón de Borbón-Anjou, propio de su
dinastía, y Carlos III, los roeles de los Médicis y las lises de
los Farnesio.
“Cuando, en virtud de los cambios políticos del
siglo XIX, el Estado español deja de confundirse con la Casa
reinante, se usa, como emblema oficial de aquél, el escudo
cuartelado de Castilla-León, con los lises en el centro y la
granada en punta, notoriamente impropio, pues en él quedaba sin
representación los antiguos reinos que con la monarquía castellano
leonesa habían venido a integrar la gran España. El Gobierno
provisional establecido en 1869 enmendó acertadamente este defecto,
fijando como blasón de España un escudo cuartelado con los de
Castilla, León, Aragón-Cataluña y Navarra, y sentados en punta
con el de Granada, flanqueado por las columnas de Hércules, con el
lema «Plus Ultra». Este escudo de armas fue conservado, con las
naturales modificaciones, por la monarquía saboyana, por la primera
República, por la restauración borbónica y por la República de
1931.
“Al instaurarse por la gloriosa revolución
nacional de 1936 el nuevo Estado, radicalmente distinto en sus
esencias de aquel al cual ha venido a sustituir, se hace preciso que
este cambio se refleje en los emblemas nacionales. Espontáneamente,
todos cuantos cooperaron al Movimiento nacional hicieron gala de
usar como distintivo el águila que desde Roma viene siendo símbolo
de la idea imperial y que figuró en el blasón de España en las épocas
más gloriosas de su historia. El haz y el yugo de los Reyes Católicos,
cuya adopción como distintivo constituye uno de los grandes
aciertos de nuestra Falange, debe figurar en las armas oficiales
para indicar cuál ha de ser la tónica del nuevo Estado.
Finalmente, ha de fijarse para representar una patria que resume
todo lo sustancial de la tradición española un emblema que sea
compendio de nuestra historia y que en su belleza refleje la belleza
de la España inmortal.
“Ningún conjunto heráldico más bello y más
puramente español que el que presidió, en el reinado de los Reyes
Católicos, la consumación de la Reconquista, la fundación de un
Estado fuerte e imperial, el predominio en Europa de las armas españolas,
la unidad religiosa, el descubrimiento de un nuevo mundo, la
iniciación de la inmensa obra misional de España, la incorporación
de nuestra cultura al Renacimiento. Es el escudo, que repetido por
el cincel de Juan de Guas en los muros de San Juan de los Reyes,
compone el más maravilloso conjunto decorativo que pueda
imaginarse, el que aparece en las viejas piedras de Salamanca y de
Segovia, de Ávila, de Valladolid y de Granada, como testimonio de
un momento histórico que se parece a éste que ahora vivimos en lo
difícil de la lucha, en el optimismo triunfante, en los anhelos
imperiales. El águila que en él figura no es la del Imperio germánico,
al cabo exótico en España, sino la del Evangelista San Juan, que,
al cobijar sus alas las armas españolas, simboliza la adhesión de
nuestro Imperio a la verdad católica, defendida tantas veces con la
sangre de España; en él figuran además el haz de las flechas y el
yugo, entonces, como ahora, emblemas de unidad y disciplina. La
repetición de los motivos heráldicos, innecesaria, contribuye
poderosamente al ritmo y a la armonía del conjunto que se realza
con la brillantez de los esmaltes, en que predominan los colores de
la bandera nacional.
“Son precisas, no obstante, algunas modificaciones.
Han de ser suprimidas las armas de Sicilia, que dejó de ser española
desde el tratado de Utrecht, y en su lugar deberán figurar las del
glorioso reino de Navarra, cuyas cadenas se incorporaron con todo
acierto y justificación al emblema del Estado en 1868. También
conviene conservar las columnas con el lema «Plus Ultra», que
desde Carlos V viene simbolizando la expansión española de
Ultramar y el aliento de superación de los navegantes y los
conquistadores españoles”.
La
parte dispositiva de la ley decía:
“Artículo
primero. El escudo de España
se constituye con la heráldica de los Reyes Católicos,
sustituyendo las armas de Sicilia por las del antiguo reino de
Navarra, con lo cual se integran los blasones de las agrupaciones de
estados medievales que constituyen la España actual.
“Artículo
segundo. El escudo de España
se describirá así:
“Cuartelado:
el primero y el cuarto, cuartelados también; también primero y
cuarto de gules, con un castillo de oro almenado con tres almenas,
con tres homenajes o torres con tres almenas cada uno, mamposteado
de sable y aclarado de azur; segundo y tercero de plata, con un león
rampante de gules coronado de oro, liguado y armado de lo mismo.
Segundo y tercero, partidos en pal; el primero de oro, con cuatro
palos de gules; el segundo de gules, con una cadena de oro, de la
cual arrancan ocho segmentos que se reúnen en el centro en una joya
centrada por una esmeralda. “Entado, en punta, de plata, con una
granada en su color rajada de gules y tallada y hojada con dos hojas
de sinople. “Coronel de ocho florones (visibles cinco). “El
todo, sobre el águila de San Juan, pasmada, de sable, nimbada de
oro, con el pico y las garras de gules; éstas armadas de oro. A la
derecha de la cola del águila un yugo de gules, con sus cintas de
lo mismo, y a la izquierda un haz de flechas, de gules con sus
cintas de lo mismo. “En la divisa, las palabras «Una», «Grande»,
«Libre». “El todo flanqueado por dos columnas de plata sobre
ondas de azur, surmontadas por coronas de oro. En la del lado
derecho se enrosca una cinta con la palabra «Plus»; en la del
izquierdo otra con la palabra «Ultra».
[N.
del A.] Significado
de varias acepciones:
Quinas:
Armas de Portugal, que son cinco escudos azules puestos en cruz, y
en cada escudo cinco dineros en aspa.
Escusón:
Reverso de una moneda que tiene representado un escudo. Escudo pequeño
que carga a otro mayor.
Lises:
Forma heráldica de la flor de lis.
Roeles:
Pieza redonda en los escudos de armas. de algunas coronas.
Gules:
Rojo. Oro: Amarillo. Sable:
Negro. Azur: Azul. Plata: Blanco.
Sinople: Verde.
Coronel: Adorno a manera de flor que se pone en el círculo de algunas coronas.
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