Antonio Castro. "El
Risco de la Nava", Gaceta semanal de la Hermandad del Valle de
los Caídos, Nº 344, 17 de octubre de 2006.
Según
dice Pedro J. Ramírez sin que le rectifique el primer presidente
del Gobierno que no vivió de modo consciente el franquismo, el señor
Rodríguez Zapatero cree que quienes sí lo vivieron –incluidos,
claro está, sus padres, sus abuelos maternos, su abuela materna,
los de su mujer, y el resto de sus familiares–no fueron españoles
sino apátridas. Es decir: para el señor Rodríguez cuarenta
millones de españoles, todos los que aclamaron o combatieron a
Franco desde el día en que este general comenzó a gobernar España
hasta aquel en que dejó de hacerlo por imposibilidad física,
carecieron de Patria, o si la tuvieron no supieron que la tenían, o
sí lo sabían ni la disfrutaron ni la padecieron...
Semejante
imbecilidad es algo que sólo puede habérsele ocurrido a un
esquizofrénico o a cualquier otro tipo de enfermo mental. Nadie en
su sano juicio puede negar la realidad histórica, por muy
deficiente que sea su conocimiento del pasado. Nadie que no esté
tarado desde su primera infancia por genes familiares, o que no lo
haya sido después por contagio debido a malas compañías,
alimentos, bebidas o lecturas, puede decir una majadería como
esa.
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Por
ello, y aunque ni el Sr. Rodríguez ni cualquiera de los suyos haya
negado tales palabras, yo me atrevo a pensar que don Pedro J. Ramírez
no oyó bien lo que nuestro máximo Rodríguez le dijo. Por muy
grande que sea, desde el principio de su vida política, el
radicalismo democrático que nuestro más excelso Rodríguez
profesa, y que ha derivado hacia su particular concepción del «republicanismo
cívico», sólo una particular categoría de deficientes mentales
puede creer y defender que España nació el día 6 de diciembre de
1978, cuando los españoles mayores de edad política refrendaron
por mayoría de votos el texto de la deficiente Constitución que
–según el número 1 de los Rodríguez– habían elaborado unos
pocos apátridas para que otro apátrida insigne la firmara e
hiciera publicar en el Boletín Oficial del Estado...
El Mundo,
diario que nadie osará llamar franquista, ha venido publicando
durante los meses del último verano, los resultados de una encuesta
sobre cómo ven hoy los españoles la historia del régimen anterior
al ahora vigente. El resultado ha sido francamente bueno y sumamente
interesante, e incluso fascinante en más de un aspecto. Lo más
extraordinario es que quienes no vivieron el franquismo tienen de él
una opinión mucho menos favorable que quienes sí lo vivieron.
Aquellos españoles que eran adultos hace 30 años tenían –y
siguen teniendo– del franquismo una opinión que puede
considerarse como una ambivalente suma de sombras y luces.
Que
los menores de 40 años sean más antifranquistas que sus padres y
sus abuelos sólo puede entenderse como fruto de una educación política
sesgada, esa que representa Rodríguez I. Lo malo es que, por
desgracia, ese mismo sesgo puede observarse también en ámbitos
contrarios al Rodríguez citado. Así, por ejemplo, un comentarista
de La Razón mencionaba
hace poco a los «200.000 fusilados de la represión tras la Guerra»,
con lo que multiplicaba por diez las cifras reales. En el suplemento
cultural de ABC de finales
de mayo, se ha narrado que la Feria del Libro de Madrid se reanudó
en 1943 con la quema pública, en la ceremonia inaugural, de libros
prohibidos... En una emisora se ha dicho que durante los primeros años
40 del pasado siglo las familias se agolpaban delante de los
cuarteles de las tropas victoriosas para recoger los ataúdes de sus
deudos fusilados. Con motivo del traslado de la Dama de Elche a esta
ciudad, se nos ha dicho que el Museo del Louvre se la cedió al
Prado para evitar que cayese en manos de los alemanes. Otro
comentarista «de derechas» afirmó hace poco que el PIB de España
en 1939 había retrocedido a los niveles de comienzo del siglo XX...
¿Para
qué seguir? No hace falta relatar más infundios, errores o
tergiversaciones. Izquierdas y derechas, Rodríguez de aquí y Rodríguez
de allá, se han puesto de acuerdo en que la auténtica y buena
historia de España comienza el 27 de diciembre de 1978, fecha en
que el Boletín Oficial del Estado publicó el texto de la
insuperable Constitución vigente. Lo malo es que tienen razón,
porque al día siguiente empezó a celebrarse la fiesta de los
Santos Inocentes y en ella estamos.
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