Alfonso
Ussía.
La
Razón. 18/12/2005.
A partir
del 1 de enero de 2006, seré un perseguido por la Justicia.
Estoy decidido a no cumplir ni respetar
la brutal ley antitabaco. He dado instrucciones al director
de mi agencia bancaria para que congele una parte de mis
ingresos y así poder hacer frente a las repetidas sanciones
que van a caer sobre mi delictiva persona. En pocos días,
un delincuente, un forajido. Porque esta ley que se saca de
la mala intención la señora ministra de Sanidad es
fascista, estalinista y tiránica, además de cínica. De
prohibir, que prohíban la venta de tabaco y dejen de
ingresar decenas de miles de millones de euros en concepto
de impuestos. Me propongo fumar en cualquier local cerrado
en el que no esté permitido hacerlo. Deseo ser detenido por
fumar.
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Alfonso
Ussía |
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La
reincidencia en la comisión del delito puede llevar al maleante a
cumplir penas de prisión. En tal caso, exijo que mi familia reciba
una ayuda económica como las que el Partido Socialista ha aprobado
para los familiares de los asesinos etarras en el Parlamento Vasco.
No sólo para mi familia, sino para todas las familias de cuantos
presos hay en España, por fumar o por matar, que es la misma cosa,
según parece. Por fumar o por robar, que es tan grave lo uno como
lo otro, según parece. Por fumar o por traficar con heroína, que
es más asqueroso fumar, según parece. Parece digo, porque los
adictos a la cocaína y la heroína sí pueden recibir ayudas de la
Administración para superar su drogadicción. Los fumadores, que
somos unos drogadictos de menor cuantía, estamos expulsados del
espacio de la comprensión. Si terminan encerrándome en una
cárcel, que lo harán por mi reincidencia en el delito, pido para
mi mujer la misma ayuda que va a recibir, por poner un ejemplo, la
madre del hijoputa de «Txapote», o la esposa de Henry Parot. Si no
por parte del Gobierno, que salga esa ayuda del bolsillo de Pachi
López, que ha votado a favor de las ayudas a las familias de los
asesinos, equiparándolas con las víctimas del terrorismo.
Pachi López, le pediré en «La Rabia» de Comillas un adelanto el
día que tenga de nuevo el infortunio de coincidir con usted. Y no
se le ocurra fumar en mi presencia, porque llamo a la ministra
Salgado y ahí se puede armar Troya.
Todo
menos ser un borrego cumplidor de la Ley más fundamentalista y rígida
de cuantas se han promulgado en España en los últimos siglos.
Claro, que de esa Ley brutal tiene la misma responsabilidad el
Partido Popular, que la ha apoyado en el Congreso con indescriptible
entusiasmo. A partir del 1 de enero, como Mark Twain,
que al cumplir los setenta años se impuso una cierta prudencia para
moderar su adicción al tabaco: «No fumaré mientras duermo, no
dejaré de fumar mientras estoy despierto, y jamás fumaré más de
dos cigarrillos a la vez».
Por un lado, el Estado prohíbe fumar. Por el otro, el Estado se
forra con los delincuentes fu- madores. No permiten ni la existencia
de espacios reservados para los viciosos en las empresas. El que
quiera fumar, que salga a la calle y se muestre como un desaprensivo
y un depredador. De acuerdo. Pero a cambio de la persecución y de
la humillación social, que supriman los impuestos. El Estado no
puede enriquecer- se a costa de los delincuentes. Mejor la prohibición
total. Se cierran los estancos, se retiran las máquinas
expendedoras de tabaco y al que sea sorprendido fumando, se le manda
junto a «Txapote» a la trena. Con la diferencia de que a «Txapote»
le podrán visitar sus familiares y a los convictos y confesos del
delito de fumar los tendrán en las celdas de castigo, por si acaso
han conseguido introducir un cigarrillo tras los muros del
establecimiento penitenciario.
Pues
no. Vaya fumar como siempre. Como siempre vaya hacerla cuando no
moleste a los demás. Como siempre vaya pedir permiso a los que me
rodean para encender mi pitillo. Y si los que me rodean prefieren
que no lo haga, me quedaré con las ganas. Pero no tengo la intención
de dejarme cohibir por carteles y amenazas de sanciones o
procedimientos más graves. Soy fumador porque he crecido y
vivido entre fumadores. Mi padre, recientemente fallecido a los 93 años,
se fumigó en la víspera de su muerte tres cajetillas de rubio
americano. y murió tranquilo, en su casa, en su cama y rodeado del
cariño de sus hijos, fumadores en su gran mayoría. Por fortuna se
fue antes de ser considerado un delincuente.
«Prohibido
prohibir» es un mensaje utópico. Hay que prohibir, pero con
medida. Esta leyes fascista y agresiva. No la vaya cumplir. Señora
ministra, ¡Tururú!.
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