Libertad
Digital. 23/09/2005.
La editorial Áltera ha lanzado
la última obra de Pío Moa, de título 1936: El asalto
final a la República. En la presentación del libro ante
la prensa, César Alonso de los Ríos dijo que «estamos ante
un libro que cuenta la verdad». Lo cierto es que no menos de
un tercio del último volumen del historiador está compuesto
por un extenso apéndice documental, una iniciativa que ya
llevó a las páginas de la otra obra de Moa editada por Áltera:
1934: Comienza la Guerra Civil.
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En este nuevo libro, Moa analiza lo que se conoce como la
primavera trágica, el período que va desde las elecciones de
febrero de 1936 hasta mediados de julio, cuando se da el golpe de
Estado liderado por el general Mola. A éste dedica el penúltimo
capítulo del libro, en el que explica cómo el golpe inicial fracasó,
dando paso más tarde a la guerra.
1934 y la Guerra Civil
La tesis más conocida del historiador es que el inicio de la
guerra civil no hay que buscarlo en el levantamiento del 17 de julio
del 36, sino en la propia II República, y en concreto en el intento
de guerra civil por parte de la izquierda revolucionaria (el PSOE) y
los nacionalistas, en octubre 1934. César Alonso de los Ríos
recordó que la tesis del gran parte de la izquierda del PSOE en
los 40', 50' y 60' era precisamente que ellos intentaron traer la
revolución contra una república burguesa.
Pío Moa se centra en este libro en el comportamiento de la
izquierda durante la primavera trágica. Su tesis es que «de
haber rectificado las izquierdas después de su fracaso en el 34,
aquella pequeña guerra civil habría sido muy distinta de la del
36. O, más probablemente, la del 36 no habría sucedido». Pero no
lo hicieron, según relatan sus páginas.
Por un lado estaba la estrategia de los socialistas
revolucionarios. Tras el fracaso de 1934, cuando intentaron derribar
la República porque habían ganado las derechas las elecciones, la
estrategia de Caballero sería distinta: «consiste en ir
desgastando al gobierno, hasta que el sistema alcance una crisis. En
ese punto, hacerse con el poder para llevar a cabo una revolución».
La cuestión está, en tal caso, en cuál fue la actitud de la
izquierda moderada, representada por Manuel Azaña, que había
desbancado a Niceto Alcalá-Zamora como Presidente de la
República, e Indalecio Prieto, del PSOE. Moa lo plantea preguntándose
«¿Qué habrían hecho los gobiernos burgueses de Azaña y Casares
si el proceso revolucionario culminase en una nueva insurrección
como en el 34?»
Azaña, Prieto y la revolución
La respuesta de algunos historiadores, como Malefakis, es que
hubieran respondido defendiendo la República, como lo había hecho
el gobierno radical-cedista en 1934. En tal caso, no habría
verdadero peligro revolucionario y no se justificaría el golpe de
julio. Moa lo ve de un modo distinto.
La mayoría de la de derecha, ante las violaciones sistemáticas
de los derechos «creía que el burgués Azaña frenaría el empuje
ultraizquierdista, y por ello pidió reiteradamente en las Cortes
algo tan elemental como que el gobierno cumpliese e hiciese cumplir
la ley». A ello se negaron él, y más tarde Casares, y lo que
obtuvo como respuesta fueron insultos y amenazas de muerte en
el Parlamento.
En torno a la actitud de la izquierda, no es la que esperaba
la derecha mayoritaria. Azaña declaró «el poder no saldrá ya de
nuestras manos». Por lo que se refiere a Prieto, según Moa «cometió
una cadena de graves ilegalidades, desde la revisión de las actas
obtenidas por la derecha en las elecciones a la politización de la
justicia, pasando por la destitución del presidente de la república,
Alcalá-Zamora. Así el impulso revolucionario desde la calle no era
frenado, sino que se combinaba con la demolición de la legalidad
desde el poder». En resumen, «hay continuidad entre la guerra del
34 y la del 36, y es la continuidad del proceso revolucionario».
Documentación adjunta
Entre la documentación adjunta se encuentra una encuesta del
diario satírico La Traca a sus lectores, con la pregunta: «¿Qué
haría usted con la gente de sotana?». Las respuestas son variadas,
pero se encuentran perlas como «Darles una buena paliza de
quinientos palos a la salida del sol de cada día; Lo que se hace
con las uvas: a los buenos, colgarlos y a los malos, pisotearlos
hasta que no les quedara una gota de sangre; Ponerlos en los cables
de la luz eléctrica, rociarlos con gasolina, pegarles fuego, y
después hacer morcillas de ellos para alimento de las bestias;
Ahorcar a los frailes con las tripas de los curas». Otro propone «subirlos
en aeroplano y tirarlos al espacio, a unos veitemil metros, para que
bajen despacio».
También está el discurso Media España no se resigna a morir,
de Gil Robles, o la intervención del líder de la CEDA en el
Parlamento, tras el asesinato de José Calvo-Sotelo por las fuerzas
del orden, en que se preguntaba retóricamente: «¿Es que no
recordamos que el diputado señor Galarza dijo en el salón de
sesiones que contra el señor Calvo Sotelo toda violencia era lícito?»
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