La juventud española se está dejando influenciar
por las modas, las que los someten sin que ellos se den cuenta, de
sus tentáculos y su poder. Es curioso oír a los jóvenes defender
la libertad, pero a la vez está siendo sometidos a la esclavitud de
la moda. Pero hay modas que no salen gratis, y una de ellas es el
incremento del uso del piercings o "chinchetas"
como los llaman otros a estos adornos.
En una sociedad moderna y del siglo XXI, las personas están
volviendo a costumbres ancestrales, más propias de una tribu de indígenas.
Y no se dan cuenta de los peligros que estos piercings tienen en su
salud física, según los médicos, estos objetos pueden pasar
factura.
RIESGOS. Los médicos no parecen tan conformes con esta
idea. «No recomendamos ninguno, porque todos suponen un traumatismo
externo. El más aceptable es el de toda la vida [en el lóbulo de
la oreja]», dice Lluís Puig, del servicio de Dermatología del
Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. De todos modos,
este experto reconoce que «es raro que la gente no se ponga un
piercing por los riesgos médicos que supone, aunque sería
aconsejable que fuese al médico para que le explicase el tipo de
problemas que puede tener».
«Por lo menos deben conocer los peligros», coincide Pía López
Jornet, profesora de estomatología en la Universidad de Murcia.
Algunos de los problemas que pueden plantear las perforaciones más
frecuentes, y que todo anillador de fiar debería explicarle antes
de perforarle son los siguientes:
Parte superior de la oreja y nariz. Ambas zonas están
compuestas por cartílago, así que la cicatrización es lenta y
pueden formarse granulomas (lesiones abultadas). La nariz es muy
susceptible de infecciones, pues pueden colonizarla estafilococos.
En el pabellón auricular, la proximidad del pelo y la presión al
dormir dificultan la curación y, además, las infecciones son difíciles
de tratar porque la zona no tiene suficiente flujo sanguíneo para
que llegue un antibiótico.
Ombligo. Es la zona más propensa a las infecciones, por los
pliegues que presenta, por lo que este anillamiento exige unos
cuidados higiénicos muy estrictos. La ropa apretada puede
dificultar la cicatrización y facilitar los procesos bacterianos.
No es posible practicarla en ombligos prominentes o en adolescentes
que aún no se hayan desarrollado.
Orales. Tampoco todo el mundo puede hacerse un piercing en la
lengua o el labio. Ambos ocasionan problemas gingivales y dentales,
de modo que no resultan recomendables en personas con un esmalte débil,
con implantes dentales, etcétera. Asociaciones odontológicas de
todo el mundo, la española incluida, se han mostrado en contra de
estas perforaciones. «El piercing dentro de la boca es como una
bola de demolición», señala López Jornet, que ha realizado
varios trabajos sobre estos problemas. Los anillados orales exigen
además cuidados posteriores rigurosos, como el empleo de un
enjuague bucal y no tomar alcohol.
De todos modos, Puig aclara que las complicaciones más graves de
los piercings no son muy frecuentes (suceden en el 5% de los
anillados), aunque problemas como infecciones e inflamación afectan
a la mayoría (al 70%) de los que se anillan. Ninguna perforación
es recomendable en personas con algún problema inmune previo,
anomalías congénitas cardiacas (algunos pendientes podrían
desencadenar una infección en la pared del corazón), ni en
individuos propensos a cicatrices queloides (abultadas) o con
alergias.
De hecho, el dermatólogo advierte que estas joyas pueden causar
sensibilización al níquel (muchos pendientes contienen pequeñas
cantidades de este material, aunque su principal componente sea
otro). «El número de piercings que porta un individuo estaría en
relación directa con el riesgo de desarrollar una alergia al
mencionado metal, lo que explica la elevada prevalencia de
sensibilización al níquel en mujeres, puesto que los pendientes en
los lóbulos de las orejas son la forma de piercing más común»,
explican Puig y otra experta en un reciente artículo de Farmacia
Profesional. |