Una guerra de 25 años cuerpo a cuerpo contra ETA.
ANIVERSARIO
DE LA UNIDAD DE ACCIÓN RÁPIDA
La
Unidad de Acción Rápida de la Guardia Civil nació con espíritu
«guerrillero» para combatir una posible insurrección armada en el
País Vasco
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Corría el año 1978 y España
atravesaba uno de los periodos más convulsos y delicados de su
historia. Franco había muerto tres años atrás y la democracia
daba sus primeros pasos en medio de un clima de gran
incertidumbre. Y ETA, consciente de tal inestabilidad, estaba
dispuesta a explotarla hasta donde le fuese posible echando mano
de todos los medios que tuviese a su alcance. Los máximos
dirigentes de la banda en aquel momento habían dado órdenes
nada más caer el régimen franquista de pasar al conocido como
«nivel cuatro» de subversión. Los etarras se harían fuertes
en un pueblo, declararían su independencia y, a partir de ahí,
intentarían liderar un levantamiento guerrillero generalizado
en el País Vasco y Navarra. |
Las noticias inquietaban, y mucho, a la Guardia Civil.
Su entonces director, Antonio Ibáñez Freire, se reunió con algunos
de sus mandos para analizar la situación y cortarla de raíz. «En
aquel momento, había un temor real a que ETA iniciase una guerra de
guerrillas en el territorio rural y no estábamos preparados para
contrarrestarla. Por eso el director dio orden de crear una unidad
especializada en este tipo de combate. Se trataba de crear una unidad
a imagen y semejanza del COE (Cuerpo de Operaciones Especiales del Ejército)»,
relata el coronel Miguel Astrain, el mando que se encargó, junto al
entonces teniente José Luis Cuasante, de poner en marcha el proyecto
de Ibáñez Freire. Había nacido el embrión de la llamada en un
primer momento Unidad Antiterrorista Rural (UAR) de la Guardia Civil,
que mañana cumple su 25 aniversario. «Al principio se iba a llamar
SOE (Sección de Operaciones Especiales). Pero en aquel momento ese
nombre no sonaba demasiado bien», comenta con una media sonrisa el
coronel.
Decididos, pero no imprudentes.
El punto de partida del grupo fue una unidad que había entonces en
Logroño y que actuaba en el medio rural. «Hicimos –prosigue el
mando del Instituto Armado– una prueba de selección y de allí
sacamos a los primeros 40 miembros. Los sometimos a un duro
adiestramiento físico –como el “conguito”, que consistía en
arrastrarse por unos tubos con todo el equipo y que unos hacían en
quince minutos y otros no podían acabar ni en dos horas–, pero
también tuvimos en cuenta otras cualidades. Queríamos hombres que
trabajasen en equipo y con iniciativa. Que fuesen decididos pero no
imprudentes».
En enero de 1979, los elegidos fueron trasladados a Jaca. Allí
estaba la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales del Ejército,
en la que se formaban en técnicas guerrilleras los soldados y donde
lo harían los hombres de la UAR. Y allí fue donde se decidió que
vestirían una boina negra para distinguirlos de los militares, que
llevaban un uniforme similar al suyo.
En el verano de aquel año, Ibáñez Freire, el padre de la
criatura, ya era ministro de Gobernación, el equivalente al actual de
Interior. Los agentes del UAR se entrenaban en Galicia en técnicas de
submarinismo cuando fueron llamados. No había ninguna misión por
delante. Habían sido requeridos tan sólo para ofrecer una exhibición
en Anguta (La Rioja). Una demostración que, a la postre, resultó
decisiva para el futuro de la unidad. El ministro quedó encantado con
los progresos de la UAR y decidió que la unidad pasase de 50 a 500
hombres, divididos en tres compañías –que operarían en Vizcaya,
Guipúzcoa y Navarra, aunque tendrían su base logística en La
Rioja–, de manera que la unidad se transformó en grupo: el Grupo
Antiterrorista Rural (GAR, ahora conocidos como Grupo de Acción Rápida).
El brutal atentado de Ispaster.
Peñarroya, en Ciudad Real, fue el siguiente destino del grupo. Allí
se concentró y entrenó el medio millar de hombres que ya entonces lo
componían en octubre de 1979. Aunque no tuvieron ocasión de
permanecer durante mucho tiempo allí. El 1 de febrero de 1980, un «comando»
de ETA ametralla un convoy de la Guardia Civil que escoltaba un furgón
con armamento pesado en la localidad de Ispaster (Vizcaya). En el
atentado fallecen seis agentes del Instituto Armado:
-
José
Martínez Pérez
- Carlos Gómez Trillo
- José Gómez Mariñán
- Alfredo Díez Marcos
- Antonio Marín Gamero
- Victoriano Villamor González |
«En ese momento, y sin haber concluido el periodo de formación,
las autoridades deciden que el GAR debe empezar a actuar». Sus 500
miembros son enviados «al Norte», como se conoce en el argot
policial al País Vasco. «Primero estuvimos en el acuartelamiento del
Ejército de Mungía (Vizcaya), y luego cada una de las unidades marchó
a su destino», explica el coronel Astrain.
A partir de entonces, el Grupo Antiterrorista Rural ha combatido
sin descanso a una de las organizaciones terroristas más longevas y
sanguinarias que se conozcan realizando todo tipo de misiones:
detenciones, escoltas de explosivos, patrullas en la frontera,
apostaderos –vigilancias– en los lugares más inverosímiles
durante interminables jornadas de trabajo... En estos días, en el
banquillo de acusados de la Audiencia Nacional se está juzgando a los
etarras que secuestraron en enero de 1996 al funcionario de prisiones
José Antonio Ortega Lara y que lo retuvieron 532 días. Un cautiverio
que casi termina con su vida y al que sólo la perseverancia de la
Guardia Civil, con los GAR en puestos de vanguardia, permitió poner
fin. Sólo cinco días antes de la fecha que Ortega Lara se había
fijado como tope para quitarse la vida.
Operaciones de alto riesgo
La Unidad de Acción Rápida (URA), cuya bandera amadrinará Su
Alteza Real la Princesa de Asturias hoy, se articula en dos órganos:
el Grupo de Acción Rápida (GAR) y el Centro de Aidestramientos
Especiales (CAE). Los miembros del grupo son los que ejecutan las
operaciones contra los terroristas (detenciones, vigilancias...) y los
que, por tanto, reciben el entrenamiento en el CAE. Ambos órganos
tienen su base en Logroño, a la que regresan todos los miembros de
los GAR periódicamente y tras prestar servicio en el País Vasco y
Navarra en misiones.
Las actuaciones del GAR están siempre subordinadas a lo que
dispongan las comandancias correspondientes. El grupo no actúa con
autonomía, sino que apoya a las unidades territoriales en aquellas
misiones específicas que le son asignadas. Así, toda la información
que recopilan la transmiten a las comandancias para que éstas decidan
qué hacer.
En este momento, la UAR tiene unos 500 hombres que deben pasar unas
pruebas muy exigentes. Debido al desgaste que ocasiona un destino tan
duro como éste, los miembros del UAR causan baja en la unidad a los
40 años de edad y los suboficiales a los 45, aunque excepcionalmente
pueden permanecer cumplida esta edad a propuesta del mando de la
unidad.
Desde su creación hace ahora 25 años, cinco miembros de los GAR
han perdido la vida en enfrentamientos con terroristas de ETA y otros
27 más han resultado heridos.
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La Razón. 14 de Junio de 2.005.-