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«¡Oh Jesús, Amado Jesús, Hijo de Dios,
hermano de los hombres, Redentor de la humanidad!
Estoy contento de haberte ofrecido mi vida porque Tú me
llamaste.
Ahora que llega a su fin, recíbela en tus manos como un
fruto de la humilde tierra, como si fuera un poco del pan y del
vino de la Misa; y preséntala al Padre, para que Él la bendiga
y la haga digna de habitar junto a tu infinita belleza,
perdonando mis faltas y pecados. Y que yo pueda cantar
eternamente tu alabanza, lleno mi ser del gozo inefable de tu
Espíritu».
+ Marcelo Cardenal P. A. de Toledo. |