07 de febrero de 1944.

Para el Conde de Barcelona.

Contesto Vuestro telegrama del día 3.

Vuestras declaraciones con vistas a agradar al exterior han causado, por el contrario, en España penosísima impresión aun en aquellos ligados a la monarquía por lazos más estrechos, y constituyen una grave nota discordante ante la unidad con la que todos los españoles, no rojos, de dentro y fuera han respondido. Incidentes actuales de la política exterior española son debidos a la defensa activa que hacemos de nuestros derechos soberanos y constituyen el fruto natural de propagandas apasionadas y de españoles inconscientes, en el mejor de los casos, que les engañan al ofrecerles apariencias de desunión.

España no está dispuesta a consentir que con motivo de la general contienda puedan desvirtuarse los frutos de la victoriosa Cruzada y defenderá por todos medios, sin contar los días ni los años, nuestra soberanía hasta el último hombre y el último católico (sic).

Instauración de la monarquía hacia la que caminábamos con paso firme y que hubiera sido seguramente proclamada, en servicio exclusivo de España, es incompatible con disidencias y conflictos provocados por grupos monárquicos y por manifestaciones públicas de divergencia y de hostilidad hacia el Régimen creado como consecuencia de nuestra Cruzada, reconocido libremente por todas las naciones.

Mis cartas han tratado, en todo momento, de vencer vuestra obstinación y lamento de todo corazón divergencias fundadas en evidente error del que no queréis salir.

Lo que yo no puedo ni haré jamás es traicionar el espíritu de los que combatieron, convertir a España en una nación vil y no caballerosa, ni hacer lo contrario de lo que, para el mejor servicio de España, mi conciencia y mi deber me dictan. Por mi historia y mis servicios creo merecer una mayor estima a mi capacidad.

Por valija contesto Vuestra carta del 25 de enero. 

Generalísimo Franco. 7 de febrero de 1944.