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Actualizada: 14 de Abril de 2.008.  

 
 
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A los 77 años de la proclamación de la República.

La jornada del 14 de abril de 1931 en Barcelona.


Eduardo Palomar Baró.

Introducción.
Pacto de San Sebastián.

Intento golpista.

Proclamación de la República y huída de Alfonso XIII.
Primer Gobierno.
La jornada del 14 de abril de 1931 en Barcelona.
Primeras manifestaciones callejeras.
Izada la bandera republicana en el Ayuntamiento.
Momentos de ansiedad.
El líder de la Izquierda Catalana.
En las Ramblas.
Telegrama a Niceto Alcalá Zamora.
En la Diputación.
El Gobierno de Cataluña.
Llegada del Presidente de la Diputación.
Proclama.
El Presidente de la República de Cataluña.
Mantener el orden.
En el Salón de Ciento.
La constitución del nuevo Ayuntamiento.
Incidentes con tres heridos.
En el Gobierno Civil.
Iglesias se niega a entregar el mando al Presidente de la Audiencia.
Capitanía General.
Jefatura de Policía.
En las fábricas y talleres.
En la Cárcel Modelo.
Dos muertos y varios heridos.
El Gobierno republicano pide no se cometan atropellos.
A la clase trabajadora.
En la Plaza San Jaime.
Epílogo.


La II República española llegó al poder el 14 de abril de 1931, tras unas “curiosas” votaciones. El domingo 12 de abril tuvieron efecto unas elecciones municipales, es decir, de carácter administrativo, que dieron por resultado 22.150 concejales monárquicos, contra 5.775 de los partidos adversarios de la Monarquía, coaligados. El domingo anterior, el 5 de abril, habían sido proclamados en virtud del artículo 29, es decir, sin lucha, 14.018 monárquicos y 1.832 antimonárquicos. Sin embargo, republicanos y socialistas, vencedores en la mayoría de las capitales, en una nota publicada al día siguiente, atribuían a las elecciones “valor de plebiscito, desfavorable a la Monarquía y favorable a la República”, en el que habían colaborado “todas las clases sociales del país y todas las profesiones”. Estimaban llegada la hora de que “las instituciones más altas del Estado, los órganos oficiales del Gobierno y los institutos armados se sometieran a la voluntad nacional”, pues, en caso contrario, “declinarían ante el país y la opinión internacional la responsabilidad de cuanto inevitablemente habrá de acontecer”.

De inexpertos y candorosos se acreditaron la mayoría de los ministros en su comportamiento con los revolucionarios, al brindarles facilidades y un trato de singular benevolencia en sus propagandas escandalosas contra la Monarquía.

Al día siguiente de las elecciones, el Presidente del Consejo, Juan Bautista Aznar, de setenta y un años, capitán general de la Armada y ex ministro de Marina, presentaba un aspecto a la vez de estupor y de vencido, respondiendo a la pregunta de los periodistas de “¿Habrá crisis?”, con esa frase cargada de gran pesimismo: “¿Qué más crisis quieren ustedes, que la de un pueblo que se acuesta monárquico y se levanta republicano?” Desde luego, ni los propios republicanos esperaban un resultado electoral tan aplastante y catastrófico para la Monarquía. El propio Manuel Azaña manifestaba a un redactor de La Tierra: “Es ingenuo esperar algo de las elecciones”. A Largo Caballero tampoco le inspiraba ninguna confianza estas votaciones, a las que tachaba de “juego inútil y sin importancia que únicamente serviría para fortalecer el Trono”. El jefe radical Lerroux, escribió en su libro La pequeña Historia. España 1930-1936, que “nadie creía ni esperaba en España que el cambio de régimen se realizase como consecuencia de unas elecciones, y menos de esas elecciones”.

La misma incredulidad tenían Indalecio Prieto y el agitador radical-socialista Marcelino Domingo, que les sorprendió el acontecimiento desterrados voluntariamente en París.

ARRIBA    



La Dictadura del general Miguel Primo de Rivera cae el 29 de enero de 1930, y el nuevo gobierno presidido por el general Dámaso Berenguer trata inútilmente de volver a la situación anterior a la Dictadura, pero es imposible. El sistema político de la Restauración estaba agotado. En el verano de 1930, con el gobierno en plena crisis, se produce un pacto de unión entre diversos sectores del nuevo republicanismo. El así denominado “Pacto de San Sebastián”, clave en el tránsito de la Monarquía a la República y firmado por representantes de las principales fuerzas sociales de izquierdas posibilitó una futura acción conjunta antimonárquica.

Sus principales componentes fueron:

- El republicanismo “histórico”, encarnado en la figura de Alejandro Lerroux, fundador del Partido Radical en 1908.

- La nueva izquierda republicana de Manuel Azaña que junto con Marcelino Domingo y Álvaro Albornoz, representaba los elementos del radical-socialismo.

- Los socialistas, cuyas principales figuras eran Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos. El primero convenció a los socialistas a unirse a las posiciones republicanas.

- El catalanismo de izquierdas con Carrasco Formiguera, Matías Mayol y Aiguadé.

- El regionalismo gallego, con Casares Quiroga al frente del partido republicano gallego.

- El republicanismo moderado con Niceto Alcalá Zamora o Miguel Maura. Alcalá Zamora fue elegido presidente del comité revolucionario creado con la firma del Pacto de San Sebastián.

ARRIBA      



Antes de que el “Pacto de San Sebastián” pudiera plantearse como una verdadera alternativa al cambio de sistema, los partidarios más acérrimos de la instauración de la República intentaron la vía golpista. Estimulada por diversos círculos militares (Unión Militar Republicana ‘U.M.R.’) la guarnición de Jaca (Huesca) con el capitán Fermín Galán y el teniente García Hernández al frente, se sublevaron contra la Monarquía y proclamaron la República, pero sufrieron un grave error al no romper las comunicaciones con Francia, por lo que el Gobierno, enterado del levantamiento, pudo tomar las medidas necesarias para sofocarlo. Una vez aislados los rebeldes, fueron hechos prisioneros y sus cabecillas, Galán y García Hernández, fusilados. De esa forma, la República había conseguido sus mártires.

La represión no acabó aquí, pues todos los firmantes del “Pacto de San Sebastián” fueron encarcelados por lo que su reputación aumentó mucho desde sus celdas. El rey Alfonso XIII decidió poner a prueba a la opinión pública convocando elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. La escasa popularidad de la monarquía quedó patente en la victoria de las candidaturas republicanas en todas las principales ciudades españolas. Aunque los datos oficiales, como hemos citado más arriba, fueron favorables a los concejales monárquicos, en aquella época los votos de las ciudades eran los que decidían y éstas habían votado mayoritariamente por la República.

ARRIBA    



La proclamación de la República fue acogida con euforia por la mayoría de la población, ya que representaba la esperanza de una nueva España moderna y más justa.

El rey Alfonso XIII abandonó España rumbo a  un exilio voluntario. Antes de marcharse dejó a los españoles esta proclama:

“Las elecciones celebradas el domingo, me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo [...]. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro, en fraticida guerra civil [...]. Espero conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de España, reconociéndola como única señora de sus destinos”.

ARRIBA     



El primer jefe de Gobierno fue Niceto Alcalá Zamora, pero en el nuevo gabinete ya podía identificarse un alto componente de miembros de corte anticlerical o que ejercían profesiones liberales, representantes de la Institución Libre de Enseñanza. Los ministros de ese Gobierno republicano (14-4-1931 a 14-10-1931) eran, de izquierda a derecha de la foto: Diego Martínez Barrio (Comunicaciones); Álvaro de Albornoz y Liminiana (Fomento);  Francisco Largo Caballero (Trabajo-Previsión Social); Miguel Maura Gamazo (Gobernación); Alejandro Lerroux García (Estado); Niceto Alcalá Zamora (Presidente); Luis Nicolau d’Olwer (Economía); Fernando de los Ríos Urruti (Justicia); Indalecio Prieto Tuero (Hacienda); Marcelino Domingo Sanjuán (Instrucción Pública y Bellas Artes); Manuel Azaña Díaz (Guerra) y Santiago Casares Quiroga (Marina).

Nada más formarse este nuevo Gobierno, la República tuvo su primera dificultad ante la reaparición con fuerza del catalanismo político, que debía su fuerza a una combinación de la expansión económica catalana y su renacimiento literario. Desde el balcón de la Generalitat su principal líder, Francesc Maciá, proclamó la República Catalana. Varios ministros viajaron urgentemente de Madrid a Barcelona para persuadir a Maciá de que abandonara su idea y se mostrara favorable  la adopción de un estatuto de autonomía promulgado por las Cortes, a lo que accedió.

Sin embargo, menos de un mes después de la proclamación de la República, el lunes 11 de mayo de 1931 se desató el anticlericalismo que ésta había provocado, convirtiéndose en violencia callejera, prendiendo fuego a iglesias y conventos en Madrid, no haciendo nada la policía republicana para impedir la quema. El futuro presidente de la República, Manuel Azaña Díaz, dijo ese día: “Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano”.  

Los católicos no olvidaron esta actitud de las autoridades, mientras los republicanos promulgaban una Ley de Defensa de la República.

El 28 de junio de 1931 se celebraron elecciones con un notable índice de participación que superaba el 70%. El sistema electoral, que primaba las mayorías otorgó un rotundo triunfo al Gobierno provisional formado tras las elecciones de abril y dio el siguiente resultado en escaños.

Formaciones Centro-Izquierda
PSOE    117 escaños
Partido Republicano Radical-Socialista 59      
Ezquerra Catalana 32      
Acción Republicana 27      
ORGA (Nacionalistas gallegos)  16      
Agrupación al Servicio de la República 14      
Federales       14      

Formaciones Centro-Derecha

Partido Radical 93  escaños
Partidos Monárquicos 36       
Partido Republicano Conservador  27       
Partido Agrario 26       
Vasconavarros 14       
Lliga Regionalista  3       
Otros Partidos Centro-Derecha 6       

Las elecciones dieron la mayoría de los escaños a los socialistas y republicanos, los partidos que pertenecían a la izquierda y al centro.

Manuel Azaña Días fue elegido nueve jefe de Gobierno.

 

ARRIBA     



El miércoles 15 de abril de 1931, los diarios de Barcelona publicaban con grandes caracteres el acontecimiento político de la ‘Proclamación de la República’ que tuvo lugar el martes 14 de abril.

Se podían leer titulares, tales como: 

Se constituye un Gobierno provisional presidido por el señor Maciá. Los republicanos se posesionan del Ayuntamiento y de la Diputación. Animación extraordinaria en las calles y desfile de banderas. Han sido libertados los presos de la Cárcel Modelo y Cárcel de Mujeres. Las manifestaciones populares continuaron hasta la madrugada. Por Radio y mediante poderosos altavoces, el Gobierno provisional aconseja a los obreros que no abandonen el trabajo y que mantengan el orden.

 

ARRIBA    



Ante los acontecimiento políticos producidos el 14 de abril de 1931, había en la ciudad de Barcelona un ambiente de expectación y de ansiedad que fue haciéndose más denso y vivo a medida que avanzaba el día. A las once de la mañana la gente se hacía la pregunta de que noticias había de Madrid y que es lo que estaba ocurriendo. Se supo que en Zaragoza se había declarado la huelga general y proclamada la República, lo que hizo crecer la excitación, brotando los primeros conatos de manifestación.

Hacia las 12:30 un grupo de jóvenes organizó una pequeña manifestación en la Rambla de Canaletas, que entre aplausos y vítores a la República se dirigió Ramblas abajo hasta llegar al Llano de la Boquería, en donde les salieron unos cuantos guardias de seguridad que dispersaron a los manifestantes. Estos se volvieron a agrupar y marcharon de nuevo Ramblas arriba ente clamorosos aplausos y ovaciones. La manifestación se fue engrosando y al llegar a la Rambla de Canaletas era considerable.

Detrás de los manifestantes marchaban varias parejas de Caballería del Cuerpo de Seguridad, en actitud completamente pasiva, ovacionándoles el público al grito de “¡Viva la Guardia republicana!”.

Después los manifestantes bajaron por las Ramblas hasta la calle de Fernando. Al frente iban varios jóvenes portando banderas de los colores republicanos. De la calle Fernando a la plaza de San Jaime donde había un considerable gentío, y poco antes de las 13 horas, se presentó en dicha plaza un nutrido grupo de manifestantes al frente de los cuales iban el ex diputado y concejal electo, Luis Companys y significados elementos de Izquierda Catalana, los cuales entraron en el Ayuntamiento, dirigiéndose al despacho de la Alcaldía, donde se encontraba el alcalde accidental, Martínez Domingo.

Companys requirió al alcalde para que le hiciera entrega de la vara, ya que los concejales electos, considerándose los verdaderos representantes del pueblo y de las aspiraciones políticas de la ciudad y del país, estimaban debían posesionarse inmediatamente del Ayuntamiento.

Sorprendido Martínez Domingo, pero convencido de que todo empeño en contra resultaría inútil, llamó al jefe de la Guardia Urbana, Ribé, y en su presencia y en la de Torrubia y otros altos empleados, entregó la vara, saliendo seguidamente del despacho y abandonando las Casas Consistoriales en unión del jefe de la minoría regionalista, Maynés, y de otros concejales y personalidades.

Los nuevos concejales celebraron después un cambio de impresiones, conviniendo en principio designar alcalde a Companys.

 

ARRIBA    



Poco después de las 13:30 era izada la enseña tricolor en el balcón principal del Ayuntamiento, siendo acogida con gran fervor. El nuevo concejal Lluhí y Vallescá salió al balcón y arengó a las masas, pidiendo que mantuvieran su entusiasmo y estuvieran plenamente serenos, pues sólo así podría consolidarse la naciente República. El Ayuntamiento de Barcelona -añadió- que es el único poder legítimo de la ciudad, se reunirá con Maciá para encargarse del poder de toda Cataluña.

Companys se asomó para decir: “Tened serenidad que la República sabrá representar a la mayoría del pueblo. ¡Visca Catalunya, visca la República!

También habló el concejal radical electo, Giralt, quien dijo: “Catalanes: como os prometíamos en los mítines, hemos venido a esta casa a proclamar la República, y aquí estamos y aquí proclamamos la República por Cataluña y por España. El partido republicano radical tiene a gran honor levantar su bandera republicana junto a la bandera de Cataluña. Aquí todos somos soldados servidores de la República, que en los momentos de peligro nos hemos encontrado juntos”. Fue muy aplaudido.

Además de la bandera republicana fue izada en el mástil colocado en lo alto del edificio la bandera catalana.

ARRIBA     



Los salones del Ayuntamiento se fueron llenando de elementos izquierdistas que comentaban los acontecimientos que se desarrollaban e inquirían noticias sobre los sucesos políticos de Madrid. En general, sobre éstos, la desorientación era absoluta, pues mientras unos aseguraban que el rey había resignado ya sus poderes, otros sostenían que el Gobierno del general Aznar continuaba actuando.

ARRIBA    



A las dos de la tarde llegó al Ayuntamiento el líder de Izquierda Catalana, Francisco Maciá, que a duras penas logró abrirse paso entre la multitud que llenaba la Plaza de San Jaime, ya que el público se abalanzaba sobre él para abrazarle, teniendo que intervenir varios Guardias Urbanos para protegerlo. Una vez que Maciá era recibido en los salones, un individuo salió al balcón y con un cornetín interpretó “La Marsellesa”, coreándola el público estacionado en la plaza.

A las dos y cuarto y entre una ovación clamorosa apareció en el balcón Maciá, y tras hecho el silencio, dijo:

“Ciudadanos: En nombre del pueblo de Cataluña yo proclamo desde aquí el Estado Catalán y proclamo la República catalana.  Además, solemnemente os digo que con todo cariño vayamos a la Confederación con las demás Repúblicas de España. Ahora formemos el Gobierno de la República catalana y aquí estaremos dispuestos a defenderla hasta morir.”

Nuevos vivas y aplausos subrayaron las últimas palabras de Maciá. Después éste, acompañado de Companys, Casanovas y demás concejales electos se trasladaron a la Diputación provincial.

 

ARRIBA    



De todas partes surgían grupos con banderas republicanas y catalanas -éstas en menor número- y las gentes corrían de un lado para otro dando vivas a la República. Muchos balcones de las Ramblas y de la Plaza de Cataluña se engalanaron con banderas tricolores y colgaduras de estos colores. El diario “El Matí” que tenía su redacción en la Rambla de Canaletas, colocó una bandera catalana y el semanario “La Rambla” otras dos con los colores catalanes y republicanos. La gente joven, entre ellas algunas señoritas, tomaron por asalto los tranvías, cuyos imperiales se atestaron, y desde ellos tremolaban las banderas y cantaban “La Marsellesa”. Muchos coches fueron ocupados por entusiastas republicanos y materialmente cubiertos con banderas y colgaduras. El instinto comercial de la gente quiso aprovecharse del gran momento pasional y aparecieron vendedores de lacitos de los colores rojo-amarillo-morado y retratos de los hombres de la República.

ARRIBA    



El nuevo alcalde Companys, apenas se posesionó provisionalmente de la Alcaldía, dirigió a Niceto Alcalá Zamora el siguiente telegrama:

“Esta mañana, a las doce, acompañado de los concejales electos, he requerido al alcalde accidental, Martínez Domingo, la entrega de la vara de alcalde y del cargo, lo que ha hecho haciendo constar su protesta. Le saludo: Companys.”

ARRIBA    



Un numeroso grupo penetró en la Diputación y en el balcón principal fue izada la bandera republicana, en medio de grandes aplausos y cantando el público “La Marsellesa”. Colocaron un cartel en los balcones que daban a la Plaza de San Jaime, en el que se leía:  “El Rey Alfonso ha abdicado. Gobierno provisional. Viva la República.”

ARRIBA    



Maciá en compañía de Gassol, Aiguadé y Casanovas se dirigió al Palacio Provincial, desde cuyo balcón y, una vez acallados los aplausos, dijo:

“En nombre del pueblo he tomado posesión del Gobierno de Cataluña. Hoy el pueblo nos ha dado su voto para que gobernemos la ciudad, y yo, en nombre de Cataluña, me hago cargo de su gobierno y os digo, que aquí nos quedamos dispuestos a defender sus libertades. Espero que el pueblo sabrá hacer lo mismo. De aquí no nos sacarán más que muertos. También os digo que nos hemos de hacer dignos de esta libertad.”

Después habló Gassol, quien dijo que desde entonces Cataluña tenía dos banderas: la catalana y la republicana.

Seguidamente se reunieron en el despacho de la Comisión de Beneficencia y de Sanidad, los señores Maciá, Aiguadé, Gassol, Bertrand de Quintana y Escofet.

ARRIBA    



En aquel momento llegó el presidente de la Diputación, Maluquer y Viladot, -que estaba comiendo cuando recibió las primeras noticias de lo que ocurría-, dirigiéndose a los reunidos y les dijo:

“Vengo a protestar de lo que ha pasado y a exigir que se desocupe esta casa, de la cual yo soy el presidente”.

Maciá le contestó que les había llevado a la Diputación la voz del pueblo y que Maluquer representaba a la Monarquía. Replicó Maluquer, ya que él ocupaba la presidencia de la Diputación por exclusiva voluntad de los diputados y que, por lo tanto, sólo por la fuerza abandonaría su puesto. Maciá puso una mano sobre la espalda de Maluquer, y éste se retiró del Palacio provincial.

ARRIBA    



Maciá y sus amigos pasaron a ocupar el despacho presidencial, desde donde dictaron la siguiente nota:

“En nombre del pueblo de Cataluña proclamo el Estado catalán, bajo el régimen de una República catalana, que libremente y con toda cordialidad anhela y pide a los otros pueblos de España su colaboración en la creación de una Confederación de pueblos ibéricos y está dispuesta a lo que sea necesario para librarlos de la Monarquía borbónica. En este momento hacemos llegar nuestra voz a todos los Estados libres del mundo, en nombre de la Libertad, de la Justicia y de la Paz Internacional. Francisco Maciá.”

ARRIBA    



En el salón de sesiones del Palacio provincial se reunieron bajo la presidencia de Maciá los concejales republicanos del Ayuntamiento de Barcelona, los cuales por unanimidad proclamaron presidente de la República catalana a Francisco Maciá.

ARRIBA    



Desde el Ayuntamiento, los concejales Giralt, Aragay y Solá de Cañizares invitaron al pueblo de Barcelona a que mantuviera a toda costa el orden, y que rechazaran a los provocadores para evitar que se malograran los esfuerzos de los que acababan de proclamar la República. También habló el capitán de artillería Eduardo Medrano, que estuvo preso y separado del cuerpo por las sublevaciones de los artilleros. El capitán Medrano aconsejó calma, manifestando que el Ejército estaba con el pueblo y que pronto serían libertados todos los presos políticos y sociales. Terminó vitoreando a Galán y a García Hernández.

 

ARRIBA    



A las cinco de la tarde se abrieron las puertas del Ayuntamiento, y las gentes que se apiñaban a la entrada, ocuparon por completo el histórico Salón de Ciento. Hacia las cinco cuarenta y cinco, hizo su entrada, vistiendo el uniforme militar, el general Eduardo López Ochoa.

ARRIBA    



A las 19:30 aparecieron en el Salón de Ciento los nuevos concejales. La presidencia fue ocupada por Aiguadé, Casanovas y Companys. Hecho el silencio, Comas, dijo: 

“Ha quedado constituido el Ayuntamiento de la ciudad, siendo nombrado alcalde el doctor Aiguadé. Companys ha sido designado para ministro de la República española.”

Aiguadé dijo que era preciso mantener el orden en las calles, porque hay algunos provocadores que pretenden malograr nuestra obra. Companys pidió a todos los ciudadanos de Barcelona a poner su entusiasmo y esfuerzo para estructurar la República, de modo que sea una garantía para todas las clases sociales. Giralt, en nombre de la coalición republicana-socialista, dijo: “Toda una juventud al servicio de los ideales republicanos tienen hoy como epílogo esta jornada gloriosa.” Recordó a los que sucumbieron por la República en Jaca.

Seguidamente se da una lista de los concejales designados para las tenencias de Alcaldía. A continuación Jové, en representación de la Unión General de Trabajadores, promete hacer resonar siempre en el Consistorio la voz del proletariado, recomendando, por otro lado, orden, disciplina y trabajo y pide a todos los trabajadores que se reintegren hoy a sus puestos, laborando, si es posible, con más afán y perfección que antes, para que no pueda desprestigiarse a la nueva República. En nombre de la Derecha Republicana de Cataluña habló Solá de Cañizares, diciendo que la Derecha Republicana no es un partido revolucionario, es un partido de orden y gubernamental, que quiere mantener el principio de autoridad, pero de una autoridad verdadera, justa y legítima. Nuestra labor revolucionaria termina hoy. Velilla, en nombre del Partido Federal dice es preciso evitar la contrarrevolución que pueda hacerse contra esta República. Campalans como representante de la Unión Socialista de Cataluña, se muestra también partidario de mantener el orden sobre todo. Da el toque de alarma contra los provocadores, recomendando la serenidad y la reanudación del trabajo. Casanovas dice que la ciudad de Barcelona se ha redimido al recobrar su plena soberanía. Dedicó un recuerdo a los presos, y que pronto serían puestos en libertad. Pero esto no han de hacerlo las multitudes, sino el alcalde y los hombres que le acompañan.

Antes de dar por terminado el acto, el alcalde Aiguadé comunicó que en la Diputación se estaba ultimando la orden de liberación, en nombre del presidente de la República catalana, de todos los presos políticos y sociales.

ARRIBA    



Cuando una manifestación que bajaba desde la Plaza Cataluña en dirección a las Ramblas, sonó un disparo, ocasionando unos momentos de alarma, resultando herido por arma de fuego en el codo un joven de 18 años. También fueron asistidos en los dispensarios un guardia civil con una herida de bala en la rodilla y un jornalero con una herida también por arma de fuego en la región glútea con orificio de entrada y salida, pasando luego de ser asistido al hospital Clínico.

En la plaza de la Universidad un grupo de estudiantes llegaron a las puertas de la Universidad exigiendo fuera izada la bandera catalana. Lo bedeles se resistieron, alegando que el rector no se encontraba presente, pero ante la amenaza de que serían rociadas las puertas del edificio con líquidos inflamables, dejaron franco el paso a los estudiantes, los cuales izaron la enseña catalana. En dicha plaza había numerosas fuerzas del cuerpo de seguridad, que observaron una actitud indiferente ante los acontecimientos.

ARRIBA    



El gobernador civil Márquez Caballero manifestó a los periodistas que las manifestaciones que tenían lugar por las Ramblas no tenían razón de ser, ya que no servían más que para empeorar la situación del país.

Hacia las ocho de la noche  el gobernador recibió al Comité Ejecutivo de Acción Ciudadana, el cual reclamaba la entrega del mando de la provincia a Emiliano Iglesias, a lo que Márquez Caballero contestó al Comité, que careciendo de noticias oficiales de la constitución del Gobierno republicano, no podía entregar el mando. Añadió que no tenía facultades para transmitir el mando, “puesto que la ley no me las concede, y he de esperar órdenes para entregar el cargo”.

El Comité decidió trasladarse a Capitanía para conferenciar con el general Despujol. Después de las 20:30 volvió Emiliano Iglesias con el Comité para manifestar a Márquez Caballero la entrevista mantenida con el general Despujol, el cual les había asegurado que el ejército estaría siempre al lado de todo Gobierno legalmente constituido, agregando que, por su parte, no se opondría a que el pueblo se encargara del mando civil de la provincia. El gobernador, que acababa de hablar por teléfono con el nuevo ministro de la Gobernación, Miguel Maura, le había ordenado que entregara el mando al presidente de la Audiencia, y que él tenía que cumplir la orden, no pudiendo por lo tanto, atender el requerimiento de Emiliano Iglesias. Este, por su parte, replicó que la voluntad del pueblo era la de posesionarse inmediatamente del Gobierno Civil, y que acatando aquella voluntad, asumía el mando de la provincia. Salió al balcón, y después de relatar la entrevista con el general Despujol, que mientras se designaba a otra persona de mayores capacidades que las suyas, quedaba al frente del Gobierno Civil. Recomendó a las masas la mayor cordura, agregando que se cuidara del mantenimiento del orden, para el mejor éxito de la República, contando con el concurso del ejército, que no irá, como otras veces, contra el pueblo, sino que estará al servicio del pueblo. Acto seguido tomó asiento en el sillón del gobernador.

El teniente de Seguridad José Vázquez encargado de la vigilancia del Gobierno Civil, se puso a las órdenes de Iglesias, añadiendo que con la misma lealtad que había servido a la Monarquía, serviría a la República, agradeciendo Emiliano Iglesia estas manifestaciones de adhesión, haciéndole salir al balcón. La presencia de Vázquez provocó airadas protestas, llegando algunos de los manifestantes a intentar entrar violentamente en el Gobierno Civil. Por fin, obligados los guardias a quitarse el casco, el escudo y las insignias, los ánimos se calmaron. Mientras se registraban estos incidentes, varios individuos subieron al primer piso y colocaron la bandera catalana.

ARRIBA    



Acompañado del secretario del Gobierno Civil Azcárraga, llegó al Gobierno Civil, el presidente de la Audiencia, Lassala, a quien Miguel Maura, el nuevo ministro de la Gobernación, había designado se encargara provisionalmente del mando de la provincia. Pero Iglesias no sólo se negó a entregar el mando, sino que le invitó a retirarse, puesto que él estaba ya allí por la voluntad popular, abandonando el edificio el señor Lassala.

ARRIBA    



Un numeroso grupo de jóvenes estuvo en Capitanía para pedir al general Despujol que se izara la bandera tricolor en el edificio y ordenara que a los fusiles de los soldados de la guardia, les mandara envainar los machetes. Despujol les replicó que él no tenía orden del Gobierno, para disponer tal cosa, que cumpliría gustoso cuando se lo ordenara el jefe del ministerio legalmente constituido.

Después de las nueve de la noche se puso la bandera republicana.

Un numeroso grupo situado en el paseo de Colón, con banderas daban vivas a la República y pedía a gritos que se entregara el mando a un jefe republicano. Salieron al balcón varios jefes y oficiales, siendo el capitán Jesús Rubio quien se dirigió a los que formaban el grupo, diciéndoles que se había encargado del mando a un general de ideales republicanos y que había sufrido persecución de parte de las dictaduras. Añadió que el nuevo capitán general había dispuesto que salieran a la calle dos baterías de artillería para proclamar la República.

Más tarde se supo que había sido designando para la Capitanía, el general Eduardo López Ochoa.

ARRIBA    



El jefe superior de policía, Rufilanchas, hizo entrega de dicho cargo a Adolfo de Miguel, el cual se dirigió a la jefatura ordenando se pusiera en el balcón principal la bandera tricolor. También ordenó que los guardias de seguridad ostenten en el brazo izquierdo, lazos con los colores de la bandera republicana. Reiteró que las fuerzas de seguridad protegerían con toda energía la propiedad privada y, a las personas de cualquier asalto de que pudieran ser objeto.

ARRIBA    



Al llegar a las barriadas la noticia de haber sido proclamada la República en el Ayuntamiento, los obreros abandonaron las fábricas y talleres para dirigirse al centro de la ciudad. Cantaban “La Marsellesa”, dando vivas y tremolando la bandera tricolor.

 

ARRIBA    



Hacia las 19 horas comenzaron a llegar a las puertas de la Cárcel Modelo, grupos en su mayoría de obreros, que comenzaron a pedir la libertad de los presos políticos. A los gritos de ¡Viva la República! trataron de penetrar en la cárcel, sin que a ello se opusiera la fuerza pública. Los manifestantes irrumpieron en el patio exterior reclamando la libertad de los presos y echando abajo con grandes martillos de hierro las verjas que defienden la entrada al interior de la prisión, en la que penetraron los manifestantes, recorriendo las galerías y poniendo en libertad a todos los presos, políticos y comunes, no sin antes haber prendido fuego a los ficheros y archivos que encontraron en las oficinas de la prisión celular. Sólo quedaron en el interior unos cuantos perturbados, dos ciegos y dos enfermos graves.

A las diez menos cuarto de la noche llegó a la prisión una brigada de bomberos para sofocar los incendios que los amotinados produjeron en las oficinas. La Guardia Civil de caballería que daba guardia exterior al edificio presenciaron los sucesos sin intervenir en ningún momento.

También en la cárcel de mujeres de la calle Amalia, se dirigieron manifestantes, dando vivas a la República, y tras asaltar el edificio, pusieron en libertad a cuantas mujeres sufrían prisión. Se enviaron fuerzas a dicho lugar, para reprimir los excesos que pudieran cometer las turbas.

ARRIBA    



Un grupo de paisanos pretendió asaltar la Delegación de Policía de Atarazanas, sita en la calle del Marqués del Duero. Los guardias recibieron a tiros a los asaltantes, y que a consecuencia del tiroteo resultó muerto un soldado que pasaba por aquel lugar. Además resultaron heridos una quincena de personas y un guardia de seguridad.

En la calle Ancha hubo otro tiroteo resultando muerto el vigilante nocturno Buenaventura Alcina Casas de 60 años y con heridas graves el guardia de seguridad número 545.   

 

ARRIBA    



Por medio de la radio se difundieron por la ciudad las órdenes del Gobierno republicano de Barcelona exhortando a todos los obreros a que no cometan atropellos ni violencias, y mantengan el orden, no escuchando las falsas proclamas de los perturbadores ni entorpezcan la circulación de los tranvías, autobuses y automóviles, acudiendo además al trabajo todos para que la vida ciudadana se desarrolle normalmente.

ARRIBA    



Reunidos los comités de la Federación local de grupos socialistas y de la Unión General de Trabajadores, acordaron hacer públicos los siguientes acuerdos:

1º.- Felicitarse de que la implantación de la República en España se haya logrado sin efusión de sangre y por un acto cívico del pueblo.

2º.- Recomendar a la clase trabajadora, que con objeto de continuar dando la sensación de serenidad y firmeza, se reintegre al trabajo, después de celebrar dignamente la restauración de la República.

3º.- Que se congratula de que uno de los primeros acuerdos del gobierno provisional haya sido el de libertar a todos los presos políticos y sociales.

4º.-  Que todos los trabajadores de Barcelona y Cataluña no obedezcan más órdenes que las que emanen de sus correspondientes comités autorizados y se desentiendan de los que puedan dictar elementos perturbadores de la paz y el orden, que no son más que conspiradores contra la República.

Barcelona, 14 de abril de 1931.

Por la Unión General de Trabajadores: J. Zaragoza, vicepresidente y M. Martínez Cuenca, secretario. - Por la Federación Local Socialista, R. Pla y Armengol, presidente y Juan Sánchez Marín, secretario.

 

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Durante toda la noche estuvo la Plaza de San Jaime atestada de público, que vitoreaba a la República. En el Ayuntamiento han quedado en Junta permanente cinco tenientes de alcalde y varios concejales.

A las dos de la noche llegó a la Plaza de San Jaime una batería del cuarto de Artillería de a pie, con bayoneta calada y mandada por un teniente, que fue recibida con aclamaciones. El jefe de la fuerza leyó en el centro de la plaza el manifiesto de Maciá proclamando la República, penetrando seguidamente en el Ayuntamiento, desde donde, poco después, el teniente de alcalde señor Comas, se dirigió al público estacionado en la plaza, rogándoles que se disolvieran con el mayor orden, dando antes un “¡Viva la República!”

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La alegría y el bullicio de las primeras horas de la tarde del 14 de abril de 1931, se convirtió en un alboroto enloquecedor, que se levantaba a la vez en todas partes. En el principio, la República fue júbilo inconsciente. El pueblo se encontró dueño absoluto de la calle.

Pero esta euforia y alborozo duró escasamente un mes, ya que el 11 de mayo de 1931, en Madrid, las turbas ávidas de motín, incendiaron los coches estacionados en la calle de Alcalá, frente al Círculo Monárquico de la capital de España, quemaron un quiosco de El Debate, intentaron en la calle Serrano el asalto del edificio de ABC, diario monárquico al que se le acusaba de ser inspirador de las provocaciones.

A las tres de la tarde desfiló por la Castellana un piquete de infantería con la banda de música, que iba declarando el estado de guerra.

Hacia las 10 de la mañana empezó la quema de conventos. Un grupo de manifestantes se dirigió a la iglesia de los jesuitas de la calle de la Flor, y provistos de trozos de madera de vallas y de bidones de gasolina, prendieron fuego en la puerta del mencionado templo que da a la Avenida de Eduardo Dato. A las dos y media quemaron el convento de las Maravillas, en la calle Bravo Murillo. A las cuatro y media las masas prendieron fuego a un convento  situado en la calle Villamil, así como a la iglesia de Bellavista. Una gran multitud se congregó frente al convento de monjas situado en Chamartín de la Rosa, presenciando el incendio, que a las 19:30 quedaba completamente destruido el edificio...

Esta quema de conventos del lunes 11 de mayo de 1931, lo narra el gran escritor catalán Josep Pla en su libro Madrid. El advenimiento de la República. Ed. Destino. 1933:

“Sale la primera bocanada de humo por el rosetón de la iglesia del convento de los jesuitas de la Flor. [...] Afuera, en la Gran Vía, la guardia civil a caballo, mano sobre mano, pasa el rato fumando cigarros a escondidas.

Ante el incendio, la reacción de la gente es realmente curiosa. Poco después de haberse iniciado el fuego, se acerca por ambos tramos de la Gran Vía una riada de gente que viene sin duda a contemplarlo. Las azoteas cercanas están llenas de gente. Una nube de vendedores ambulantes se ha colocado muy cerca de la acera del convento previendo que una gran muchedumbre desfilaría ante la popularísima iglesia mientras se quema. De esta manera, una parte de los madrileños ha podido contemplar el espectáculo comiendo churros, buñuelos y esos helados que aquí se llaman polos. También se ofrecen cordones de zapatos, tres corbatas, por una peseta, gomas para llevar bien sujeto el varillaje de los paraguas, matasuegras, retratos de Galán y García Hernández y no se cuántas cosas más. Es curioso realmente ver al pueblo de Madrid con un churro en la boca, los ojos llenos de curiosidad, una sonrisa de fiesta en la cara, mirando como sale la humareda del convento.

[...] Durante muchas horas, no ha habido en Madrid mejor distracción que la quema de los conventos. Sería un error, sin embargo, creer que todo el mundo la ha visto igualmente. Muchos ciudadanos la han contemplado con caras largas y tristes. No se si resignados. Casi me atrevería a decir que el terrible desatino ha agradado muy poco en Madrid, por no decir ni pizca -quiero decir entre las personas conscientes.”

Era el principio de la República del horror y del crimen ... 


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