Los
medios de comunicación escritos y audiovisuales han
recordado el 63 aniversario de la llegada del Ejército
Rojo, el 27 de enero de 1945, al campo de concentración
de Auschwitz, relatando con toda crudeza
estremecedores relatos de la crueldad ejercida por los
nazis para con los prisioneros de distintas
nacionalidades. Pues bien, el 13 de febrero de 1945
conmemoración del 63º aniversario del Bombardeo de
Dresde, ha pasado este terrible hecho, completamente
desapercibido, no dando ninguna información la mayoría
de periódicos, televisiones y radios. Nadie, o casi
nadie han recordado el bombardeo continuo que durante
casi 20 horas sufrió la ciudad alemana de Dresde, y
que causó más víctimas que la bomba de Hiroshima.
Da la sensación que a 63 años de la finalización de
la terrible II Guerra Mundial, aún hay víctimas de
primera y de segunda clase.
El
bombardeo a Dresde fue inútil desde el punto de vista
estratégico y militar, resultando un mero acto de
venganza, realizado sobre la población civil. Sin
embargo, los vencedores no tuvieron su “Nuremberg”.
Aquí no hay dudas, ni revisiones posibles, 135.000 víctimas
y familiares, esperan justicia y el reconocimiento por
parte de los vencedores del error que supuso aquella
acción criminal.
A
principios de 1945, las fuerzas soviéticas avanzaban
hacia Alemania desde el Este, empujando no sólo al ejército
alemán, sino también a un gran número de refugiados
que huían de las hordas rusas. Fue en este contexto
en el que los Aliados se embarcaron en una política
de bombardeos sobre ciudades alemanas, siendo los
objetivos principales Berlín, Leipzig y Dresde. De
estas ciudades, Dresde era por aquel entonces la menos
industrializada. Era una ciudad histórica en la que
estaban muchos de los más hermosos edificios del
Renacimiento, del Barroco y de una mezcla de esas épocas
en inmuebles edificados a fines de la Edad Media y
poseedora de maravillosos
tesoros culturales. Había también zonas industriales
pero la función de la ciudad principalmente era la
administrativa, a la vez que era un centro de
transportes y comunicaciones.
En
dos noches consecutivas, la del 13 y la del 14 de
febrero de 1945, los aparatos británicos llevaron a
cabo bombardeos masivos sobre Dresde, siendo el
objetivo el centro histórico de la ciudad. El daño
en términos de pérdida de vidas y destrucción de
propiedades fue catastrófico: hubo un elevadísimo número
de víctimas, siendo la mayoría civiles habitantes de
la ciudad y refugiados, y unos 15 kilómetros
cuadrados del centro de la ciudad fueron totalmente
arrasados.
La
Altstadt
ardió completamente en su mayor parte; en algunos
casos se mantuvieron las paredes exteriores de unos
pocos edificios terriblemente dañados. El arrabal Johannstadt
y el del sudeste ardieron o fueron destrozados en gran
medida. Entre las calles Schandauer
Strasse y Bodenbacher
Strasse quedaron completamente destruidas unas 800
casas en las que había unas 7.000 viviendas. El
ataque aéreo arrasó muchos monumentos irremplazables
del Barroco tardío de la “Florencia del Elba”
(como se le conoce a Dresde), entre otros la Semperoper,
la Frauenkirche, el Palacio de
Dresde, la iglesia de Santa
Sofía y el Palacio
Zwinger. No hubo reconstrucción después de la II
Guerra Mundial, ya que Dresde pasó a formar parte de
la República
Democrática Alemana (RDA), ignorando los
comunistas los monumentos destrozados y dejando caerse
muchos de ellos (como la iglesia
de Santa Sofía, la calle
Grosse Meissner Strasse, el Sekundogenitur y
otras) reforzando
con ello la impresión de devastación absoluta del
centro de la ciudad.
En las zonas habitadas, sobre un total de 222.000 pisos, en mayo de 1945
se contabilizaron de 60.000 a 75.000 completamente
destruidos. Unos 18.000 estaban seriamente dañados y
solamente unos 81.000 habían sufrido pocos daños.
Las líneas eléctricas quedaron destruidas en un 75%,
las calles llenas de escombros y grandes cráteres en
el suelo debido a las bombas. Todos los puentes sobre
el Elba quedaron terriblemente dañados. El centro de
la ciudad, como nudo de comunicaciones de la circulación,
quedó intransitable. La mayoría de fábricas
tuvieron que parar su producción, o bien por estar
destruidas o muy dañadas, o porque muchos de sus
trabajadores habían muerto o bien porque no podían
llegar de ninguna manera a sus puestos de trabajo.
Quedaron interrumpidos los servicios de gas, agua y
electricidad.
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ARRIBA
El
jefe del Comando de Bombardeo de la RAF era el mariscal del
Aire Arthur T. Harris,
que en la noche del 13 de febrero de 1945 iba a
lanzar un ataque contra Dresde, el cual sería el primero de
una larga serie de incursiones sobre las principales
ciudades del Este alemán, destinadas a dar el golpe final a
la moral germana. A Harris se le atribuye la invención de
los tristemente célebres ‘raids
millenium’, oleadas de mil bombarderos que durante días
y noches arrasaron las ciudades alemanas.
La
«Operación Trueno», nombre clave de todos los bombardeos,
era otro paso que daba el Gobierno británico en su proyecto
de bombardear zona por zona, lo cual, según el parecer de
Harris, era el mejor modo de terminar la guerra. Al mariscal
Harris se le conocía como «Bombardero» Harris, mote que
no le desagradaba, y algunos periódicos llegaban incluso a
llamarle «Carnicero Harris», sin que él se diera por
aludido. Pensaba que ése era su trabajo, acabar con la
producción bélica alemana, y para ello tenía que destruir
ciudades y matar gente, aunque no fueran esos sus deseos. Su
forma de ser, y su agresiva manera de disponer el bombardeo
de las ciudades, le hicieron antipático para algunos, pero
también esto contribuyo a que fuera más apreciado entre
sus hombres, ya que luchaba lo más enérgicamente posible
para el equipo que tenía, mientras procuraba emplear los métodos
más seguros en la realización de los bombardeos. Los
antecedentes de la «Operación Trueno» fueron largos y
complejos.
Dos
meses después del día D, sir Charles Portal, jefe del
Estado Mayor Aéreo, sugirió que en el momento en que
Alemania se aproximase a su derrumbe militar, se lanzasen
una serie de duras incursiones aéreas contra los centros
alemanes de población, a fin de apresurar la rendición
total. El Comité Conjunto de Inteligencia, integrado por un
grupo de expertos británicos, no se mostró entusiasmado
con la «Operación Trueno», ya que no era probable «que
obtuviese un éxito aceptable».
Por
otra parte, el general H. H. Arnold, jefe de la Fuerza Aérea
de Estados Unidos, se hallaba en principio contra tales
bombardeos, y el Departamento de Guerra Psicológica de
Eisenhower llegó a calificarlos como actos de terrorismo.
Por consiguiente, la «Operación Trueno» fue archivada
hasta diez días después de la gran ofensiva soviética del
12 de enero de 1945, en que el director de la sección de
Operaciones de Bombardeo sugirió al ayudante de sir Charles
Portal, Norman Bottomley: «Si el ataque se lanza en el
momento en que la ofensiva rusa sigue en todo su vigor, ello
dará la impresión de que existe un plan coordinado entre
los rusos y nosotros».
Con
objeto de revalorizar la «Operación Trueno», según este
razonamiento, el Comité Conjunto de Inteligencia informó
que una serie de bombardeos durante cuatro días, con sus
noches, probablemente provocaría un éxodo de las ciudades
alemanas, «lo cual crearía una gran confusión, impediría
el movimiento ordenado de las tropas y obstaculizaría el
mecanismo militar y administrativo alemán». Por otra
parte, «ayudaría a los rusos en la trascendental batalla
que se estaba desarrollando en el Frente Oriental, y
justificaría que temporalmente no se realizasen ataques
contra centros de comunicación u otros blancos que no
fuesen refinerías o depósitos de combustible». Además,
la operación seguramente tendría «valor político, al
demostrar a los rusos, de la forma que mejor nos es posible,
el deseo que tenemos los británicos y americanos de
ayudarles en la batalla que se está desarrollando».
El
25 de enero, Bottomley llamó por teléfono a Harris para
tratar de hacer efectiva al fin la «Operación Trueno».
–Ya he pensado en Berlín –contestó Harris, y sugirió
que los otros centros podían ser Chemnitz, Leipzig y Dresde,
tres ciudades que no sólo eran el albergue de los
refugiados del Este, sino que eran también puntos clave de
comunicación con el Frente Oriental.
Simultáneamente,
Churchill hablaba de tales incursiones con sir Archibald
Sinclair, secretario de Estado para la Aviación, y le
preguntaba acerca de los planes que tenía la RAF para «castigar
a los alemanes en su retirada de Breslau». No podía
decirse que esto fuera una coincidencia, ya que Harris solía
visitar con frecuencia a Churchill, con quien discutía las
operaciones, habiéndole urgido a que se iniciase la «Operación
Trueno». Al día siguiente Sinclair pasó la petición al
Estado Mayor del Aire. Pero Portal, el autor de «Trueno»
se hallaba poco entusiasmado en esos momentos con la operación,
y en su informe hizo notar que los blancos petrolíferos
tendrían prioridad, seguidos de las fábricas de aparatos
de reacción y de los astilleros de submarinos. Una vez que
esas tres actividades estuviesen bajo control, «dirigiremos
todos nuestros esfuerzos contra Berlín, y también contra
Dresde, Leipzig y Chemnitz».
Tal
vez el repentino interés de Churchill en la «Operación
Trueno» se debía a la conferencia que iba a celebrarse en
Yalta poco después. Acaso estaba deseando demostrar a
Stalin lo valiosas que las fuerzas aéreas aliadas podían
resultar para ayudar a la ofensiva soviética. Así pues,
Harris recibió la orden de atacar ciudades tales como Berlín,
Dresde y Chemnitz lo más pronto posible. El ayudante de
Harris, mariscal del Aire sir Robert Saundby, tenía algunas
discrepancias al respecto, ya que no veía la razón de
incluir a Dresde en el ataque, pues consideraba que la
ciudad no tenía importancia, pues aunque fuese un centro
ferroviario importante, no era un gran núcleo industrial,
ni se empleaba en movimientos de tropas en gran escala. En
consecuencia, pidió al ministro del Aire que excluyese a
Dresde como blanco de la operación. Al cabo de unos días
recibió la confirmación de que Dresde debería ser
bombardeada. En la mañana del 13 de febrero de 1945, se
informó que las condiciones climatológicas eran
favorables, y poco antes de las nueve de la mañana, Harris
ordenó que el grupo número 5 atacase a Dresde aquella
misma noche, tras lo cual seguiría un segundo bombardeo que
llevaría a cabo una fuerza combinada integrada por cuatro
grupos.
En
horas tempranas de la madrugada, las «Fortalezas Volantes»
americanas atacarían la ciudad por tercera vez. Hacia el
mediodía, sin embargo, los meteorólogos informaron que las
condiciones atmosféricas habían cambiado. Las nubes se
extendían por todo el centro de Europa, y el cielo no
aparecería despejado sobre el blanco hasta las diez de la
noche. Para Harris, ésta no era una razón suficiente para
postergar el ataque, y aquella tarde el comandante Maurice
A. Smith, jefe de la primera ola de ataque, solicitó órdenes
de vuelo a la sección de Inteligencia de la 54.a base de
Coningsby. Su peligrosa misión consistiría en permanecer
sobre el blanco, a baja altura, dirigiendo el bombardeo.
Pilotaría un «Mosquito», rápido aparato biplano de armazón
de madera, que resultaba seguro a las elevadas altitudes por
las que solía volar, pero peligroso a baja altura, a causa
de carecer casi por completo de elementos protectores. Se
ordenó a Smith que concentrase el ataque sobre los centros
ferroviarios de comunicación de Altstadt (ciudad antigua) de Dresde, famosa por sus hermosos
edificios y monumentos. Los primeros aparatos que alcanzasen
Dresde serían dos escuadrillas de bombarderos «Lancaster».
A las 22:04 lanzarían bengalas verdes en paracaídas, con
el fin de señalar la situación de la ciudad. Seguirían
luego ocho «Mosquitos», que guiados por las bengalas
verdes lanzarían bombas rojas de situación en el Estadio
deportivo, que se hallaba justamente a la derecha del blanco
principal: el nudo ferroviario. Por fin, a la Hora Cero
–las 22:15–, la fuerza principal se presentaría para
bombardear el objetivo señalado con luz roja.
Poco
antes de las 5:30 de la tarde despegaron los ocho
aparatos «Mosquito», cuyos pilotos recibieron la extraña
orden de evitar a toda costa un aterrizaje forzoso al Este
de Dresde. En lugar de ello, deberían poner rumbo al oeste,
aterrizando en territorio enemigo, a fin de que el nuevo
equipo electrónico no cayese en manos de sus aliados, los
rusos. Algunos minutos más tarde, el primero de los 244 «Lancaster»
comenzó a despegar del aeródromo del Grupo Nº 5, y hacia
las 18:00 horas, todos los bombarderos estaban en el
aire. A las 19:57 el comandante Smith, bombardero principal,
abandonó Coningsby en su «Mosquito». Después de cerca de
una hora de vuelo, comenzó a soplar un duro viento del
Oeste, y ello le permitió reunirse con los otros ocho «Mosquitos»,
que habían seguido una ruta indirecta. A más de 5.000
metros de altura sobre Alemania Occidental, los nueve
aparatos fueron empujados por un viento de cola de 85 nudos.
A las 21:49 los navegantes vieron la primera señal
en el «Loran», el aparato electrónico construido por los
norteamericanos, que les guiaría directamente hasta el
primer blanco. Ocho minutos más tarde deberían lanzar los
primeros aviones las bengalas verdes. A las 22 horas
apareció al fin la segunda señal, y el navegante de Smith
localizó su situación a quince millas al sur de Chemnitz.
Los nueve aparatos «Mosquito» viraron hacia el Noroeste,
buscando las bengalas verdes lanzadas por los anteriores
aparatos cuatro minutos antes.
Aunque
Dresde no era una ciudad abierta, sólo había experimentado
dos ataques aéreos de pequeña importancia, uno el 7 de
octubre de 1944, cuando treinta bombarderos de los Estados
Unidos atacaron sus nudos ferroviarios, matando a 435
personas. El otro bombardeo se produjo el 16 de enero de
1945, y en tal ocasión 133 aviones Liberator bombardearon
el mismo blanco, y dieron muerte a 376 personas.
Posteriormente se produjeron algunas alarmas aéreas, pero
como todas resultaron falsas, en la ciudad se tuvo la
convicción de que se había hecho un convenio secreto con
los Aliados: si los alemanes no atacaban Oxford, los Aliados
tampoco lo harían con Dresde. Después de todo, la ciudad
poseía escaso valor militar, y sus numerosos museos,
iglesias y otros edificios de estilo barroco, estaban
reconocidos como un tesoro arquitectónico.
Así
pues, los 630.000 habitantes de la ciudad, no tenían
motivos para pensar en un ataque aéreo a su ciudad y a
pesar de los desastres del Frente Oriental, Dresde tenía
casi un aire festivo en aquella noche del 13 de febrero.
Ello se debía a que era un martes
Fasching, una de las fiestas favoritas de los alemanes,
en que los niños se vestían –como lo estaban en aquel
momento– con alegres ropajes de carnaval. Por
consiguiente, hubo poca inquietud cuando se dejó oír la
primera alarma aérea –el «cuco»–, hacia las diez de
la noche. Pocos imaginaban que se trataba de una incursión
devastadora contra la ciudad. Esta sensación de seguridad
de los ciudadanos se extendió a los centenares de miles de
refugiados procedentes del Este, así como a los que procedían
de Berlín y de Alemania Occidental. Las salas de espera de
los ferrocarriles se hallaban abarrotadas de estas gentes y
de sus pertenencias. Los edificios públicos, igualmente,
estaban atestados de catres y camas en los que dormían los
refugiados durante la emergencia. El flujo humano era tan
grande que hubo que habilitar el extenso parque de Grosser Garten con tiendas de campaña y chozas para unas 200.000
personas.
En
la estación de ferrocarril casi no había cabida para más
trenes, a consecuencia de todos los que habían llegado del
Este, y al mismo tiempo, las carreteras procedentes del
frente seguían enviando riadas de refugiados a pie, en
carretas, coches y camiones. La ciudad crecía en población
por momentos, y se calcula que al producirse el bombardeo
había 1.300.000 seres humanos en Dresde.
El
sistema defensivo contra los ataques aéreos en Dresde era
sumamente deficiente. Los cañones antiaéreos que aparecían
montados amenazadoramente en las colinas que rodeaban la
ciudad, eran en realidad de cartón piedra, pues los
verdaderos habían sido enviados a los frentes oriental y
occidental, y sólo quedaban sus firmes bases de hormigón. La
1ª División de Combate alemana situada en Klotszche, a
unos pocos kilómetros al norte de Dresde, se preparó para
defender la ciudad, pero como los germanos no sabían adónde
debían enviar sus cazas, tuvieron que esperar hasta que se
dijera algo en concreto. Sólo cuando los 244 «Lancaster»
pasaron sobre Leipzig y pusieron rumbo a Dresde, los
defensores supieron a qué atenerse, y no fue hasta las 21:55
que la Primera División de combate recibió órdenes de
hacer despegar su escuadrilla de cazas nocturnos. Pero
cuando estos aparatos estuvieron en el aire, ya era
demasiado tarde, pues los primeros aviones ingleses habían
lanzado ya sus bengalas verdes. Smith se estaba acercando a
Dresde, y se puso en contacto por radio con el jefe de
aviones de vanguardia, preguntándole si podía ver ya las
bengalas verdes, a lo que le contestó afirmativamente. A
250 metros de altitud el jefe de vanguardia abrió las
compuertas del aparato y su bomba indicadora de blanco, que
pesaba media tonelada, salió despedida, dejando un vivo
rastro rojo en su descenso. Eran casi las 22:07, y
faltaban ocho minutos para la hora cero. Los otros aparatos
«Mosquito» comenzaron a lanzar sus bombas indicadoras
donde había caído la primera. A las 22:09, el
locutor de una emisora de Dresde exclamó:
–Achtung,
Achtung, Achtung! ¡Se avecina un ataque aéreo! ¡Vayan a
los refugios en seguida!
Los
ciudadanos hicieron lo que les ordenaban, pero de mala gana,
ya que la mayoría dudaba incluso de que se tratase de una
incursión real. En la ciudad antigua se procedió a apagar
todas las luces. Como la ciudad se hallaba evidentemente
indefensa, Smith ordenó a los bombarderos que descendiesen
más bajo de lo previsto. Poco después la ciudad antigua se
estremecía bajo el impacto de potentes bombas explosivas, a
las que seguirían las bombas incendiarias.
A
las 22:21, el bombardero principal Smith vio la
ciudad envuelta en llamas. Llamó entonces a uno de los «Lancaster»
y le ordenó que enviase el siguiente mensaje por radio a
Inglaterra: «Objetivo atacado con éxito». La segunda
oleada, integrada por 529 «Lancaster», o sea, más del
doble de la primera, se hallaba ya en camino. Cuando las
dotaciones de los aparatos supieron su objetivo, cundió la
preocupación, ya que era un vuelo muy largo que llegaba
casi al límite del radio de acción de los aviones «Lancaster».
Luego el cielo se aclaró repentinamente, y las baterías
germanas abatieron tres «Lancaster». En aquel momento ya
se podían divisar las señales luminosas para la segunda
oleada de aviones, pero cuando el jefe de estos bombarderos
llegó sobre el objetivo, a la 1:28 de la madrugada,
la ciudad antigua se hallaba convertida en una hoguera. Se
había producido en aquel momento una tormenta semejante a
la de Hamburgo. Era un fenómeno meteorológico causado al
elevarse la temperatura ambiente a unos 5.000ºC., como
consecuencia de varios grandes incendios simultáneos. Este
enorme calor provocaba una succión de aire frío hacia el
centro del fuego, originándose un viento de gran violencia.
El resultado era un infierno rugiente. El jefe de
bombarderos de la segunda oleada se decidió a actuar sobre
las zonas que no había alcanzado la primera oleada. Emitió
el mensaje correspondiente a sus aparatos, y pocos minutos más
tarde comenzaron a caer las bombas. A diferencia del primer
ataque, se emplearon bombas demoledoras para extender los
incendios. Luego se lanzaron 650.000 bombas incendiarias con
lo que el fuego se extendió con increíble violencia por
toda la ciudad. El espectáculo era estremecedor con las
calles envueltas en llamas.
A
las 4:40 de la madrugada las dotaciones de la Octava
Fuerza Aérea de Estados Unidos recibieron la orden de
atacar sus dos objetivos principales: Dresde y Chemnitz. La
1ª División Aérea debería atacar Dresde. 450 fortalezas
volantes iban a bombardear algunos cuarteles y la estación
de ferrocarril de Neustadt, situada en la orilla norte del
Elba. Los navegantes recibieron instrucciones de seguir el
rumbo hasta la ciudad de Torgau, y luego remontar el curso
del Elba durante unos setenta kilómetros. La próxima
ciudad importante que hallasen sería Dresde. Las dotaciones
estaban prestas en sus aparatos a las 6:40 de la mañana,
pero llegó una orden de esperar, y la primera fortaleza
volante no despegó hasta las ocho de la mañana. A la
oleada de bombarderos se unieron 288 «Mustang P-51». La
mitad de los cazas debería permanecer con los bombarderos
para evitar los ataques de la Luftwaffe; en tanto que los
demás colaborarían en la destrucción de la ciudad. El
grupo 457 dio dos pasadas más, sin hallar una abertura en
las nubes inferiores. Por fin, en la cuarta pasada, hallaron
un claro. Debajo, seguían elevándose las llamas de los
incendios producidos en los dos primeros ataques. Nubes
pardas y rojizas se extendían hacia Praga, esparciendo
restos ennegrecidos a muchos kilómetros de distancia.
El
famoso teatro de la Ópera, donde por vez primera se había
puesto en escena Tannhaüser, estaba convertido en una
fulgurante antorcha. El palacio Zwinger,
uno de los más hermosos ejemplos de arquitectura barroca,
no era más que una ruina humeante, lo mismo que el castillo
y el Hofkirche. El Kreuzkirche,
con su cúpula envuelta en humo, aparecía milagrosamente
intacto. La Lindenauplatz
estaba sembrada de cadáveres, los vestidos de los
cuales aparecían quemados o habían volado con las
explosiones. Varios centenares de personas aparecían
ahogadas en una charca no muy profunda. En el parque Grosser
Garten los árboles más robustos habían sido
arrancados de cuajo. Otros estaban desgajados o cortados
limpiamente en dos. La hierba aparecía cubierta de cuerpos.
Esparcidos entre la gente se veían también los cuerpos de
los animales del zoológico.
Al
no existir comunicación entre Dresde y las demás ciudades,
los detalles de la catástrofe no llegaron a Berlín hasta
las últimas horas del día. Un informe oficial previo
estableció que por lo menos cien mil personas –muchas más
probablemente– habían perecido en las dos incursiones aéreas
sucesivas y que una de las ciudades más antiguas y queridas
del Reich había quedado totalmente destruida. Los ingleses
se enteraron de lo ocurrido en Dresde hacia las 18 horas,
cuando los boletines radiados anunciaron que se trataba de
uno de los grandes ataques proyectados por Roosevelt y
Churchill en Yalta.
«Nuestros pilotos declaran que hubo escaso fuego antiaéreo, por lo que
pudieron hacer las incursiones sobre los blancos sin gran
peligro, informó el locutor. En el centro de la ciudad se
llevó acabo un ataque de gran eficacia».
ARRIBA
En
la noche del 13 de febrero de 1945 comenzó uno de
los peores ataques aéreos de la II Guerra Mundial. Todo el
centro de la ciudad de Dresde, así como los barrios
adyacentes fueron destruidos totalmente por los bombarderos
de las Fuerzas Aéreas Americana y Británica.
Mientras
las fuerzas angloamericanas arrojaron sobre Alemania casi
2.000.000 de toneladas de bombas, sobre Inglaterra cayeron,
incluyendo las armas “V”, poco menos de 75.000
toneladas. Estas cifras reflejan claramente la enorme
desproporción de fuerza y violencia con que fueron
golpeadas las poblaciones germanas. El objetivo de la
estrategia de bombardeo masivo, llevada a su máxima expresión
por Sir Arthur Harris, era destruir la moral de la población.
En Londres se sabía que estos bombardeos no cumplían su
objetivo, pero a pesar de ello, se siguió castigando a la
población civil.
Una
pregunta que surge, es lo que habría ocurrido si el poderío
anglo-estadounidense hubiese actuado desde el principio
contra objetivos militares, fábricas y redes de transporte.
Historiadores y estrategas coinciden en que la guerra
hubiera terminado un año antes, y que las tropas aliadas
hubieran podido ocupar la totalidad de Alemania y el resto
de Europa Oriental. Pero el hecho de que los aliados
occidentales mantuvieran la idea de que la guerra finalizaría
mediante bombardeos masivos sobre civiles indefensos, no sólo
retrasó el fin del conflicto, sino que también permitió
que la URSS se adueñara de todo el Este de Europa
originando así un problema político-militar de proyección
mundial y de efectos completamente negativos para los países
que se vieron sometidos a la brutalidad, a la falta de
libertad, a la violencia, a los crímenes y a la miseria
bajo la terrible dictadura del terror impuesta por Stalin,
bajo la bota del Ejército Rojo y del comunismo.
ARRIBA
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Frauenkirche (Iglesia de Nuestra Señora) una vez desalojados los escombros para proceder a su reconstrucción. |
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Durante
200 años marcó la iglesia barroca de Nuestra Señora, con
su cúpula en forma de campana, la maravillosa silueta de la
ciudad artística de Dresde. Construida entre los años 1726
al 1743 con el apoyo de donaciones obtenidas de los
ciudadanos, los dresdenses la querían de una manera
especial, no sólo por ser una maravilla arquitectónica
sino también por ser un símbolo de la creencia, de la
fuerza y de la unión. La grandeza del conjunto cultural y
artístico de la ciudad a orillas del Elba, y con la famosa
iglesia Frauenkirche,
se hundieron entre los escombros. El aspecto espantoso de
las ruinas quemadas y la destruida iglesia se convertiría
en lugar para la devoción y la exhortación. Los escombros
de esa joya del barroco tardío, se convirtieron en los años
de la desaparecida República Democrática Alemana en símbolo
de guerra.
Tras
el derrumbamiento del régimen comunista y la reunificación
de Alemania en 1990, se puso en marcha una iniciativa
ciudadana para reconstruir la Frauenkirche.
Las obras se iniciaron en mayo de 1994 y se recuperaron
8.400 piedras ennegrecidas por el fuego, las cuales se
midieron, catalogaron y almacenaron. Mediante un programa
informático SIG diseñado a medida en gran parte con este
fin, se pudo seguir la pista de muchas de estas piedras
recuperadas encontrando el lugar original que ocuparon en su
momento. De ese modo se rescataron de los escombros 8.400
piedras o trozos de ellas, y de éstas se incorporaron 3.539
a la fachada exterior.
Los
180 millones de euros que costó la reconstrucción
procedieron en dos tercios de donativos de todo el mundo y
los 60 millones restantes los aportaron el Gobierno Federal
alemán, el Estado Libre de Sajonia y el Ayuntamiento de
Dresde. Medio millón de euros costó la cúpula y los
donaron en el Reino Unido, el país de donde procedían los
bombardeos que asolaron la ciudad. La cruz dorada que corona
a más de 90 metros de altura la cúpula, fue obra de Alan
Schmidt, un artista de Londres y que su padre iba en unos de
los aviones que bombardearon Dresde. No fue éste el único
símbolo de la reconciliación entre los pueblos. La cruz de
clavos del altar procede de la catedral de la ciudad de
Coventry (Reino Unido), destruida por las bombas alemanas en
1940.
Coincidiendo
con los 60 años del bombardeo, el 13 de febrero de 2005 se
inauguró por último el interior de la Frauenkirche
en una ceremonia silenciosa. Reabrió sus puertas el 30 de
mayo de 2005 con una solemne ceremonia a la que asistieron
1.700 invitados, y otras 50.000 personas que se congregaron
fuera del templo.
La
reconstrucción duró algo más de 11 años. El 30 de
octubre de 2005 se volvió a consagrar la iglesia y con ello
se le dio su futuro destino como casa del Señor.
(fotografía)
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ARRIBA
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