El XX Congreso
del Partido Comunista de la Unión Soviética tuvo lugar entre el 14 y el 26 de
febrero de 1956. Este Congreso fue el primero que se celebró después de la
muerte de Stalin y se transformó en el punto de partida de las primeras críticas
directas a la gestión del antiguo dirigente soviético.
Pese a las
divergencias entre las diferentes facciones que cohabitaban en el politburó, en
la sesión de clausura de la noche del 25 de febrero el nuevo dirigente Nikita
Kruschev realizó su famoso “Discurso Secreto” en el cual denunció a Stalin por
haber violado las normas acerca del liderazgo colectivo, la represión contra los
Viejos Bolcheviques, la represión contra los delegados del XVII Congreso por
haber apoyado a Sergéi Kírov, el culto a la personalidad desarrollado en torno a
su persona y la exageración de su rol en la Gran Guerra Patriótica, entre otras
denuncias. Este acto provocó una gran conmoción en la sesión (a la cual no se
permitió la presencia de los invitados extranjeros), y después de un mes de
deliberaciones, se decidió hacer público buena parte del contenido a los
ciudadanos de la URSS, aunque solo con la Perestroika se vino a conocer el
contenido completo del discurso.
El principal
resultado del XX Congreso fue permitir que el monolito soviético empezara a
vivir el proceso de desestabilización, por el cual varios miles de individuos
que poblaban los gulags, los centros de detención y otros centros de represión
fueran liberados, en lo que se conoció como “El deshielo”. Gracias a este
proceso, personajes como Aleksandr Solzhenitsyn entre otros, pudieron recuperar
su libertad.
ARRIBA
«El poder acumulado en las manos de una
persona, Stalin, condujo a serios errores de nefastas
consecuencias durante la gran guerra patriótica.
Cuando vemos
muchas de nuestras películas, leemos muchas de nuestras novelas y estudios
históricos y científicos, la labor de Stalin en la guerra patriótica aparece
como algo enteramente inverosímil. Stalin lo había previsto todo. El ejército
soviético, basándose en planes estratégicos preparados mucho antes por Stalin, y
utilizando tácticas denominadas de “defensa activa”, es decir, tácticas que
permitieron a los alemanes llegar hasta Moscú y Stalingrado, gracias al genio de
Stalin, quebró la ofensiva y subyugó al enemigo. La victoria épica lograda por
el poderío armado de la tierra soviética, por el heroísmo de su pueblo, se
atribuye enteramente en estas novelas, películas y estudios científicos al genio
estratégico de Stalin.
Debemos
analizar este asunto con cuidado, porque tiene inmenso alcance desde el punto de
vista no sólo histórico, sino también político, educativo y práctico.
Durante y
después de la guerra, Stalin adelantó la tesis de que la tragedia que nuestra
nación vivió en la primera parte de la guerra era consecuencia de que Alemania
atacó inesperadamente a la Unión Soviética. Pero, camaradas, esto no es verdad.
Tan pronto como Hitler llegó al poder en Alemania, se asignó a sí mismo la tarea
de liquidar al comunismo. Los fascistas confesaban esto abiertamente y ellos no
escondieron sus planes. Con el objeto de obtener esta finalidad agresiva, Hitler
creó toda suerte de pactos y bloques, tales como el famoso Eje
Berlín-Roma-Tokio. Muchos hechos anteriores a la guerra demuestran que Hitler
tenía la intención de lanzarse contra la Unión Soviética, y que había
concentrado grandes unidades armadas como también cuerpos blindados cerca de la
frontera soviética.
Documentos que
se han publicado, demuestran que el 3 de abril de 1941, Churchill, a través de
su embajador en la URSS, Cripps, advirtió personalmente a Stalin que Hitler
estaba reagrupando sus fuerzas armadas con el objeto de atacar a la Unión
Soviética. Es evidente que Churchill no hizo esto debido a que abrigaba un
sentimiento de amistad hacia la Unión Soviética. Tenía muy presentes sus miras
imperialistas, a las cuales convenía una sangrienta guerra entre Alemania y la
URSS para así fortalecer al Imperio británico. No obstante, Churchill afirmaba
en su nota que deseaba prevenir a Stalin y llamarle la atención respecto al
peligro que le amenazaba. Churchill hizo hincapié repetidas veces en esto, tanto
en sus despachos del 18 de abril como en los de los días siguientes. Pero Stalin
no hizo caso de estas advertencias; más aún dio órdenes de que no se atribuyera
importancia a esta clase de información para no provocar la iniciación de
operaciones militares. Debemos reafirmar que informaciones de este tipo respecto
a concentraciones alemanas destinadas a invadir el territorio soviético llegaban
también a través de nuestros servicios militares y diplomáticos. No obstante,
puesto que nuestros líderes estaban preparados para no aceptar esas
informaciones, ese tipo de noticias se enviaba con temor y se valoraba con
reserva. |
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Un cable de nuestra Embajada en Londres, con
fecha 18 de junio de 1941, dice: “Desde ahora Cripps está
absolutamente convencido de que es inevitable un conflicto entre
Alemania y la URSS, y que éste se iniciará a más tardar a
mediados de junio. Según Cripps, los alemanes, hasta el
presente, tienen concentradas 147 divisiones (incluyendo fuerza
aérea y unidades auxiliares) a lo largo de la frontera
soviética...”
A pesar de estos avisos extremadamente serios,
no se tomaron las medidas necesarias para preparar debidamente
al país para su defensa o para prevenir que se le tomara de
sorpresa. ¿Contábamos con el tiempo y con la capacidad para
prepararnos? Sí, tuvimos tiempo y teníamos capacidad. Nuestra
industria había ya logrado un desarrollo tal, que era capaz de
proveer totalmente al Ejército soviético. Esto lo prueba el
hecho de que aunque durante la guerra perdimos casi la mitad de
nuestra industria, e importantes zonas industriales y
productoras de alimentos, como resultado de la ocupación de
Ucrania, del Cáucaso del Norte y de otras partes occidentales
del país, la nación soviética pudo aún organizar su producción
de equipo militar en las regiones orientales y proveer a
nuestras fuerzas armadas con todo lo necesario para destruir al
enemigo. Si se hubiese movilizado nuestra industria debidamente
y a tiempo para que proveyese al Ejército con el material
necesario, nuestras pérdidas de guerra habrían sido
decididamente inferiores. Esa movilización no se comenzó, sin
embargo, cuando se debía. Y ya en los primeros días de la guerra
se hizo obvio que nuestro Ejército estaba mal equipado, que no
teníamos suficiente artillería, tanques o aviones.
La ciencia y la tecnología soviéticas produjeron
excelentes modelos de tanques y piezas de artillería antes de la
guerra. Pero no estaba organizada la producción en masa y lo
cierto es que comenzamos a modernizar nuestro equipo en vísperas
de la guerra. Como resultado de todo esto, en el momento que se
produjo la invasión enemiga del territorio soviético, no
teníamos la suficiente cantidad ya sea de maquinaria antigua que
no se utilizaba para la producción de armamentos o de maquinaria
nueva que pensábamos introducir en la producción de armas de
guerra. La situación, en lo que se refiere a artillería
antiaérea, era especialmente débil; no habíamos organizado
tampoco la producción de municiones antitanque. Fue imposible
defender muchas regiones fortificadas tan pronto como se las
atacó, porque los armamentos antiguos se habían retirado y los
nuevos no estaban en producción. Esto afectaba no sólo la
situación referente a la producción de tanques, artillería y
aviones. Al estallar la guerra no teníamos siquiera el
suficiente número de fusiles para equipar a los movilizados.
Recuerdo que en esos días llamé desde Kiev al camarada Malenkov
y le dije: “El pueblo se ha presentado voluntariamente con el
objeto de ingresar en el nuevo ejército y pide armas. Vd. debe
enviarme armas”. Malenkov, entonces miembro del Consejo Interior
de Guerra, me contestó: “No podemos enviarle armas; estamos
enviando todos nuestros fusiles a Leningrado y tendrán que
armarse ustedes mismos”. (Agitación en la sala).
Tal era la situación armamentista entonces. En
este sentido no podemos olvidarnos, por ejemplo, del siguiente
hecho. Poco después de la invasión de la Unión Soviética por el
ejército de Hitler, Korponos, entonces jefe del Distrito Militar
Especial de Kiev (que posteriormente murió en el frente)
escribió a Stalin diciéndole que los alemanes habían llegado al
río Bug y se estaban preparando para un ataque y que en un
futuro muy cercano probablemente iniciarían una ofensiva. Por
eso Korponos sugería que se organizara una fuerte línea
defensiva, que se evacuaran 300.000 personas de la zona
fronteriza y que varios puntos fuertes se organizaran ahí con
zanjas antitanques y trincheras para soldados, etc. Moscú
respondió a esta sugestión insinuando que esta medida
constituiría una provocación y que no le era permitido iniciar
trabajos defensivos en la frontera, ya que no se podía dar a los
alemanes pretexto alguno para que iniciaran operaciones
militares. Así es, pues, que nuestras fronteras no se hallaban
preparadas para repeler al enemigo.
Cuando los ejércitos fascistas invadieron el
territorio soviético y comenzaron las operaciones militares,
Moscú emitió una orden, en virtud de la cual se prohibía
contestar al fuego alemán. ¿Por qué? Porque Stalin seguía
convencido, a pesar de los hechos, de que la guerra no había aún
comenzado, y que esto era sólo una acción de provocación de
parte de diversas secciones indisciplinadas del ejército alemán,
y que nuestra reacción podría ser causa de que los alemanes
comenzaran la guerra.
Lo siguiente también es bien conocido. La
víspera de la invasión del territorio de la Unión Soviético por
el ejército de Hitler, cierto ciudadano alemán cruzó nuestra
frontera y declaró que los ejércitos alemanes habían recibido
órdenes de iniciar la ofensiva contra la Unión Soviética en la
noche del 22 de junio a las 3 de la mañana. Stalin fue informado
al respecto inmediatamente, pero aun esta advertencia fue
ignorada por él.
Como se ve, todo se ignoró: las advertencias de
ciertos comandantes de ejército, las declaraciones de desertores
del ejército del enemigo y aun la abierta hostilidad del
enemigo. ¿Es éste un ejemplo de lo alerta que estaba el jefe del
Partido en un momento histórico particularmente significativo?
¿Y cuál fue el resultado de esta actitud
indiferente, de este desconocimiento de los hechos? El resultado
fue que ya a pocas horas y días de iniciarse el ataque, el
enemigo había destruido en la región de la frontera gran parte
de nuestra aviación, de nuestra artillería y otro equipo
militar; había aniquilado un gran número de nuestros comandos
militares y desorganizado nuestro mando; a consecuencia de esto,
no pudimos evitar que el enemigo penetrara profundamente en
nuestro territorio.
Muy serias consecuencias, especialmente en lo
que se refiere a la etapa inicial de la guerra, siguieron al
hecho de que Stalin hubiese aniquilado a tantos comandantes del
ejército y comisarios políticos entre 1937 y 1941. Durante los
años de represión, sufrieron numerosos núcleos del Comando
Militar, comenzando literalmente desde el nivel del comandante
de batallón y compañía hasta llegar a los más altos niveles de
la jerarquía militar; durante ese tiempo los núcleos de jefes
que habían adquirido experiencia militar en España y en Extremo
Oriente, fueron liquidados casi completamente.
La política de persecuciones en gran escala
contra los núcleos militares minó la disciplina militar, porque
durante varios años oficiales de todos los rangos y aun soldados
del Partido y del Komsomol debían, en sus respectivas células,
desenmascarar a sus superiores como a enemigos ocultos.
(Agitación en la sala).
Es lógico que esto influyera en forma negativa
sobre la disciplina militar en el período inicial de la guerra.
Uds. saben que teníamos antes de la guerra excelentes mandos,
cuya lealtad al Partido y a la patria era indudable. Baste con
decir que aquellos que lograron sobrevivir, a pesar de las
torturas que debieron soportar en las prisiones, demostraron ser
desde los primeros días de la guerra, verdaderos patriotas y que
pelearon heroicamente por la gloria de nuestro país. Pienso en
estos momentos en camaradas como Rokossovsky (que, como se sabe,
había estado preso), Gorbatov, Meretskov (que es un delegado en
el presente Congreso), Poklas (que fue un excelente comandante y
que pereció en el frente), y muchos, muchos otros. No obstante,
numerosos comandantes de este temple perecieron en campos y
prisiones y el Ejército no volvió a verlos más. Fueron éstas las
causas de la situación que se produjo al comienzo de la guerra y
que tanto hizo peligrar a la patria, No sería correcto olvidar
que después de los primeros severos desastres en el frente,
Stalin pensó que se estaba ante el fin. En uno de sus discursos
de esos días dijo: “Todo aquello que Lenin creó, se ha perdido
para siempre”.
Después de esto, por un buen tiempo, Stalin se
alejó de la dirección de las operaciones militares y se dedicó a
no hacer nada. Volvió a asumir la dirección activa sólo cuando
el Politburó lo visitó para decirle que era necesario tomar
ciertas medidas para mejorar la situación en el frente. Por lo
tanto, la amenazadora situación que se cernió sobre la nación en
el primer período de la guerra, fue consecuencia de métodos
erróneos empleados por Stalin mismo.
No hablamos, sin embargo, solamente de los
momentos en que la guerra se iniciaba, cuando la desorganización
de nuestros ejércitos trajo como consecuencia severas pérdidas.
Meses después, la histeria y el nerviosismo de Stalin le
impulsaron a intervenir en las operaciones militares, causando
serios daños al ejército. Stalin estaba lejos de comprender lo
que acontecía en el frente. Esto era natural, porque durante
toda la guerra patriótica nunca visitó ningún sector del frente,
ni ciudad liberada alguna, salvo una breve excursión hacia
Mozhaisk cuando la situación allí se había estabilizado. A este
incidente se han dedicado muchas obras literarias saturadas de
fantasía y también muchos cuadros.
Simultáneamente, Stalin se estaba entrometiendo
en las operaciones y dictando órdenes que no tomaban en cuenta
la situación real en un sector determinado del frente y que no
podían sino culminar en grandes pérdidas humanas.
Me permitiré en esta ocasión hacer resaltar un
hecho característico que ilustra cómo Stalin dirigía las
operaciones del frente. Está presente en este Congreso el
Mariscal Bagramyan, que fue en un tiempo jefe de operaciones del
Cuartel General del frente sud-occidental y que podrá confirmar
lo que les digo. Cuando surgió una situación extremadamente
seria en la región de Jarkov, él había decidido correctamente
suprimir una operación cuyo objetivo era rodear Jarkov, porque
la situación real en ese momento hacía pensar que podrían
producirse consecuencias fatales si se continuaba la operación.
Informamos de esto a Stalin haciéndole ver que la situación
exigía cambios en el plan de operaciones para evitar que el
enemigo liquidara una concentración considerable de nuestro
ejército. Stalin, desafiando el sentido común, ignoró nuestras
sugestiones y ordenó que se continuara la operación destinada a
rodear Jarkov, a pesar del hecho de que en ese instante muchas
concentraciones del ejército se encontraban amenazadas y podían
ser rodeadas y liquidadas. Llamé por teléfono a Vasilevsky,
entonces jefe del Estado Mayor, y le rogué en estos términos:
“Alejandro Mikhailovich, lleve un mapa (Vasilevsky se encuentra
ahora con nosotros) y muéstrele al camarada Stalin la situación
que se ha desarrollado”. Haremos notar que Stalin planeaba las
operaciones en un globo terráqueo. (Animación en la sala).
Sí, camaradas, usaba un mapamundi esférico para trazar las
líneas de los diversos frentes. Yo le dije al camarada
Vasilevsky: “Muéstrele la situación en el mapa, ya que en la
presente encrucijada no podemos continuar la operación
concebida. La antigua decisión debe cambiarse por razones muy
justificadas”. Vasilevsky me respondió diciendo que Stalin ya
había estudiado el problema y que él, Vasilevsky, no volvería a
tratar el asunto otra vez con Stalin porque éste no quería oír
nuevos argumentos acerca de esta operación. Después de esta
conversación con Vasilevsky, telefoneé a Stalin a su villa, pero
Stalin no contestó al teléfono, sino Malenkov. Le dije al
camarada Malenkov que llamaba desde el frente y que debía
conversar personalmente con Stalin. Stalin me informó, a través
de Malenkov, que yo tenía que conversar con Malenkov.
Por segunda vez insistí que deseaba informar
personalmente a Stalin de la grave situación que había surgido
para nosotros en el frente. Pero Stalin no consideró conveniente
acercarse al teléfono y declaró que debía hablar a través de
Malenkov, aunque se hallaba a unos pocos pasos del aparato.
Después de que escuchara así, indirectamente, lo que
solicitábamos, Stalin respondió: “Que todo quede tal cual está”.
¿Y cuál fue el resultado de esta decisión? Lo peor que ya nos
habíamos imaginado. Los alemanes rodearon las concentraciones de
nuestros ejércitos y como consecuencia de ello perdimos cientos
de miles de soldados. He ahí una muestra del genio militar de
Stalin y de lo que él nos costó. (Inquietud en la sala).
En una ocasión, después de la guerra, durante una reunión con
Stalin y los miembros del Politburó, Anastasio Mikoyan mencionó
que Krutchev parecía haber tenido la razón cuando telefoneó
acerca de la operación de Jharkov y que era desafortunado el
hecho de que sus sugestiones no se hubiesen aceptado. ¡No pueden
imaginarse la furia de Stalin! ¡Cómo era posible que no se
reconociera que él, Stalin, había tenido razón! Él era, al fin y
al cabo, un genio y un genio no puede equivocarse.
Todos pueden errar pero Stalin consideraba que
él nunca erraba, que él siempre tenía la razón. Nunca reconoció
ante nadie que él se hubiese equivocado jamás ni en la menor
cosa, a pesar del hecho de que no fueron pocos sus errores en
cuanto a las actividades teóricas y prácticas. Después del
Congreso del Partido es posible que tengamos que revalorar
muchas de las operaciones militares de la guerra para,
presentarlas en su perspectiva debida. Las tácticas que insistió
en imponer Stalin sin conocer la esencia de la conducta de las
operaciones militares nos costaron mucha sangre. Los militares
saben que aún a fines de 1941 Stalin seguía insistiendo en
grandes ataques frontales y en la captura de aldea tras aldea en
vez de aprobar operaciones envolventes que permitiesen penetrar
en el campo enemigo por la retaguardia. Por esta razón sufrimos
muchas bajas hasta que nuestros generales, sobre cuyas espaldas
descansaba el peso de la conducción de la guerra, lograron
cambiar la situación y pasar a un tipo de operaciones más
flexibles, que inmediatamente produjo en los frentes serios
cambios muy favorables a nosotros.
Más vergonzoso aún es el hecho de que después de
nuestra gran victoria sobre el enemigo, que tanto nos costó,
Stalin comenzase a degradar a muchos de los comandantes que más
contribuyeron a lograr esa victoria y sólo porque Stalin no
deseaba que se honrara a nadie, salvo a él, por los éxitos
logrados en el frente.
Stalin tenía gran interés por conocer la
apreciación que merecía el camarada Jukov (ahora ministro de
Defensa) como jefe militar y me pidió con frecuencia mi opinión
sobre Jukov, yo le dije: “He conocido a Jukov mucho tiempo; es
un buen general y un buen jefe militar. Después de la guerra,
Stalin comenzó a contar una serie de cuentos absurdos acerca de
Jukov, entre ellos el siguiente:
«Uds. alaban a Jukov, pero no lo merece. Se dice
que antes de cada operación en el frente, Jukov hacía lo
siguiente: Cogía un puñado de tierra y lo olía y luego decía:
“Podemos comenzar el ataque”, o lo contrario, “la operación
planeada no puede realizarse”. Yo le dije en una ocasión:
“Camarada Stalin: no sé quién habrá inventado eso, pero no es
cierto”.
Es posible que el camarada Stalin inventase
estos cuentos con el objeto de quitar importancia al papel
militar y al talento del mariscal Jukov. En este sentido, Stalin
utilizó mucha energía para popularizarse él mismo como un gran
líder; recurrió a todos los medios posibles para convencer al
pueblo de que todas las victorias ganadas por la nación
soviética durante la guerra patriótica eran consecuencia de su
coraje, su intrepidez y su genio. Del mismo modo que Kuzma
Kryuehkov (un cosaco famoso que realizó notables actos de
heroísmo contra los alemanes), él vestía a siete con un solo
traje al mismo tiempo. (Animación en la sala).
Con este mismo espíritu consideramos por un
instante nuestras películas históricas y militares y algunas de
nuestras creaciones literarias. Ellas nos causan náuseas. Su
verdadero objetivo es alabar el genio militar de Stalin.
Recordemos la película “La caída de Berlín”. En ella,
Stalin actúa, da órdenes en un salón, en el cual hay muchas
sillas vacías y sólo se le acerca un hombre, y éste para
informarle de algo −se trata de Poskrebyshev, su leal escudero−.
(Risa en la sala).
¿Y qué hay del mando militar? ¿Del Politburó?
¿Del gobierno? ¿Qué hacen ellos y de qué se ocupan? En la
película, sencillamente, no aparecen. Stalin obra por todos, no
cuenta con nadie, no se hace asesorar. Al menos, todo se le
muestra al país bajo esta luz falsa. ¿Por qué? Con el objeto de
rodear a Stalin de una gloria que contradicen los hechos y que
no corresponde a la verdad histórica. En vano nos preguntamos:
¿Dónde están los militares que soportaron el peso de la guerra?
La película no los muestra; estando Stalin ahí, no hay cabida
para nadie. Pero no fue Stalin, sino el Partido como entidad, el
gobierno soviético, nuestro heroico ejército, sus inteligentes
jefes y sus valientes soldados, toda la nación soviética, los
que aseguraron la victoria en la guerra patriótica.
(Tempestuosos y prolongados aplausos).
El papel principal y el mérito principal por la
duradera victoria conseguida en la guerra pertenecen a nuestro
Partido Comunista, a nuestras fuerzas armadas, y a las decenas
de millones de personas que forman el pueblo soviético y que el
Partido alentó». (Aplausos atronadores y prolongados).
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