Nikita Kruschev en el XX Congreso del PCUS

El "genio militar" de Stalin

Por Eduardo Palomar Baró.   

El XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética tuvo lugar entre el 14 y el 26 de febrero de 1956. Este Congreso fue el primero que se celebró después de la muerte de Stalin y se transformó en el punto de partida de las primeras críticas directas a la gestión del antiguo dirigente soviético.

Pese a las divergencias entre las diferentes facciones que cohabitaban en el politburó, en la sesión de clausura de la noche del 25 de febrero el nuevo dirigente Nikita Kruschev realizó su famoso “Discurso Secreto” en el cual denunció a Stalin por haber violado las normas acerca del liderazgo colectivo, la represión contra los Viejos Bolcheviques, la represión contra los delegados del XVII Congreso por haber apoyado a Sergéi Kírov, el culto a la personalidad desarrollado en torno a su persona y la exageración de su rol en la Gran Guerra Patriótica, entre otras denuncias. Este acto provocó una gran conmoción en la sesión (a la cual no se permitió la presencia de los invitados extranjeros), y después de un mes de deliberaciones, se decidió hacer público buena parte del contenido a los ciudadanos de la URSS, aunque solo con la Perestroika se vino a conocer el contenido completo del discurso.

El principal resultado del XX Congreso fue permitir que el monolito soviético empezara a vivir el proceso de desestabilización, por el cual varios miles de individuos que poblaban los gulags, los centros de detención y otros centros de represión fueran liberados, en lo que se conoció como “El deshielo”. Gracias a este proceso, personajes como Aleksandr Solzhenitsyn entre otros, pudieron recuperar su libertad.

 

El discurso de Kruschev sobre el “genio militar” de Stalin

«El poder acumulado en las manos de una persona, Stalin, condujo a serios errores de nefastas consecuencias durante la gran guerra patriótica.

Cuando vemos muchas de nuestras películas, leemos muchas de nuestras novelas y estudios históricos y científicos, la labor de Stalin en la guerra patriótica aparece como algo enteramente inverosímil. Stalin lo había previsto todo. El ejército soviético, basándose en planes estratégicos preparados mucho antes por Stalin, y utilizando tácticas denominadas de “defensa activa”, es decir, tácticas que permitieron a los alemanes llegar hasta Moscú y Stalingrado, gracias al genio de Stalin, quebró la ofensiva y subyugó al enemigo. La victoria épica lograda por el poderío armado de la tierra soviética, por el heroísmo de su pueblo, se atribuye enteramente en estas novelas, películas y estudios científicos al genio estratégico de Stalin.

Debemos analizar este asunto con cuidado, porque tiene inmenso alcance desde el punto de vista no sólo histórico, sino también político, educativo y práctico.

Durante y después de la guerra, Stalin adelantó la tesis de que la tragedia que nuestra nación vivió en la primera parte de la guerra era consecuencia de que Alemania atacó inesperadamente a la Unión Soviética. Pero, camaradas, esto no es verdad. Tan pronto como Hitler llegó al poder en Alemania, se asignó a sí mismo la tarea de liquidar al comunismo. Los fascistas confesaban esto abiertamente y ellos no escondieron sus planes. Con el objeto de obtener esta finalidad agresiva, Hitler creó toda suerte de pactos y bloques, tales como el famoso Eje Berlín-Roma-Tokio. Muchos hechos anteriores a la guerra demuestran que Hitler tenía la intención de lanzarse contra la Unión Soviética, y que había concentrado grandes unidades armadas como también cuerpos blindados cerca de la frontera soviética.

Documentos que se han publicado, demuestran que el 3 de abril de 1941, Churchill, a través de su embajador en la URSS, Cripps, advirtió personalmente a Stalin que Hitler estaba reagrupando sus fuerzas armadas con el objeto de atacar a la Unión Soviética. Es evidente que Churchill no hizo esto debido a que abrigaba un sentimiento de amistad hacia la Unión Soviética. Tenía muy presentes sus miras imperialistas, a las cuales convenía una sangrienta guerra entre Alemania y la URSS para así fortalecer al Imperio británico. No obstante, Churchill afirmaba en su nota que deseaba prevenir a Stalin y llamarle la atención respecto al peligro que le amenazaba. Churchill hizo hincapié repetidas veces en esto, tanto en sus despachos del 18 de abril como en los de los días siguientes. Pero Stalin no hizo caso de estas advertencias; más aún dio órdenes de que no se atribuyera importancia a esta clase de información para no provocar la iniciación de operaciones militares. Debemos reafirmar que informaciones de este tipo respecto a concentraciones alemanas destinadas a invadir el territorio soviético llegaban también a través de nuestros servicios militares y diplomáticos. No obstante, puesto que nuestros líderes estaban preparados para no aceptar esas informaciones, ese tipo de noticias se enviaba con temor y se valoraba con reserva.

Un cable de nuestra Embajada en Londres, con fecha 18 de junio de 1941, dice: “Desde ahora Cripps está absolutamente convencido de que es inevitable un conflicto entre Alemania y la URSS, y que éste se iniciará a más tardar a mediados de junio. Según Cripps, los alemanes, hasta el presente, tienen concentradas 147 divisiones (incluyendo fuerza aérea y unidades auxiliares) a lo largo de la frontera soviética...”

A pesar de estos avisos extremadamente serios, no se tomaron las medidas necesarias para preparar debidamente al país para su defensa o para prevenir que se le tomara de sorpresa. ¿Contábamos con el tiempo y con la capacidad para prepararnos? Sí, tuvimos tiempo y teníamos capacidad. Nuestra industria había ya logrado un desarrollo tal, que era capaz de proveer totalmente al Ejército soviético. Esto lo prueba el hecho de que aunque durante la guerra perdimos casi la mitad de nuestra industria, e importantes zonas industriales y productoras de alimentos, como resultado de la ocupación de Ucrania, del Cáucaso del Norte y de otras partes occidentales del país, la nación soviética pudo aún organizar su producción de equipo militar en las regiones orientales y proveer a nuestras fuerzas armadas con todo lo necesario para destruir al enemigo. Si se hubiese movilizado nuestra industria debidamente y a tiempo para que proveyese al Ejército con el material necesario, nuestras pérdidas de guerra habrían sido decididamente inferiores. Esa movilización no se comenzó, sin embargo, cuando se debía. Y ya en los primeros días de la guerra se hizo obvio que nuestro Ejército estaba mal equipado, que no teníamos suficiente artillería, tanques o aviones.

La ciencia y la tecnología soviéticas produjeron excelentes modelos de tanques y piezas de artillería antes de la guerra. Pero no estaba organizada la producción en masa y lo cierto es que comenzamos a modernizar nuestro equipo en vísperas de la guerra. Como resultado de todo esto, en el momento que se produjo la invasión enemiga del territorio soviético, no teníamos la suficiente cantidad ya sea de maquinaria antigua que no se utilizaba para la producción de armamentos o de maquinaria nueva que pensábamos introducir en la producción de armas de guerra. La situación, en lo que se refiere a artillería antiaérea, era especialmente débil; no habíamos organizado tampoco la producción de municiones antitanque. Fue imposible defender muchas regiones fortificadas tan pronto como se las atacó, porque los armamentos antiguos se habían retirado y los nuevos no estaban en producción. Esto afectaba no sólo la situación referente a la producción de tanques, artillería y aviones. Al estallar la guerra no teníamos siquiera el suficiente número de fusiles para equipar a los movilizados. Recuerdo que en esos días llamé desde Kiev al camarada Malenkov y le dije: “El pueblo se ha presentado voluntariamente con el objeto de ingresar en el nuevo ejército y pide armas. Vd. debe enviarme armas”. Malenkov, entonces miembro del Consejo Interior de Guerra, me contestó: “No podemos enviarle armas; estamos enviando todos nuestros fusiles a Leningrado y tendrán que armarse ustedes mismos”. (Agitación en la sala).

Tal era la situación armamentista entonces. En este sentido no podemos olvidarnos, por ejemplo, del siguiente hecho. Poco después de la invasión de la Unión Soviética por el ejército de Hitler, Korponos, entonces jefe del Distrito Militar Especial de Kiev (que posteriormente murió en el frente) escribió a Stalin diciéndole que los alemanes habían llegado al río Bug y se estaban preparando para un ataque y que en un futuro muy cercano probablemente iniciarían una ofensiva. Por eso Korponos sugería que se organizara una fuerte línea defensiva, que se evacuaran 300.000 personas de la zona fronteriza y que varios puntos fuertes se organizaran ahí con zanjas antitanques y trincheras para soldados, etc. Moscú respondió a esta sugestión insinuando que esta medida constituiría una provocación y que no le era permitido iniciar trabajos defensivos en la frontera, ya que no se podía dar a los alemanes pretexto alguno para que iniciaran operaciones militares. Así es, pues, que nuestras fronteras no se hallaban preparadas para repeler al enemigo.

Cuando los ejércitos fascistas invadieron el territorio soviético y comenzaron las operaciones militares, Moscú emitió una orden, en virtud de la cual se prohibía contestar al fuego alemán. ¿Por qué? Porque Stalin seguía convencido, a pesar de los hechos, de que la guerra no había aún comenzado, y que esto era sólo una acción de provocación de parte de diversas secciones indisciplinadas del ejército alemán, y que nuestra reacción podría ser causa de que los alemanes comenzaran la guerra.

Lo siguiente también es bien conocido. La víspera de la invasión del territorio de la Unión Soviético por el ejército de Hitler, cierto ciudadano alemán cruzó nuestra frontera y declaró que los ejércitos alemanes habían recibido órdenes de iniciar la ofensiva contra la Unión Soviética en la noche del 22 de junio a las 3 de la mañana. Stalin fue informado al respecto inmediatamente, pero aun esta advertencia fue ignorada por él.

Como se ve, todo se ignoró: las advertencias de ciertos comandantes de ejército, las declaraciones de desertores del ejército del enemigo y aun la abierta hostilidad del enemigo. ¿Es éste un ejemplo de lo alerta que estaba el jefe del Partido en un momento histórico particularmente significativo?

¿Y cuál fue el resultado de esta actitud indiferente, de este desconocimiento de los hechos? El resultado fue que ya a pocas horas y días de iniciarse el ataque, el enemigo había destruido en la región de la frontera gran parte de nuestra aviación, de nuestra artillería y otro equipo militar; había aniquilado un gran número de nuestros comandos militares y desorganizado nuestro mando; a consecuencia de esto, no pudimos evitar que el enemigo penetrara profundamente en nuestro territorio.

Muy serias consecuencias, especialmente en lo que se refiere a la etapa inicial de la guerra, siguieron al hecho de que Stalin hubiese aniquilado a tantos comandantes del ejército y comisarios políticos entre 1937 y 1941. Durante los años de represión, sufrieron numerosos núcleos del Comando Militar, comenzando literalmente desde el nivel del comandante de batallón y compañía hasta llegar a los más altos niveles de la jerarquía militar; durante ese tiempo los núcleos de jefes que habían adquirido experiencia militar en España y en Extremo Oriente, fueron liquidados casi completamente.

La política de persecuciones en gran escala contra los núcleos militares minó la disciplina militar, porque durante varios años oficiales de todos los rangos y aun soldados del Partido y del Komsomol debían, en sus respectivas células, desenmascarar a sus superiores como a enemigos ocultos. (Agitación en la sala).

Es lógico que esto influyera en forma negativa sobre la disciplina militar en el período inicial de la guerra. Uds. saben que teníamos antes de la guerra excelentes mandos, cuya lealtad al Partido y a la patria era indudable. Baste con decir que aquellos que lograron sobrevivir, a pesar de las torturas que debieron soportar en las prisiones, demostraron ser desde los primeros días de la guerra, verdaderos patriotas y que pelearon heroicamente por la gloria de nuestro país. Pienso en estos momentos en camaradas como Rokossovsky (que, como se sabe, había estado preso), Gorbatov, Meretskov (que es un delegado en el presente Congreso), Poklas (que fue un excelente comandante y que pereció en el frente), y muchos, muchos otros. No obstante, numerosos comandantes de este temple perecieron en campos y prisiones y el Ejército no volvió a verlos más. Fueron éstas las causas de la situación que se produjo al comienzo de la guerra y que tanto hizo peligrar a la patria, No sería correcto olvidar que después de los primeros severos desastres en el frente, Stalin pensó que se estaba ante el fin. En uno de sus discursos de esos días dijo: “Todo aquello que Lenin creó, se ha perdido para siempre”.

Después de esto, por un buen tiempo, Stalin se alejó de la dirección de las operaciones militares y se dedicó a no hacer nada. Volvió a asumir la dirección activa sólo cuando el Politburó lo visitó para decirle que era necesario tomar ciertas medidas para mejorar la situación en el frente. Por lo tanto, la amenazadora situación que se cernió sobre la nación en el primer período de la guerra, fue consecuencia de métodos erróneos empleados por Stalin mismo.

No hablamos, sin embargo, solamente de los momentos en que la guerra se iniciaba, cuando la desorganización de nuestros ejércitos trajo como consecuencia severas pérdidas. Meses después, la histeria y el nerviosismo de Stalin le impulsaron a intervenir en las operaciones militares, causando serios daños al ejército. Stalin estaba lejos de comprender lo que acontecía en el frente. Esto era natural, porque durante toda la guerra patriótica nunca visitó ningún sector del frente, ni ciudad liberada alguna, salvo una breve excursión hacia Mozhaisk cuando la situación allí se había estabilizado. A este incidente se han dedicado muchas obras literarias saturadas de fantasía y también muchos cuadros.

Simultáneamente, Stalin se estaba entrometiendo en las operaciones y dictando órdenes que no tomaban en cuenta la situación real en un sector determinado del frente y que no podían sino culminar en grandes pérdidas humanas.

Me permitiré en esta ocasión hacer resaltar un hecho característico que ilustra cómo Stalin dirigía las operaciones del frente. Está presente en este Congreso el Mariscal Bagramyan, que fue en un tiempo jefe de operaciones del Cuartel General del frente sud-occidental y que podrá confirmar lo que les digo. Cuando surgió una situación extremadamente seria en la región de Jarkov, él había decidido correctamente suprimir una operación cuyo objetivo era rodear Jarkov, porque la situación real en ese momento hacía pensar que podrían producirse consecuencias fatales si se continuaba la operación. Informamos de esto a Stalin haciéndole ver que la situación exigía cambios en el plan de operaciones para evitar que el enemigo liquidara una concentración considerable de nuestro ejército. Stalin, desafiando el sentido común, ignoró nuestras sugestiones y ordenó que se continuara la operación destinada a rodear Jarkov, a pesar del hecho de que en ese instante muchas concentraciones del ejército se encontraban amenazadas y podían ser rodeadas y liquidadas. Llamé por teléfono a Vasilevsky, entonces jefe del Estado Mayor, y le rogué en estos términos: “Alejandro Mikhailovich, lleve un mapa (Vasilevsky se encuentra ahora con nosotros) y muéstrele al camarada Stalin la situación que se ha desarrollado”. Haremos notar que Stalin planeaba las operaciones en un globo terráqueo. (Animación en la sala). Sí, camaradas, usaba un mapamundi esférico para trazar las líneas de los diversos frentes. Yo le dije al camarada Vasilevsky: “Muéstrele la situación en el mapa, ya que en la presente encrucijada no podemos continuar la operación concebida. La antigua decisión debe cambiarse por razones muy justificadas”. Vasilevsky me respondió diciendo que Stalin ya había estudiado el problema y que él, Vasilevsky, no volvería a tratar el asunto otra vez con Stalin porque éste no quería oír nuevos argumentos acerca de esta operación. Después de esta conversación con Vasilevsky, telefoneé a Stalin a su villa, pero Stalin no contestó al teléfono, sino Malenkov. Le dije al camarada Malenkov que llamaba desde el frente y que debía conversar personalmente con Stalin. Stalin me informó, a través de Malenkov, que yo tenía que conversar con Malenkov.

Por segunda vez insistí que deseaba informar personalmente a Stalin de la grave situación que había surgido para nosotros en el frente. Pero Stalin no consideró conveniente acercarse al teléfono y declaró que debía hablar a través de Malenkov, aunque se hallaba a unos pocos pasos del aparato. Después de que escuchara así, indirectamente, lo que solicitábamos, Stalin respondió: “Que todo quede tal cual está”. ¿Y cuál fue el resultado de esta decisión? Lo peor que ya nos habíamos imaginado. Los alemanes rodearon las concentraciones de nuestros ejércitos y como consecuencia de ello perdimos cientos de miles de soldados. He ahí una muestra del genio militar de Stalin y de lo que él nos costó. (Inquietud en la sala). En una ocasión, después de la guerra, durante una reunión con Stalin y los miembros del Politburó, Anastasio Mikoyan mencionó que Krutchev parecía haber tenido la razón cuando telefoneó acerca de la operación de Jharkov y que era desafortunado el hecho de que sus sugestiones no se hubiesen aceptado. ¡No pueden imaginarse la furia de Stalin! ¡Cómo era posible que no se reconociera que él, Stalin, había tenido razón! Él era, al fin y al cabo, un genio y un genio no puede equivocarse.

Todos pueden errar pero Stalin consideraba que él nunca erraba, que él siempre tenía la razón. Nunca reconoció ante nadie que él se hubiese equivocado jamás ni en la menor cosa, a pesar del hecho de que no fueron pocos sus errores en cuanto a las actividades teóricas y prácticas. Después del Congreso del Partido es posible que tengamos que revalorar muchas de las operaciones militares de la guerra para, presentarlas en su perspectiva debida. Las tácticas que insistió en imponer Stalin sin conocer la esencia de la conducta de las operaciones militares nos costaron mucha sangre. Los militares saben que aún a fines de 1941 Stalin seguía insistiendo en grandes ataques frontales y en la captura de aldea tras aldea en vez de aprobar operaciones envolventes que permitiesen penetrar en el campo enemigo por la retaguardia. Por esta razón sufrimos muchas bajas hasta que nuestros generales, sobre cuyas espaldas descansaba el peso de la conducción de la guerra, lograron cambiar la situación y pasar a un tipo de operaciones más flexibles, que inmediatamente produjo en los frentes serios cambios muy favorables a nosotros.

Más vergonzoso aún es el hecho de que después de nuestra gran victoria sobre el enemigo, que tanto nos costó, Stalin comenzase a degradar a muchos de los comandantes que más contribuyeron a lograr esa victoria y sólo porque Stalin no deseaba que se honrara a nadie, salvo a él, por los éxitos logrados en el frente.

Stalin tenía gran interés por conocer la apreciación que merecía el camarada Jukov (ahora ministro de Defensa) como jefe militar y me pidió con frecuencia mi opinión sobre Jukov, yo le dije: “He conocido a Jukov mucho tiempo; es un buen general y un buen jefe militar. Después de la guerra, Stalin comenzó a contar una serie de cuentos absurdos acerca de Jukov, entre ellos el siguiente:

«Uds. alaban a Jukov, pero no lo merece. Se dice que antes de cada operación en el frente, Jukov hacía lo siguiente: Cogía un puñado de tierra y lo olía y luego decía: “Podemos comenzar el ataque”, o lo contrario, “la operación planeada no puede realizarse”. Yo le dije en una ocasión: “Camarada Stalin: no sé quién habrá inventado eso, pero no es cierto”.

Es posible que el camarada Stalin inventase estos cuentos con el objeto de quitar importancia al papel militar y al talento del mariscal Jukov. En este sentido, Stalin utilizó mucha energía para popularizarse él mismo como un gran líder; recurrió a todos los medios posibles para convencer al pueblo de que todas las victorias ganadas por la nación soviética durante la guerra patriótica eran consecuencia de su coraje, su intrepidez y su genio. Del mismo modo que Kuzma Kryuehkov (un cosaco famoso que realizó notables actos de heroísmo contra los alemanes), él vestía a siete con un solo traje al mismo tiempo. (Animación en la sala).

Con este mismo espíritu consideramos por un instante nuestras películas históricas y militares y algunas de nuestras creaciones literarias. Ellas nos causan náuseas. Su verdadero objetivo es alabar el genio militar de Stalin. Recordemos la película “La caída de Berlín”. En ella, Stalin actúa, da órdenes en un salón, en el cual hay muchas sillas vacías y sólo se le acerca un hombre, y éste para informarle de algo −se trata de Poskrebyshev, su leal escudero−. (Risa en la sala).

¿Y qué hay del mando militar? ¿Del Politburó? ¿Del gobierno? ¿Qué hacen ellos y de qué se ocupan? En la película, sencillamente, no aparecen. Stalin obra por todos, no cuenta con nadie, no se hace asesorar. Al menos, todo se le muestra al país bajo esta luz falsa. ¿Por qué? Con el objeto de rodear a Stalin de una gloria que contradicen los hechos y que no corresponde a la verdad histórica. En vano nos preguntamos: ¿Dónde están los militares que soportaron el peso de la guerra? La película no los muestra; estando Stalin ahí, no hay cabida para nadie. Pero no fue Stalin, sino el Partido como entidad, el gobierno soviético, nuestro heroico ejército, sus inteligentes jefes y sus valientes soldados, toda la nación soviética, los que aseguraron la victoria en la guerra patriótica. (Tempestuosos y prolongados aplausos).

El papel principal y el mérito principal por la duradera victoria conseguida en la guerra pertenecen a nuestro Partido Comunista, a nuestras fuerzas armadas, y a las decenas de millones de personas que forman el pueblo soviético y que el Partido alentó». (Aplausos atronadores y prolongados). 

 

Documento extraído de la página: www.generalisimofranco.com