PLUMAS SUCIAS


Aunque los periódicos de estos días han sido parcos en el comentario de la noticia, no hace falta ser muy incisivo para suponer que lo sucedido el pasado jueves, día 17, en el seno del Consejo Supremo de Justicia Militar debe calificarse de grave. Mucho se había especulado acerca de las reuniones del mismo con motivo de la elaboración de la sentencia. Se habló mucho de continuas presiones del Ejecutivo sobre el alto tribunal castrense, y Fraga, en recientes declaraciones, afirmaba sin ambages algo que parece que ha pasado inadvertido pero que es de una importancia clave: «El Ejército -dijo- ha pactado la sentencio del 23-F».

La chispa ha saltado ya. Se preveía que entre el Tribunal militar y cierta prensa iban a surgir fricciones cuando menos, eso si las cosas no llegaban a más. Cuando escribo, el presidente de la Sala de Justicia que está viendo la causa del 23-F ha decidido retirar la credencial a Pedro J. Ramírez, director de «Diario 16», radical abogado de causas constitucionales y oficiante distinguido de las libertades. Ni más ni menos que el mismo día 23 de febrero, primer aniversario de aquellos hechos, y en pleno juicio, a este caballero se le ocurre publicar un supuesto testimonio de un soldado de la Policía Militar que entró en el Congreso bajo el mando del capitán Álvarez-Arenas, uno de los encausados.

Bajo nombre falso, ese presunto soldado manifiesta que el oficial les amenazó «con pegarles un tiro en la nuca» si daban «un paso atrás». Esta bala en la recámara la tenía preparada «Diario 16» para el momento exacto en que empezase la vista, o como acto conmemorativo de aquélla fecha.

Pedro J. Ramírez

De cualquier forma, Pedro J. Ramírez tenía que dar el campanazo. El «manifiesto de los ciento» él sabe que iba dirigido en gran parte a su periódico, que ha arremetido sin piedad contra todo lo que huela a Ejército. Luego, por otra parte, «dora la píldora» a las Fuerzas Armadas dando cuenta puntual de maniobras y movimientos, con todo lujo de detalles gráficos y literarios, pero adjetivando siempre que esas fuerzas se mueven al conjuro de la Constitución. El juego es peligroso: Por un lado descalifica, afrenta, injuria y ataca al Ejército, malinformando acerca de hechos o de actividades de hombres de Armas cubiertos de honor y de servicio, y por distinta vertiente magnifica técnicamente lo castrense para ganarse otras simpatías. El Gobierno anda por medio, sobre todo a tenor del descubrimiento de que el Ejecutivo tiene un treinta por ciento de las acciones de «Diario 16». Eso, naturalmente, aparte del paquete de acciones con que pueda contar la familia Garrigues, que es gobierno de alguna forma también. Y capital.

Así las cosas, Pedro J. Ramírez se ha quedado momentáneamente sin credencial para su periódico -que esperamos se mantenga-, pero ha contado en seguida con la colaboración de distinguidos mediadores. Se trata del hombre que salió de «ABC» para dirigir «Diario 16» con aureola de periodista comprometido con la situación, pero a costa de la calumnia vil y de la solicitud de extraflamientos morales para los que no pensasen como él, e impartiendo bendiciones y salvoconductos de limpieza de sangre democrática.

Se puso al frente de una manifestación para pedir la libertad de Xavier Vinader, un presunto delator disfrazado de informador por cuyos artículos se asesinó a honrados españoles. Y ha publicado, de su puño y letra, auténticas barbaridades contra hombres de uniforme que todavía no han sido juzgados por sus acciones.

Pienso que tiene hilo directo con altas instancias del Estado; teléfono conectado con ministros y un buen apoyo financiero tras de sí o de su periódico. Convirtió en héroe, por su cuenta y riesgo, al teniente general Gutiérrez Mellado, no por sus hechos de guerra como quintacolumnista, sino por su apoyo incondicional a una especie de entrega castrense a la nueva situación y al régimen liberal de los políticos profesionales. Ha difamado a los militares que no le gustan, sin importarle el uniforme, sino la ideología;  sin pararse a ver si en esa condena gratuita quedaba en entredicho una Institución gloriosa, despreciada al conjuro del sectarismo y de la provocación, del juicio ciego y de la pluma sucia. Es un auténtico lujo para la profesión, aunque no tiene toda la culpa. Veo que aparece teledirigido por misteriosos manejos, fruto del poder, de la ambición y de una bien afinada sinfonía contra España. Parece un portavoz de los afrancesados, enemigo de lo noble, incluso de sus propios compañeros, contra los que arremetió a través de hacer la competencia, legal pero ilícita, a la “Hoja del Lunes”, pacto de honor y de orgullo de periodistas retirados, de la cual fundamentalmente vivían. Hoy ya no los pueden ni pagar. Pero repito: no todo lo ha hecho este señor, sino la oscura y siniestra tramoya que tiene detrás. A por esa tramoya tiene que ir todo español de bien; de lo contrario, estos osados especialistas en la agitación política, con el respaldo que llevan detrás, son capaces de terminar hasta con las raíces del ser español.

 

Luis F. VILLAMEA

Fuerza Nueva. Nº 791. Del 6 al 13 de marzo de 1982.

 


PÁGINA PRINCIPAL

ANTERIOR