El Parlamento Español en 1936

Ante el 18 de Julio.

 


Azaña completa la declaración Ministerial.


 

Se reanuda el día 15 la vida parlamentaria. Azaña complementa y acaba la declaración ministerial, de la que dio un anticipo al constituirse la Cámara. La certeza de que es ya el candidato oficial a la presidencia de la República, sofrena sus rencores a lo Robespierre y suaviza sus frases hirientes. Se esfuerza por aparecer como Jefe de un Gobierno afanado en una inmensa labor legislativa, que enumera: reforma del sistema electoral, del Tribunal de Garantías, del Supremo y del reglamento de la Cámara: problemas del campo y del paro obrero. En política agraria «no hay un solo punto de los que figuran en el programa del Frente Popular que no esté ya articulado por el Gobierno». Una ley «pondrá las propiedades de la Corona a disposición del Gobierno, que con esto tendrá medios para poner en marcha la reforma agraria. En las provincias extremeñas se ha dado tierra a 70.000 yunteros». «Estamos ante un fenómeno grandioso, que consiste en el acceso al Poder de nuevas clases sociales que hasta ahora no habían conseguido esa participación...» 

 

Azaña quisiera que todos se contagiasen de su calma, «que es también una fuerza políticas, porque los sucesos que provocan los impacientes «le entristecen». «Hay que evitar la guerra civil.» «Lo que más temo y más me preocupa, adonde van a parar todos mis pensamientos, es a la pérdida de las fuerzas naturales del espíritu español. Y a acabar con este estrago nuestra política está adscrita.» 

 

Anuncia también una profunda reforma del Parlamento para darle «eficacia, celeridad y autoridad máximas. Para ello necesitamos adaptarlo a la vida moderna, a las necesidades del Estado moderno». En el orden internacional, «mientras la Sociedad de Naciones aliente, España cooperará de un modo decidido en su labor». El Gobierno de Azaña quiere evitar la guerra civil que ha provocado, pero como si la palabra del orador hubiera ido más allá dé sus deseos, al punto anuncia «que todo su plan pacífico lo tiene pendiente de un pelo, que estoy dispuesto a soltar apenas se intente quebrantar los propósitos».

 

Los diputados del Frente Popular rompen en un aplauso para desentumecerse, pues los tonos -que ellos consideraban moderados- en que se expresó Azaña en gran parte de su discurso, iban congelando sus ilusiones y entusiasmos.

 

 

 


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