El Parlamento Español en 1936

Ante el 18 de Julio.

 


El Partido Socialista se Sovietiza.


 

«¿Qué importa -continúa Calvo Sotelo- que hagáis el programa de orden económico social si os falta lo de más importancia, la premisa, la primera piedra, que es la posibilidad de trabajar?

»El sistema del Frente Popular es un santo. y seña sovi6tico, E es una consigna sovi6tica. En agosto de 1935 la formuló Dimitroff en el Congreso celebrado en Moscú, y en términos bien claros, diciendo: 

«Hace ya 15 años que Lenin confesó que no se podía intentar en una jornada la revolución comunista, sino que habría que pensar en fórmulas transitorias. El Frente Popular es una transitoria magnífica y los comunistas, en tanto los Gobiernos del Frente Popular den libertad a su actuación, deberán sostenerlo.» 

Lo cierto es que el Frente Popular no ha cuajado más que en Francia y en España... Pero el país francés sabe que ni Daladier, ni Sarraut, ni Herriot, ni ninguno de esos políticos que pueden asumir la jefatura del Gobierno, abrirán paso al comunismo, y esto es lo que no sabe España del señor Azaña, porque aunque el señor Azaña sea anticomunista, todavía no ha exhibido garantías plenas de que habrá de cerrar el paso a los intentos comunistas, cualesquiera que sean los métodos por los que estos intentos hayan de llevarse a efecto.

»Hay otro hecho, que es la bolchevización progresiva del partido socialista español, que también bar que traer aquí. Tres documentos tenemos a la vista: el proyecto del programa para el partido proletario único, que acaba de publicar el partido comunista, el programa que sirvió a la revolución de octubre del 34 y el anteproyecto del nuevo programa del partido socialista redactado por la Agrupación Socialista Madrileña. Yo no tengo tiempo para entrar en los detalles, pero desde el punto de vista que examino, quiero hacer alusión a tres puntos concretos: uno, el del derecho a las autonomías regionales, otro el de la socialización de la industria privada y otro el de la Deuda pública. Aun hay que aludir a un cuarto extremo relativo al Ejército. Respecto a las autonomías regionales, coincidiendo los dos documentos últimos, se afirman como postulados la liberación de Galicia, Vasconia y Cataluña, reconociéndoles el derecho de autodeterminación de los pueblos, aunque quieran llegar a la independencia total de España. En cuanto a los socialistas, tengo en la memoria la idea de que el señor Largo Caballero, siendo ministro del Trabajo, se opuso terminantemente cuando se votó el proyecto del Estatuto Catalán a que se traspasase la facultad de legislación social a la Generalidad de Cataluña. La rectificación se comprende, porque es consigna de Rusia, pero consigna fatal. Se proclama el derecho a la autodeterminación de los pueblos, porque es un medio expresivo de romper las unida- des políticas, pero Rusia no acepta esta doctrina para sí. A pesar de toda la literatura difundida, es lo cierto que ni en Ucrania ni en los países del Cáucaso rige.

«Pero hay en estos programas una indicación de orden táctico que tiene más importancia que todas las relativas a lo dogmático, a saber: que estos partidos quieren (lo ha dicho sobre todo el señor Largo Caballero, sus órganos periodísticos y lo dice el anteproyecto de la Agrupación Socialista) la conquista del Poder para el proletariado por todos los medios que sean posibles.

«En el segundo punto, el referente a la socialización de la industria, no he de compararla con afirmaciones de algún miembro significado como el señor Prieto, que el año 34 decía que sería una verdadera desgracia y una tragedia el adueñamiento del Poder íntegramente por la clase proletaria, pero sí quiero compararlo con un documento próximo: el programa que os sirvió para la revolución de octubre como lo he leído en El Liberal, de Bilbao. Respecto a la socialización de la industria se decía esto: «No siendo conveniente realizar de momento, en la mayor parte de las industrias españolas, modificaciones esencialmente socializadoras que ofrecerían por su complejidad los peligros de un fracaso ante las circunstancias de debilidad incipiente de nuestra industria, el programa en este aspecto será por ahora limitado a una serie de medidas encaminadas al mejoramiento moral y material. de los trabajadores.

«Por lo que respecta al Ejército... ¿cómo no he de hablar del Ejército? ¿Qué piden esos programas respecto del Ejército? El de la revolución de octubre la disolución del Ejército con su reorganización inmediata, a base de reducir contingentes y eliminar los generales, jefes y oficiales. El anteproyecto socialista pide la supresión del Ejército permanente y el armamento general del pueblo. El programa del partido comunista pide «la liberación inmediata de Marruecos, la disolución del Ejército, Guardia civil y Asalto, la liquidación de generales, jefes y oficiales, la elección de los comandantes por los soldados», etc.

»El problema político es éste: esas fuerzas -lo dicen con claridad y hay que agradecérselo- van a la instauración del comunismo en la forma política de una dictadura del proletariado. Esas fuerzas -lo decía el señor Largo Caballero en su penúltimo discurso- «esperan el momento decisivo, que no tardará en llegar, que se aproxima a pasos de gigante. Cuando llegue ese momento que nosotros señalaremos, la clase trabajadora habrá de conquistar el Poder por los medios a que tiene derecho, pacíficamente y si es preciso, por las circunstancias especiales, saltaremos por encima de todos los obstáculos.»

Conforme se aproxima el final de! discurso, la irritación de los frentepopulistas crece hasta hacerse inaguantable. Calvo Sotelo remata su discurso con apóstrofes de catilinaria:

«Señor Azaña, no se puede jugar con la historia. ¿Es que S. S. no A. sabe que se están armando grupos de proletarios para dar el golpe el día que tengan los medios suficientes en su mano? ¿Es que Su Señoría ha procurado evitar la introducción de armamento con destino a fines comunistas en España? ¿Es que no sabe S. S. que se desarrolla en los cuarteles una política enorme de indisciplina? Aquí tengo un número de El Soldado Rojo que ha llegado a mis manos, en el que se dan nombres y apellidos de jefes y oficiales señalándolos a la brutalidad de las gentes comunistas.

¿Pues qué significa el ambiente de indisciplina y subversión que se ha vivido en la mañana de ayer en unas cuantas poblaciones españolas, cuando, al desfilar el Ejército, grupos de cuya filiación política no cabe la menor duda, puesto que ostentaban, con orgullo para ellos, los colores rojo y azul que les acreditan inconfudiblemente, profirieron gritos ofensivos contra el honor de los hombres que desfilaban uniformados? ¿No cree S. S., señor Azaña, que se está elaborando un ambiente morbosamente contrario a la gran institución militar, que no es institución de una forma de Gobierno, sino de la Patria misma y el soporte del Estado que a todos nos interesa?

¡Ah!, pero si el Gobierno muestra flaqueza, si vacila, si se produce con indecisiones que permitan suponer la posibilidad de que en la fortaleza del Estado se entrometan de una manera tortuosa los que lo quieren arrasar, nosotros tenemos que levantamos aquí a gritar que estamos dispuestos a oponemos por todos los medios, diciendo que el ejemplo de exterminio, la trágica destrucción que las clases sociales conservadoras y burguesas de Rusia vivieron, no se repetirá en España, porque ahora mismo, si tal ocurriese, nos moveríamos a impulsos de un espíritu de defensa que a todos llevará al heroísmo, porque antes que el terror rojo...» 

Las últimas palabras son abogadas por una gritería ensordecedora. «¡Que se haya podido decir todo esto en nuestro Parlamento!» -exclama asombrado un socialista.


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