Francisco Largo Caballero



CARTA DE STALIN A LARGO CABALLERO


Iósiv Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Stalin, en diciembre de 1936, junto con Mólotov y Voroshílov, dirigió una carta al camarada Largo Caballero, jefe del Gobierno de la República, dándole consejos de amigo, alguno de los cuales, quizá muy estratégicos, constituían un mentís a la doctrina revolucionaria que tanto él como sus seguidores venían predicando desde hacía más de veinte años: «...Consideramos que es nuestro deber, dentro de nuestras posibilidades, ayudar al gobierno español, que dirige la lucha de todos los trabajadores, de toda la democracia española, contra la camarilla militar y fascista, que no es otra cosa que un instrumento de las fuerzas fascistas internacionales...

La revolución española discurre por caminos que, en muchos aspectos, son muy distintos del recorrido por Rusia. Así lo determinan las distintas condiciones sociales históricas y geográficas, las necesidades de la situación internacional, muy diferentes de las que tuvo frente a sí la revolución rusa. Es muy posible que la vía parlamentaria resulte en España un procedimiento de desarrollo revolucionario más eficaz de lo que fue en Rusia... Convendría dedicar una especial atención a los campesinos, que tienen tanto peso en un país agrario como es España. Sería deseable la promulgación de disposiciones legales de carácter agrario y fiscal protectoras de los intereses de estos trabajadores. También convendría atraer a dichos campesinos al ejército y constituir con ellos, en la retaguardia de los ejércitos fascistas, grupos de guerrilleros... Convendría, también, atraer al lado del Gobierno a la burguesía pequeña y mediana de las ciudades o, en todo caso, darle la posibilidad de que adoptase una actitud de neutralidad que favoreciese al Gobierno, protegiéndoles contra las tentativas de confiscación y asegurándoles, en la medida de lo posible, la libertad de comercio... No hay por qué rechazar a los dirigentes de los partidos republicanos, sino que, por el contrario, hay que atraérselos, aproximarlos y asociarlos al esfuerzo común del Gobierno... Es necesario evitar que los enemigos de España vean en ella una República comunista, previniendo así su intervención declarada, lo cual constituiría el peligro más grave para la España republicana... Debería buscarse la ocasión de declarar por medio de la prensa que el Gobierno de Madrid no tolerará que se atente contra la propiedad y los legítimos intereses de los extranjeros residentes en España...»  

Largo Caballero contestó a la carta, agradeciendo el interés de sus camaradas soviéticos y prometiendo tener en cuenta las advertencias que se le hacían.

Por otra parte, y aunque hizo solemne protesta de que los consejeros que él enviase, tanto políticos como económicos y militares, no tendrían otra misión que cumplir que la del simple asesoramiento, encargó a Arthur Stashevsky, agregado comercial acreditado en España, que, a poder ser, «manejase las riendas políticas y financiera de la España republicana».

Según algunos historiadores, Stalin jugó un importante papel en la desintegración del POUM y en la posterior persecución y condena de los principales dirigentes de esta organización. Glorificado por los comunistas, sobre todo a partir de la caída del Gobierno presidido por Largo Caballero, se convirtió en una especie de paradigma insoslayable, no siempre del agrado del pueblo español. Escribe Manuel Azaña en su libro ‘Memorias políticas y de guerra’: «De nada sirve que el presidente de la República hable de democracia y liberalismo, si al propio tiempo las películas que nuestra propaganda hace exhibir en los cines, acaban siempre con los retratos de Lenin y Stalin.»

 

Eduardo Palomar Baró.


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© Generalísimo Francisco Franco - Junio 2.005

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