La
elección del sucesor del Papa Juan Pablo II nos ha
deparado el gozo de ver en la Cátedra de San Pedro al
cardenal Ratzinger, de espíritu tan afín a su
predecesor, y del que todos esperamos la continuidad
de su memoria y su obra.
Pero
hemos sabido que el actual Papa estuvo en una ocasión
en el Valle de los Caídos.
Fue
con motivo de la clausura de uno de los Cursos de
Verano de El Escorial. Era el 7 de julio de 1989.
Al término de su conferencia, a la que asistieron el
P. Abad Ernesto y el P. Anselmo, éste pudo acercarse
a él e invitarle a hacer una visita al Valle.
Parecía
esperarlo, por lo que aceptó de inmediato y, burlando
a los organizadores del Curso, se dirigió
rápidamente, con su secretario, al automóvil.
Avisados el cardenal Suquía, el Sr. Nuncio y el
Rector de la Complutense, que habían asistido al
mismo acto, al poco tiempo se encontraban todos en el
Valle.
UNA
VISITA QUE SE PROLONGÓ
Aunque
según confesó, sólo disponía de 30 minutos, el
recorrido se prolongó por espacio de dos horas.
La
Comunidad le esperaba en el Monasterio, donde le
dispensó un caluroso recibimiento. Después,
acompañado por el P. Abad y algunos monjes, subió a
la base de la Cruz, donde contempló detenidamente las
imágenes de Ávalos y las dimensiones de la Cruz.
Desde el altar que hay al pie de la misma observó la
inmensa panorámica que desde allí se abre a la
vista. A esa hora de la tarde la sombra de la Cruz se
proyectaba hasta casi perderse de vista.
Un
monje le comentó: «Este Valle de los Caídos,
recostado bajo la silueta de la Cruz, parece esperar,
como el Valle de Josafat, el día del juicio final,
precisamente a la sombra de la Cruz».
El
Cardenal asintió: «Sería un lugar incomparable».
La
visita continuó por la Basílica, que recorrió
observando todos los detalles y admirando su severa
majestad, mientras seguía con atención todas las
explicaciones que se le daban. En la explanada que
precede a la Basílica se detuvo bajo la fuerte
impresión de grandiosidad y armonía que se
desprendían de la conjunción entre naturaleza y
arquitectura. Con frecuencia detenía la mirada
dirigida hacia la Cruz, que se recortaba sobre un
cielo fuertemente azul y cuyas proporciones le
impresionaban visiblemente.
LUGAR
DE PEREGRINACIÓN
En
una de estas ocasiones se le insinuó lo interesante
que podría ser que los europeos peregrinaran hasta
esta Cruz para orar ante ella por las grandes
intenciones de la segunda evangelización, y que si
fuera posible, el mismo Papa abriera esta marcha,
penitencial y orante, estimulando así a todos a
realizar este camino hacia lo que deberá ser el
centro de esta nueva evangelización: el misterio de
la Cruz y el símbolo de la Redención. El cardenal
Ratzinger preguntó muy interesado si se trataba de algún
proyecto ya en marcha; en todo caso, añadió,
merecería la pena que la idea se hiciera realidad.
Ya
en la hospedería , tomó un pequeño refrigerio,
mientras siguió interesándose por temas del Valle.
Antes
del regreso a Madrid posó para la foto, con el fondo
de la Cruz, en ese momento intensamente iluminada por
el sol.
LA
ESPIRITUALIDAD INMENSA DEL VALLE
Ya
de vuelta, comentó con D. Gustavo Villapalos, Rector
de la Complutense, que el monasterio del Valle de los
Caídos le había interesado más que el de El
Escorial: la originalidad de su concepción y su
fuerte espiritualidad le hacía superior a la mayor
parte de los que él conocía en Europa, incluido el
de San Lorenzo.
Fue
una jornada muy grata para la Comunidad del Valle, en
la que pudimos conocer de cerca a uno de los hombres
más representativos de la Iglesia y de la Curia
romana. Su cercanía al mundo benedictino le ha
llevado a darse el nombre de Benedicto XVI. Que el
Señor bendiga su Pontificado.
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