Opinión
LOS «MALOS»
DE PECES-BARBA
Por Jaime CAMPMANY/
YA hay otro que quiere hacer de España nuevamente una película de
buenos y malos. En el homenaje a Santiago Carrillo, que ha cumplido
dichosamente noventa años, pronunció un inspirado discurso Gregorio
Peces-Barba, muy en las candelejas (o sea, en el «candelabro» de Sofía
Mazagatos) desde hace algunas semanas con motivo de su actuación, tan
extraña y polémica, como Alto Comisionado para la Protección de las Víctimas
del Terrorismo. No es que Santiago Carrillo sea una víctima del
terrorismo, ni que necesite protección, porque ya va por ahí hasta sin
peluca, sino que se trata, creo yo, de una demostración de solidaridad
ideológica y de admiración política. Bien hecho, hombre, «en pie famélica
legión», etcétera.
La «famélica legión» no se puso en pie, sino que cenó sentada.
Bueno, supongo yo que Peces-Barba se puso en pie, no para irse a la
lucha revolucionaria, que ya no le hace ninguna ilusión, sino para
pronunciar el discurso de homenaje al viejo comunista que ha llegado al
friso de los noventa como un pimpollo, y por mi parte le deseo que
cumpla muchos más. Lo que me extraña del discurso de Peces-Barba es
que se entretuvo en clasificar a la audiencia y en definir a los
homenajeantes desde un criterio ético, en un ejercicio casi
sacristanesco. Y es que en los últimos tiempos no se le ve a Gregorio
muy acertado. Es posible que se encuentre algo nervioso y desquiciado
por el miedo, pues ha hecho responsables a los que critican algún acto
o discurso suyos de «lo que les pueda pasar» a él o a su familia.
En sus palabras de homenaje, el rector magnífico de la Universidad
Carlos III y Protector Oficial de Víctimas clasificó a los presentes y
a los ausentes, o sea, a todo quisque, en tres grandes grupos, a saber:
los buenos, los menos buenos y los malos. Allí, en la mesa del
homenaje, junto al homenajeado y junto al orador, estaban naturalmente
los «buenos». También estaban los «menos buenos», es decir los
pecadores, pero que esperaban la gloria después del purgatorio. Y no
estaban los «malos». Si el profesor hubiese dicho «sobresalientes»
en vez de buenos, «aprobados» en lugar de menos buenos y «suspensos»
donde dijo malos, la cosa habría pasado mejor, porque es más propia
del catedrático hacer una clasificación académica. Pero Gregorio
Peces-Barba se fue por lo ético y clasificó al gentío en buenos y
malos, dejando un purgatorio para los menos buenos que no llegan a
malos. Vamos, que convirtió la cena de Carrillo en un Juicio Final.
El eminente orador hizo de Padre Eterno, pero en vez de colocar a los
justos a su derecha y a los réprobos a la izquierda, cambió las tornas
y lo hizo al revés. Para él, los buenos y los menos buenos eran los de
la izquierda, y los malos eran los que no estaban, que no habían ido
precisamente por estar a la derecha. Total, que la izquierda de
Peces-Barba podría ser la derecha del Padre Eterno, que tan equívoca
es la ubicación en una mano o en la otra. Pero menos mal que no asistió
ningún «malo». De haber ido alguno de ellos al homenaje, habríamos
corrido el riesgo de que apostillara: «Los «malos» no han venido
porque muchos se quedaron en Paracuellos».
® ABC. 19 de Marzo de 2.005.-
© Generalísimo Francisco Franco. 18 de Marzo de
2.005.