Editorial / Opinión.


MÁS ALLÁ DE UNA ESTATUA

EL éxito de la Transición fue posible porque la izquierda y la derecha cedieron en aspectos nucleares de su ideario político, en aras de un proyecto de convivencia común. Fue el éxito de una clase política que supo entender, en momentos especialmente difíciles, que España y los españoles eran bastante más importantes que sus particulares intereses. Sería peligroso que el socialismo cayera en la tentación revanchista de intentar cobrarse ahora, con efectos retroactivos, parte de esa cesión que hizo hace treinta años en una España que ya no es la de antes y que, felizmente, se ha despojado de todos los fantasmas del pasado. Lo resumió, acertadamente, Felipe González: «Me parece una estupidez eso de ir derribando estatuas; siempre he pensado que si alguien hubiera creído que era un mérito tirar a Franco del caballo, tenía que haberlo hecho cuando estaba vivo...».

El Ejecutivo socialista ha retirado, de noche, la estatua de Francisco Franco, situada en Madrid frente a los Nuevos Ministerios. Una decisión que ha generado una indiscutible polémica. Al valorar las consecuencias de esta medida, seguramente el Gobierno diseñó una estrategia para hacer frente a las críticas que iba a suscitar la retirada del monumento. La respuesta ofrecida ayer por distintos miembros del Ejecutivo y del PSOE revela cuál era el plan: tratar de justificar su decisión llevando el caso a un debate superado sobre una etapa concreta de la historia de España con el objetivo último de pescar en las aguas revueltas de la división. Mal y peligroso camino es el volver a transitar por la senda del revisionismo, tarea entre lo estéril y lo interminable, porque ¿a partir de cuándo se empieza a revisar la historia?

Un Gobierno en democracia, por encima de su perfil ideológico, debe ser prudente y moderado en la toma de decisiones. Un Ejecutivo equilibrado es aquél que gestiona los asuntos generales con templanza y somete los legítimos intereses de partido al servicio de los intereses del conjunto de la sociedad, cuya pluralidad y diversidad obliga precisamente al gobernante a extremar la cautela. Ahora que se cumplen cuatro siglos de la primera edición de El Quijote, el Gobierno de Rodríguez Zapatero debería seguir el consejo que el ingenioso hidalgo le dio a Sancho para gobernar la ínsula Barataria: «No hay más alta virtud que la prudencia».

Pero el Ejecutivo socialista se ha equivocado también profundamente en las formas; el error procedimental revela un problema aún más grave, que es de fondo, pues demuestra un comportamiento contrario a normas básicas de la estética política como son la claridad y la transparencia en la toma de decisiones. Porque si la voluntad última del Ejecutivo era desmontar la estatua, nada más normal en democracia que explicarse, que mostrar sus razones y permitir a los demás que mostraran las suyas. Que se actuara de noche, sin comunicación previa al Ayuntamiento de Madrid, pone de manifiesto hasta qué punto el Gobierno recurrió a la política de actos consumados para orillar el debate. No fue precisamente talante lo que derrochó el Ejecutivo la pasada madrugada, más bien todo lo contrario.

La gravedad del asunto no está tanto en la decisión de eliminar la estatua de Franco, cuya figura forma parte para bien y para mal de la Historia de España, como en el modo grosero que ha utilizado el Gobierno para desmantelar el monumento y, sobre todo, en la manera en que se ha explicado y tratado de justificar la medida, atizando la tensión de una sociedad que reclama sosiego y serenidad y no quiere en ningún caso que se abra la caja de una historia dolorosa. El izquierdismo infantil de este Gobierno tiene poco que ver con la defensa de valores propios de una izquierda moderna y está lejos de lo que demanda un país proyectado hacia el futuro y que cerró hace ya tiempo las heridas de un pasado que el Ejecutivo se empeña torpemente en reabrir.

Zapatero, que presume de haber convertido el talante y la moderación en señas de identidad de su Gobierno, debería saber que a veces un gesto, aunque sea para su propia galería -el desmantelamiento nocturno y semiclandestino de una estatua-, vale más que mil palabras o que todo un manual de buenas intenciones.

® ABC. 18 de Marzo de 2.005.-

© Generalísimo Francisco Franco. 18 de Marzo de 2.005.

 


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