El día 27 de diciembre de 2012, José María Michavilla, consejero de
Estado, publicaba en el diario El Mundo un artículo con el título
"Prim, patriota español y catalán".
Si José María Michavilla, consejero de Estado, fuese historiador
(experto en Prim) o, sin serlo, le hubiera interesado la figura del
citado caudillo militar, seguro que le hubiésemos registrado algún
artículo anterior sobre el personaje. Pero como ninguna de estas dos
cuestiones se dan, entiendo que el interés del consejero de Estado
por Prim viene dado por la situación de España; más concretamente,
por el órdago secesionista que CiU-ERC han lanzado al Estado con el
lenguaje bronco propio de los insurgentes. Sin embargo, no es
precisamente Prim, mayoritariamente calificado de militar golpista y
"espadón", al general que habría que reivindicar. Ni mucho menos.
Hay otro general, Caudillo militar, como Prim, que nos pilla más
cercano, más actual y de nuestro tiempo, Francisco Franco.
Pero, ¿por qué no Prim? Porque Prim fue un revolucionario que estuvo
presente en todas las conspiraciones, insurrecciones, asonadas y
golpes de Estado del siglo XIX. Personaje bronco y difícil, fue
condenado a muerte por intento de asesinato, y es uno de los
participes de la Revolución de 1868 (expulsión de la Reina) y
principal autor intelectual y militar de la defenestración de la
dinastía borbónica. Un personaje que finalmente nos trae a un
Príncipe extranjero que no quiere nadie.
Por ende, Francisco Franco, cuya vida es fiel reflejo de la España
que forcejeó por pasar de la Monarquía a la República, fue un
militar forjado como héroe de guerra, sin veleidades golpistas,
serio y disciplinado, al que la República llamó para sofocar el
intento de golpe de Estado de 1934, y que recoge el 18 de julio de
1936 y lleva adelante tras la Victoria del 1 de abril de 1939 la
superación de todos los antagonismos de la España que quiso pasar de
la lucha y división entre españoles a un proyecto común compartido,
liderando una política ciertamente de sumas, de grandes aciertos que
nos situaron en el contexto europeo, por encima de las lógicas
discrepancias territoriales, ideológicas y de clase. Cuya vida
finalmente acabó el 20 de noviembre de 1975, dejado una obra
completada bajo la dirección de una Monarquía que hoy es la
institución más valorada de España. De ahí que podamos decir con
toda razón histórica, que Franco fue el hombre providencial con el
que España se encontró en una de las encrucijadas más serias y
difíciles de su historia. Un auténtico héroe que entregó su vida
desde su adolescencia a la defensa de España. Un héroe cuyo ejemplo
de valentía, liderazgo y determinación tanto en el frente de guerra
como en el de la paz son de una dimensión inigualable. Un Caudillo
integro y un extraordinario gobernante.
De cualquier forma comprendo a José María Michavilla, consejero de
Estado, que puestos reivindicar a un general no reivindique a Franco
y sí a un general golpista, a no ser que me pierda en la última
razón del consejero de Estado Michavilla. Y digo que lo entiendo,
por cuanto es políticamente correcto odiar, despreciar y no
reconocer nada a Franco, y el señor consejero Michavilla debe su
puesto a lo que viene dictado por lo correcto.
Con todo, entiendo también que Michavilla desbarra porque no se
trata tanto de dar un golpe de Estado contra la Monarquía y mandar
al Rey al exilio, como de regenerar España, que es hoy una marca "de
chorizos". Sobre todo, porque, frente a este reto que es ineludible,
haría muy mal nuestra clase política si se llamase a un general para
reconstruir el Estado, habida cuenta que todavía hay tiempo para
hacer cumplir la ley, cuyo incumplimiento ha sido probado suficiente
y holgadamente por los insurgentes como razón política. |
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