De la Plaza de Oriente a
la de la Marina Española y en el centro Colón...
Por un patriotismo unido, sereno y sensato
Si es verdad que en algunas ocasiones los extremos se
tocan, creo que en este caso, y sea dicho con el debido respeto a
los más cercanos, podemos establecer una relación de coincidencia
entre los de la Plaza de Oriente y los de la Plaza de la Marina
Española por cuanto abocada España a la ruina, y en el contexto de
un mundo que está transitando por profundos e importantes cambios,
siguen aferrados a sus quimeras entre lo de "Vuelva General" y el
considerar a la Constitución como "una balsa en el epicentro de la
tormenta". Frente a ellos, y porque no hay dos sin tres, reconozco
que en la plaza de Colón, con todos los peros que convenga hacer, se
ofreció un digno espectáculo. Aunque algunos sigan sin enterarse de
nada. Por eso tengo a bien ilustrar este artículo con la viñeta de
Caín (La Razón, 6 de diciembre de 2012) por estar plenamente de
acuerdo con los dos enunciados. Con todo, no seré yo quien mande
callar a nadie, le expulse de ningún sitio o simplemente le llame
diletante porque no se avenga a actuar o pensar como yo.
Un digno espectáculo, digo, porque desde las
convocatorias de Blas Piñar en 34 años no se había visto nada igual.
Los españoles saliendo a la calle en defensa de España. Un digno
espectáculo que en cálculos aproximados se puede cifrar en cerca de
7.000 personas, sólo en Madrid, a los que habría que sumar las que
se concentraron en Cataluña (Barcelona, principalmente) y en otros
lugares de España.
No estuve en la plaza de Oriente, porque pliego mi
gusto o criterio sobre máximos irreales (El Rey, que ha tomado
todos los poderes del Estado y a decretado la ley marcial en todo el
territorio nacional, mantiene la firme promesa de derogar la
Constitución, mientras el Ejército, cuando caía la noche, sellaba
con metros de alambrada de púas y carros blindado el Congreso de los
Diputados) a procurar, serena y sensatamente, lo que mejor
convenga a la patria.
Serena y sensatamente porque debemos partir de la
realidad, no para asimilarla sino para transformarla. De lo que se
infiere, se impone la construcción de un marco institucional
reducido y eficaz, apostar por un ética que acabe con la corrupción
en el ámbito público, potenciar un sistema económico justo y
solidario de libre mercado que evite el paro, el desahucio y la
pobreza, e impulsar una política a favor de la familia constituida
por un hombre, una mujer y unos hijos como célula primaria que es de
la sociedad. Y junto a estas grandes reformas, también tendremos que
dar respuesta a la inmigración como problema fundamental que es, por
cuanto desestructura y en la situación actual termina con la
identidad nacional.
En este sentido, y frente a la "marca España" que no
deja de ser un producto enlatado de marketing más en línea de
política de ventas que de calidad, quiero destacar, y de paso traer
al conocimiento de quienes lo desconozcan, el artículo de don Javier
Ruperez en la Tercera de ABC (28 de julio de 2011), por cuanto
entiendo está en la línea de este momento histórico. Un momento que
tiene que venir marcado por una discursiva política donde se rebasen
los límites del género político, con una estructura ordenada y
medida. Por eso José Antonio sigue siendo un reclamo porque tiene
algo de prodigio inacabado. Un creador del que aún queda por
descubrir toda su energía en este tiempos de ruinas.
El desencanto no es consecuencia de que no se consiga
el fin, porque siempre hubo derrotados, sino de la ineficacia en la
lucha. Hay que apostar por una unidad amplia y sin concesiones a los
principios básicos. Quien no está en contra, está a favor. Estamos
donde estamos y hay que apostar por el porvenir de todos. Me niego
de momento, y como patriota, a ser un superviviente de un naufragio,
soldado derrotado de un ejército invencible.
Que la Santísima Virgen María, que llevo en sus
purísimas entrañas al Verbo de Dios, confirme plenamente su
Patronato en toda España porque sin Él no podemos hacer nada.
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