Sólo en caliente se van los mejores
La muerte casi siempre suscita todos los parabienes para quien se
marcha, haciéndonos olvidar los aspectos negativos del finado y
atribuyéndole sólo lo que consideramos positivo en un acto de
generosidad extrema. Que es lo que propone que se haga, respecto al
político socialista fallecido Peces-Barba, Manuel Jiménez de Parga
en "Mi recuerdo" (El Mundo, 25 de julio de 2012).
Los medios de comunicación, prácticamente todos al servicio de la
revolución cultural, no han restado elogios al fallecido
Peces-Barba, cuyos panegíricos han resultado de todo punto
interesados e incompletos. Interesados, por cuanto el fallecido
socialista era uno de los suyos, más, si cabe, cuando quien fallecía
era uno de los llamados "padres de la constitución" y desde que
murió Torcuato Fernández Miranda, asqueado y olvidado en Londres, el
consultor personal del Rey. Por eso era lógico y natural que todos,
y al unísono, olvidasen los aspectos negativos de su actuación y
mucho menos entrasen en su polémica personalidad llena de aristas.
Tampoco es mi intención no ser generoso con quien ya sólo tiene que
responder ante Dios, en cuyo tribunal no sirven los alegatos a favor
de parte, por muy sustentados que estén en ciencia jurídica, de la
que el político socialista fallecido era docto. Y no es mi
intención, digo, porque tanto el que esto escribe como una gran
mayoría de los que me leen, somos generosos de sobra y
suficientemente desde el momento que en la Santa Misa y en nuestra
oraciones pedimos por todos los fallecidos, por sus almas y por su
eterno descanso. Sin embargo, eso no quita, ni puede hacerlo, para
que nos impida que ejerzamos la crítica, olvidando los aspectos
negativos en función de un sentimiento de mera y vaga
sentimentalidad fingida, cuando no interesada. Porque, entonces, si
actuamos así, estaremos confundiendo ciertamente el mismo sentido de
la caridad cristiana.
Marxista de formación e ideología, con altas posibilidades de haber
sido masón, Peces-Barba era el máximo exponente intelectual dentro
del PSOE de la llamada "Ideología de Género" que sustenta el
subjetivismo moral y por tanto el racionalismo. Una ideología que ha
sido definida por SS Benedicto XVI como "la última rebelión de la
criatura contra su condición de criatura". Un constructo social por
cuanto su estrategia sustenta una antropología contra-natura.
Ponente y redactor
"en compañía de otros" de la Constitución de 1978 que hoy nos lleva
al suicidio colectivo, Peces-Barba lucho denodadamente por imponer
el laicismo radical en la vida pública, pese a ser consciente que la
inmensa mayoría de los españoles son católicos. Presidente
del Congreso, aquel cargo pulió su personalidad polémica
y su carácter extremista desde la observancia a unas normas de
obligado cumplimiento, lo que sin duda fue utilizado para
presentárnoslo como un hombre de Estado. Rector de la Universidad
Carlos III, un centro innecesario y hecho a su medida, en el que
intento desarrollar al máximo el modelo de aquella institución
anticatólica y nido de anarquistas que fue la Institución Libre de
Enseñanza. Termino su vida institucional como Alto Comisionado
para las Víctimas del Terrorismo, cargo que ocupo sólo unos
pocos días pues desde el primer momento su actuación, sus ideas y
sus sentimientos respecto a las víctimas -que lo eran en un 90% del
terrorismo marxista que él y los suyos habían defendido, disculpado
y potenciado durante mucho tiempo- le anularon de por vida como
interlocutor válido para ese colectivo. Hasta aquí, y expuesta muy
sucintamente, la vida pública del destacado político socialista
recientemente fallecido, Gregorio Peces-Barba
Yo comprendo que muchos pierdan a un amigo, a un compañero y a un
ideólogo que es lo que siempre fue, pero también comprendo que
España no pierde a un hombre ejemplar, ni mucho menos. Más bien todo
lo contrario. Por eso he dicho que sólo en caliente se van los
mejores. |
|