Puntualizaciones más allá del detalle
Treinta
y seis años, lo hemos dicho otras veces, es toda una condena. Una
condena que rebasa la pena máxima de privación de libertad que
contempla nuestra legislación penal para que hoy tengamos la
tentación de hacer enjuagues de laboratorio más en la línea de las
justificaciones personales o corporativistas, que del análisis
histórico. Alegatos a favor de parte que no cuadran como piezas en
el puzle de la memoria histórica, vivida y sufrida por muchos
españoles. Dicho esto, bienvenidas sean todas las aportaciones.
"El Manifiesto de los Cien", del coronel Rogelio González Andradas,
editado por Akron, nos narra la crisis militar en la transición
española, una aportación de suma importancia para el análisis
histórico-político de esta época de España y de sus consecuencias
actuales desde la constatación de que los Ejércitos no sólo tienen
un deber constitucional normativo preciso, sino que son, por su
misma constitución, junto a la Corona, la institución que vertebra
la Patria al dar cohesión de unidad a la multiplicidad sociológica,
histórica y cultural de las tierras y las gentes de España. De ahí
que, vistos los resultados, se tenga que precisar que la institución
castrense es la más responsable de la maltrecha unidad nacional
(realidad consentida y no defendida) que no sólo es la principal de
nuestras crisis, sino la que de modo más determinante condiciona las
demás. Una situación que algunos aventuramos catastrófica por cuanto
la división de las tierras y de las gentes de España es una realidad
política de muy difícil vuelta atrás.
Estamos hablando de omisión, o mejor dicho, de comisión por omisión
en su quehacer constitutivo y constitucional como de modo
ciertamente explícito trasluce el hecho de haber sido la institución
que más ha colaborado, sin apenas reparos dignos de destacar, con la
algarada revolucionaria antinacional, cainita y estúpida de la
llamada "ley de memoria histórica" izquierdista; hasta el punto de
colaborar en borrar todo vestigio, símbolo o nombre que a la canalla
roja no le gustase, o se opusiera en orden a su narrativa que se
honrase: el valor, las esencias nacionales, los héroes...
Empleándose, eso sí, como la institución nacional más leal en eso
que llaman "dividendo de paz internacional" como tropa al servicio
del mundialismo que impone la OTAN; destacándose internacionalmente
por sus funciones de parteras y ayas, hasta el punto de quedar en el
consciente e inconsciente colectivo de las poblaciones en donde era
destacada como fuerza dispensadora de todo tipo de regalos: puentes,
casas, carreteras, camisetas de futbol para niños y jóvenes, naipes
para que los "señores de la guerra y del opio" aprendieran a jugar
al tute, etc. Todo tan idílico que casi estoy a punto de echarme a
llorar.
Tres consideraciones convengo hacer a "El Manifiesto de los Cien"
porque los alegatos a favor de parte o de grupo no son de recibo
histórico si de lo que se trata es de exonerarse, solo o en
comandita, o si es el caso de salir a la palestra como recientemente
hacía el corporativo general espía Juan María de Peñaranda con su
panfleto "Desde el corazón del Cesid":
1ª.- En cuanto al "riesgo que asumían" y a las "injustas
sanciones y discriminaciones que después sufrirían", que algunos
entendemos sin desmerecer su patriotismo estaba en su paga,
decir, que también en aquel tiempo convulso muchos españoles
tuvimos que asumir riesgos evidentes, incluso físicos y a pecho
descubierto, algunos bastante más jóvenes que aquellos
firmantes, con el riesgo añadido de penar en alguna de las
cárceles del sistema, llenas de asesinos, violadores y gentuza
de ETA, GRAPO y demás ralea de extrema izquierda.
2ª.- Por lo que refiere a la afirmación según la cual la
desmembración de aquél grupúsculo de oficiales fue el principio
del "desmantelamiento de las Fuerzas Armadas" y el comienzo de
la "exoneración de los asesinos de ETA", considerar que las
tentaciones deben ser momentáneas pues de lo contrario caemos en
pecado o en error, como sin duda es un error magnificar o tomar
la parte por el todo.
Así, y por lo que se refiere a la primera afirmación, el
"desmantelamiento de las Fuerzas Armadas" ha sido posible por la
pérdida de valores constitutivos en nuestro Ejércitos y por una
ininterrumpida actuación de incumplimiento de sus mismas
obligaciones constitucionales; comportamiento que se explica
desde la consideración de que la clave no está sólo en los
vínculos que unen al grupo, sea el que sea, sino en la fortaleza
de esos vínculos. De ahí que la última ofensa inferida a
nuestros Ejércitos, por boca de la ex anarquista independentista
Chacón, siendo ministra de Defensa, que calificó a los Ejércitos
de España antes de la era socialista de "cuadrilla mafiosa al
servicio de la represión", no fuera contestada ni por generales,
jefes ni oficiales.
Respecto a lo que afecta al terrorismo de ETA, a sus autores,
cómplices y encubridores, basta hacer notar que quienes tenían
como objetivo romper España, su convivencia pacífica y su orden
constitucional, venían siendo exonerados desde casi
inmediatamente después de morir Franco, pese a la escalada
criminal entre los años 1977 a 1981 que ningún otro país
civilizado hubiera consentido a una cuadrilla de mafiosos. Por
eso, con permiso o sin él, yo imputó a nuestras Fuerzas Armadas
la muerte de nuestros casi 1.000 compatriotas asesinados.
3ª.- "Tomaron (los cien) una iniciativa, que correspondía a los
de mayor graduación", en eso estoy plenamente de acuerdo.
Sin duda alguna que tal afirmación es verdad. Por eso supongo que
muchos se habrán arrepentido de haber ponderado todos esos
desplantes que algunos protagonizaban cuan cadetes díscolos ante
la autoridad militar (Gutiérrez Mellado) sin advertir ni considerar
que lo más oportuno hubiera sido que el citado ofendido se
hubiera personado en el despacho de esa misma autoridad, incluso de
mayor rango, escoltado por todos sus jefes, mientras en los
cuarteles esperarían los oficiales con la tropa armada y
municionada. Que es lo que jamás podría hacer un cadete, so pena de
enfrentarse a un consejo de guerra. Pero esto no se hizo.
Por eso la fotografía que registra la Historia es la que es. La que
es, porque luego no hubo ninguna otra, siquiera como reacción o
solidaridad. En esa fotografía están los que fueron, bien es cierto
que faltan dos personajes que por razones sabidas no se retratan: el
general don Alfonso Armada y el capitán del maletín, Gil
Sánchez-Valiente.
Y de entre todos ellos el comandante don Ricardo Pardo Zancada por
su actitud de comportamiento y compromiso en oposición frontal con
la que comúnmente se manifiesta, que contra más gente participa en
un grupo, menos esfuerzo ha de hacer cada individuo por la causa que
se defiende. Esfuerzo a una causa a la que se obligo el
comandante legendario de la madrugada que alcanzó comprender que
tan fundamental como el valor de la disciplina es el alto grado de
compromiso, vínculo fuerte en el grupo, sobre la confianza mutua.
Actitud de comportamientos que evidencia que la distinción entre
ambas conductas, el verdadero grado de separación, el único que
persiste, es el hecho de haber reconocido que la liturgia que
escenificó aquel suceso (23-F) era clave para educar y seducir en la
participación de una actividad de orden superior: la defensa de la
Patria.
Sin duda alguna que hay más héroes que los que la historia registra.
De ahí el Monumento que las naciones civilizadas tienen erigido con
la leyenda "Al soldado desconocido", que como memoria y ejemplo
refiere más que al simple combatiente muerto en combate, al héroe
que ha quedado en el olvido. Un héroe, cuyo nombre la Patria
desconoce pero no Dios, al que se honra de una manera específica con
una llama votiva, permanentemente encendida a su memoria, aunque no
tenga, como es nuestro caso, una guardia de honor permanente. Otra
puntualización más allá del detalle. |
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