Los lectores y suscriptores de “La Vanguardia”
(antes Española) que somos los que mantenemos la publicación
desde que fue incautada por lo que Vd. denomina República
democrática y devuelta a sus propietarios por los Nacionales tan
pronto
liberaron Barcelona (26 de enero de 1939), estamos hastiados
de que menesterosos de la pluma e indocumentados ataquen
virulentamente al Generalísimo Franco ante cualquier evento, en
un rotativo que ha perdido el norte y la decencia amparado por
la actual pseudodemocracia y las apetecibles subvenciones.
Aprovecha Vd. para injuriar a Franco con motivo
del
75 aniversario del fusilamiento del general Batet. Creo que
desconoce las leyes de guerra en las sublevaciones, olvidando
tal vez que al fracasar la rebelión en Barcelona también fue
ejecutado el
general Goded y la inmensa mayoría de jefes y oficiales
capturados.
Parece ignorar que el Regimiento de Cazadores de
Santiago se tuvo que refugiar en el Convento de los Padres
Carmelitas (Diagonal-Lauria) al mando del coronel Francisco
Lacasa Burgos y que el coronel Antonio Escobar Huerta de la
Guardia Civil le prometió que si se rendían velaría por la vida
de ellos, ante la muchedumbre que se agolpaba a las puertas de
convento. Total que no cumplió la promesa, siendo asesinados
todos los oficiales y siendo el coronel Lacasa, decapitado y
paseando la chusma su cabeza en triunfo por la ciudad. Además
once padres carmelitas sufrieron el martirio, al ser destrozados
a navajazos.
¿Ésta era la República que los ignaros como Vd.
defienden con tanto tesón?
Según el código militar, ante una sublevación,
el que se opone ya sabe lo que le espera si no llega el indulto,
difícil en tan lamentables circunstancias porque no depende de
una sola persona, aunque aparentemente sea así. Las condenas
previo juicio las sentencian los tribunales militares.
Su mediocre talla intelectual queda demostrada
por las fuentes bibliográficas en las que se apoya, como en el
monje Hilari Raguer, furibundo antifranquista, que se
autodenomina historiador, cuando su verdadera profesión es la de
inventor y falsificador de la Historia de España.
Señor Sòria, todo lo que dice de Franco en ese
panfleto titulado “La
tercera España del general Batet” es una verdadera falacia y
alucinante fantasía. Franco siempre estuvo en primera línea
siendo oficial y su valentía y arrojo queda demostrado con la
grave herida que sufrió en los combates africanos. Tal vez
ignora Vd. que a los 33 años de edad era el general más joven de
Europa.
Fue el primer Director de la Academia General
Militar de Zaragoza nombrado por el dictador Miguel Primo de
Rivera, hasta que fue clausurada por Manuel Azaña. El discurso
de despedida a los Cadetes que pronunció, hizo temblar a la
plana mayor republicana.
En cuanto a las alucinaciones psiquiátricas
–dignas de tratamiento médico− que le transmite su mentor e
inspirador bibliográfico, sobre la conducta de Franco, se atreve
a decir, que tenía poco de militar “por utilizar una enfermedad
leve para no estar con sus soldados, y pasearse por círculos y
bares”. Un verdadero delirio de la mente patológica del presunto
monje.
Sepa Vd. que Franco fue un militar de pies a
cabeza. Que su carrera en la milicia no pudo ser más brillante.
Que los ascensos tan rápidos no se consiguen en las tertulias,
sino en el frente.
Cuando quiera hablar de Franco, no se dedique a
copiar, al que tan asiduo es. Intente investigar, estudiar y
buscar bibliografías asépticas de ilustres historiadores
contemporáneos del Generalísimo que no estén contaminados por
ideologías abyectas.
Por último y por si Vd. lo desconoce, al
fracasar el alzamiento en Madrid las turbas frentepopulistas
asaltaron el Hospital Militar Gómez Ulla, donde estaba
hospitalizado el general Eduardo López Ochoa, que había
reprimido la sublevación de Asturias en 1934 –por cierto, masón
como el abuelísimo de Rodríguez Zapatero−, sacaron al militar a
la fuerza, le cortaron brutalmente la cabeza y la exhibieron en
una festiva procesión por todo Madrid. Otro ejemplo de como se
las gastaban aquellos ‘demócratas’ del Frente Popular.
Todos los que opinan como Vd. y vivieron algunos
años de aquella dorada y próspera época, su cobardía no les
permitió desahogarse entonces, escondidos o camuflados con sus
ideas, o proceder a cambiar la camisa cuando Franco había
fallecido, se comportan ahora con una gran valentía y
heroísmo...
Como persona mi respeto hacia Vd., pero en
cuanto a emborronador y copiador de páginas en “La Vanguardia”,
mi más absoluto desprecio.