Desde que se produjo el cambio
político en España al fenecer por ley natural el régimen autoritario
tras el fallecimiento del Generalísimo, la estructura del Estado se
modificó sustancialmente en múltiples conceptos atípicos,
inesperados e históricamente desconocidos.
Se
instauró una democracia orgánica a la carta no homologable a las
clásicas que imperan en Occidente. Surge el nuevo Sistema como
consecuencia del consenso entre la clase política dominante, más
vulnerable del Régimen, predispuesta a confraternizar con el
adversario, cediendo benévolamente a las exigencias y directrices de
los que lógicamente perdieron la guerra por indisciplina e inepcia.
Los jerarcas de los vencidos supervivientes vivían plácidamente en
el exilio sin problemas económicos, con la esperanza de que fueran
requeridos algún día para su retorno patrio con ciertos aires
triunfales. De este modo –sin impedimento alguno– se entregó una
victoria incuestionable, por deslealtad, perjurio y cobardía de
aquellos que habían jurado servir a unos principios fundamentales
hasta este lamentable momento eran inmutables.
El
clásico mapa geopolítico peninsular dividido en Regiones, se
convierte en Comunidades Autónomas con distintas agrupaciones
provinciales. Fundamentado en las dos autonomías reconocidas por
primera vez durante la Segunda República, más reivindicativas.
Inexplicablemente, el modelo se aplica generosamente a toda España
–café para todos– sin que el pueblo lo hubiera solicitado. Una
decisión gubernamental de carácter autoritario precipitada, obviando
las consecuencias futuras.
La
nación más antigua de Europa tras la unificación por los Reyes
Católicos, con un Estado Central desde tiempo inmemorial, se
convierte de la noche a la mañana por decisión política colegiada
–no suficientemente explicada al ciudadano común–, en un ente
autonómico con diecisiete gobiernos periféricos, a los que
paulatinamente se les transfieren determinadas parcelas
gubernamentales con plenos derechos y facultades. Una sorprendente,
precipitada e inesperada mutación geopolítica que conlleva una
multiplicidad del funcionariado público administrativo, no
profesional procedente de difíciles oposiciones, sino del ámbito
político.
Esta novedad, supone un cuantioso incremento del gasto público
mastodóntico, prácticamente inasumible por las arcas del Estado que
se nutren de la aportación de los contribuyentes junto a los
impuestos que gravan el consumo.
En
estas décadas autonómicas, se han hipertrofiado en proporción
geométrica los empleados de la Administración pública, hasta el
punto de que su mantenimiento constituye una de las causas
prioritarias que ha contribuido a la severa crisis económica que
atravesamos, junto a la burbuja inmobiliaria general que debiera
haberse previsto por los grandes economistas expertos en el tema a
su debido tiempo, elaborando un diagnóstico precoz en evitación de
tan previsible catástrofe monetaria, como solemos hacer los médicos
ante enfermedades graves, curables, si se detectan prematuramente en
sus inicios sin esperar a su fatal evolución.
Como consecuencia de la nueva distribución territorial peninsular
desaparece la figura del Gobernador Civil convirtiéndola en una
Subdelegación del Gobierno en cada autonomía. Esta nueva figura
caree de las altas funciones y atribuciones de un Gobernador,
debiendo compartir sus facultades con otras autoridades de nueva
creación, dificultando en determinadas circunstancias la toma de
decisiones de carácter inmediato. |
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LOS GOBERNADORES CIVILES
Dividida España en provincias, para que la acción del Gobierno
llegase a todo el territorio nacional, se constituyó en cada unidad
territorial provincial una alta autoridad que lo representase.
Surgió así la figura del Gobernador Civil como representante del
Gobierno y delegado permanente del poder central en la provincia. El
cargo representa a la mitad de la administración y tiene un doble
carácter. Político, en cuanto está ocupado por personas que dependen
directamente del ministerio de la Gobernación y que deben cesar
cuando el ministerio lo decida, y a su vez administrativo, dado que
su autoridad asegura el orden interno y la prosperidad material del
país.
Entre los diez gobernadores que desempeñaron tan alto cargo en la
Ciudad Condal durante las cuatro décadas del Régimen autoritario, el
más sobresaliente y querido por los barceloneses, fue Antonio
Federico de Correa Veglison.
Natural de Comillas (Santander), nació el 31 de agosto de 1904.
Cursó los estudios de Bachillerato en el colegio de los Padres
Jesuitas, a cuyo término ingresó en la Academia Militar de
Ingenieros de Guadalajara, saliendo en 1927 con la graduación de
teniente y el título de Ingeniero.
Sirvió en el Ejército de África, siendo destinado a Ceuta, Tetuán y
Larache. En 1932, se traslada a Madrid, donde se licencia en
Filosofía y Letras.
Durante la Guerra Civil, el 4 de septiembre de 1936, la Junta de
Defensa Nacional, presidida por el general Cabanellas –el más
antiguo del escalafón– publicó la orden de creación de los Alféreces
Provisionales, que con su entrega y bizarría tanto contribuyeron a
la Victoria.
En
Burgos se establece la Escuela de Alféreces Provisionales para el
Ejército del Norte. Ubicada en Fuentes Blancas, su Director fue el
teniente coronel de Ingenieros don Juan Casado Rodríguez. Figuraban
como profesores los comandantes de Ingenieros don Luis Troncoso
Sagrado y don Antonio Alonso Nieto; los capitanes, también de
Ingenieros, don Antonio F. Correa Veglison y don José García Roselló;
el teniente de la misma Arma, don Antonio Vela Castillo.
Esta acertada decisión fue adoptada colegiadamente tres semanas
antes de que fuera elevado a la Jefatura del Estado y Generalísimo
de los Ejércitos, el general de división don Francisco Franco
Bahamonde, tras la reunión de los generales más destacados y algún
coronel del Levantamiento, el 21 de septiembre de 1936 en la finca
del ganadero de reses bravas Antonio Pérez Tabernero, en Muñodoño
(Salamanca), con la finalidad de dotar al Ejército alzado de un
mando militar y político único, que coordinase las operaciones de
los tres Cuerpos del Ejército bajo el mando de Mola, Queipo de Llano
y Franco, así como la alta dirección del nuevo Estado.
Correa, afiliado a Falange en 1940, fue comisario de Información y
consejero nacional. En diciembre del mismo año, es nombrado
Gobernador Civil de Barcelona y Jefe Provincial de FET y de las JONS,
sustituyendo a Wenceslao González Oliveros. Previamente había sido
Gobernador Civil en Gerona, Navarra y Jaén.
Entre los diez gobernadores que hubo en Barcelona durante las cuatro
décadas de autarquía, fue Correa el más popular, conocido y querido
por los barceloneses en los cinco años que desempeñó tan alto cargo.
Hombre sencillo y bondadoso, católico ejemplar de misa diaria que
solía oír en la Iglesia de los Padres Dominicos de la calle Bailén
de la Ciudad Condal. Acostumbraba recorrer a diario ocho o diez
pueblos de la provincia y recibir en audiencia a varias personas
cada día.
Su
presencia en la barrera de la plaza de toros, espectáculos
multitudinarios, fiestas populares y religiosas, era recibida con
una salva de aplausos, que en ocasión de la Procesión del Corpus
rayaba en lo irreverente.
En
unos años difíciles de posguerra, en plena guerra mundial, de
racionamiento, por carencia alimenticia y algunas materias primas
para la industria, consiguió que amplios sectores del pueblo
colaboraran adhiriéndose por convicción al régimen de Franco. Sus
nobles acciones le granjearon la popularidad apasionada del pueblo,
que podemos constatar los que vivimos aquella época.
Tenía verdadera predilección por el Frente de Juventudes, obra
preferente del Régimen, tratando paternalmente a sus súbditos,
aunque en los últimos tiempos, como veremos más adelante, alguno de
sus miembros más significativos y de la máxima confianza, abusando
de su generosidad y bondad le crearían serios problemas.
Su
inesperado y fulminante relevo en agosto de 1945 que sorprendió
extraordinariamente a los barceloneses, obedeció a la conveniencia
de la situación internacional del momento, tras la capitulación de
Alemania en mayo del mismo año y la rendición de Japón tres meses
después.
Presuntamente por su germanofilia –general en España– y la
protección humanitaria que prestó al jefe del Gobierno de la Francia
no ocupada con capital en Vichy, Pierre Laval, bajo la presidencia
del mariscal Philippe Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial.
El
día 2 de mayo de 1945, Laval se refugió en España, llegando al
aeródromo del Prat de Barcelona, donde esperaba ser acogido. No
obstante, debido a la fuerte presión de los aliados al Gobierno
español, obligaron a éste a entregarlo y con fecha 31 de julio de
1945 fue trasladado a Innsbruck (Austria), desde allí lo enviaron a
Francia, donde tras un largo proceso tumultuoso, fue condenado a
muerte y ejecutado el 15 de octubre del mismo año en París.
Al
presidente del Gobierno mariscal Pétain también se le condenó a la
última pena, pero por su avanzada edad se le conmutó por la de
cadena perpetua, falleciendo muy longevo en la prisión, el 23 de
julio de 1951 en la isla de Yeu situada en la costa atlántica
francesa sobre el golfo de Vizcaya, próxima a la ciudad de Nantes.
Correa Veglison fue Delegado Nacional de Prensa del Movimiento desde
1956 a 1957. Director general de Economía y Técnica de la
Construcción. Comisario general de Urbanismo de Madrid desde 1958 a
1959 y Coronel Ingeniero de Armamento y Construcción.
Como Consejero Nacional fue designado Procurador en Cortes por el
Jefe del Estado. Durante la primera legislatura.
En
el año 1969, previa obtención del suplicatorio de las Cortes, a las
que pertenecía, fue procesado acusado de presunto fraude, por una
sala del Tribunal Supremo, bajo la presidencia de Adolfo de Miguel,
por probable implicación en un escándalo financiero relacionado con
la Caja de Crédito Popular de Cataluña de cuyo juicio salió
completamente absuelto.
La
deslealtad manifiesta de determinados miembros del Frente de
Juventudes en los que Correa tenía depositada su máxima confianza, a
quienes avaló imprevisiblemente en la fundación de la denominada
entidad bancaria, fue la causa de que se viera implicado impunemente
en un sumario de cuya trama era inocente; instigado por dos abogados
antifranquistas, uno de ellos ex ministro de Educación del Régimen y
el otro catedrático de la Universidad.
Un
lamentable episodio en la vida de una persona inteligente, austera y
honrada, de un cristiano ejemplar que fue sembrando el bien a su
paso, que minó lentamente su salud, falleciendo el 26 de septiembre
de 1971 en la Clínica Puerta de Hierro de Madrid, a consecuencia de
una grave afección renal.
Los
monjes de Poblet, de cuya Comunidad fue un ejemplar benefactor,
agradecidos por su desinteresado apoyo, siendo Abad Mitrado Mauro
Esteva, a su fallecimiento se encargaron del traslado y darle
cristiana sepultura en el panteón familiar de Comillas, de cuya
ciudad era originaria la familia.
El
abuelo paterno, Antonio de Correa Pomar había sido director general
de “Tabacos de Filipinas” en Barcelona durante los años 1888 a 1936,
por cuyo motivo, hubo descendientes suyos en la Ciudad Condal, de la
cual su nieto Antonio llegó a ser el mejor Gobernador Civil de la
autarquía.
En
unos tiempos atípicos, tan proclives a las publicaciones sobre la
etapa histórica que mencionamos –y conocemos de primera mano, además
de haberla vivido– consideramos un deber de elemental justicia,
aclarar determinadas facetas de la vida del Gobernador,
completamente distorsionada, probablemente por defectos de
información, investigación auténtica y veraz, así como de consulta
exhaustiva a las hemerotecas asépticas por los modernos autores,
aficionados a historiar subjetivamente temas candentes como el que
relatamos.
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