Los mismos que mandan derribar la estatua ecuestre de Franco y
homenajean a Carrillo, de tenebroso pasado durante la Guerra Civil,
recuérdese el holocausto de Paracuellos del Jarama siendo él
responsable político, exaltan a un bando en el que luchó media
España, mientras denigran al otro, que defendió su fe católica y
su unidad ante el totalitarismo comunista que trajo la República.
Mientras, en el País Vasco, cientos de calles con el nombre del
racista Sabino Arana, y en Madrid un monumento a un tipo socialista
especialmente macabro en la contienda de 1936, Largo
Caballero, siguen en pie. Son ganas de dividir y reescribir
falsamente la verdad histórica, de remover el pasado, no
querer cicatrizar heridas.
Zapatero gobierna para unos y pisotea a otros. Hacia los
católicos, los viejos perseguidos de la República, ni se
digna en recibirles cuando pretendían entregar tres millones largos
de firmas. Desde la democracia, ningún gobierno ha sido tan
descaradamente sectario.
Para colmo, ahora nos enteramos de que el Gobierno Socialista se
entrevista en secreto con Eta-Batasuna. Claro, como son de
"izquierdas", con ellos el talante funciona.
