LA NUEVA CONQUISTA

 

Por E. González

Escribo esto no con el objetivo de provocar una alarma social ni una oleada de odio racista, sino para poner de manifiesto cómo uno de los hechos más importantes en la historia de nuestro pasado se está repitiendo de forma silenciosa en nuestros días.

  Muchas personas, ante la masificada entrada de inmigrantes, mayoritariamente marroquíes, en nuestro país, piensan que los musulmanes nos están volviendo a conquistar, o que, al menos, ése es su objetivo. Recientes comunicados de Al-Qaeda así lo confirman, al igual que las manifestaciones del presidente de una asociación islámica, que declaraba sin tapujos que dentro de poco España será un “paisaje islámico bajo la férula de Marruecos”. No obstante, aún hay muchas personas que califican todo esto de tonterías, amenazas surgidas de la mente paranoica de los “fachas”, ignorando el precedente de la ocupación de Perejil y el predominio de los musulmanes en Ceuta y Melilla, donde la inseguridad ciudadana alcanza límites intolerables.

  Yo he vuelto la vista atrás y he estudiado las circunstancias en las que se produjo la Invasión y posterior Conquista del año 711. Y, a pesar de todos los siglos que han pasado, he encontrado paralelismos escalofriantes, indicios, quizá, de que, como ya advierten muchas personas, la situación que se dio al principio de la Edad Media se está volviendo a repetir ahora, en pleno año 2005.

  Ahora vamos a situarnos en el año 710 d.C., año en el que sube al trono el último rey visigodo, Rodrigo, frente a otro candidato, el hijo del anterior rey Witiza. Esto produce una división entre los acólitos del rey, ya que los familiares y partidarios de Witiza, los vitizianos, forman una contundente oposición contra Rodrigo.

Al mismo tiempo, en el norte de África, el gran conquistador Musa ibn Nusayr, gobernador de Ifriquiyya, se prepara para invadir la Península Ibérica, a la que ve como una plataforma natural para abrir su acceso al continente europeo.

La necesidad de hacer llegar a la flota musulmana hasta las costas españolas obliga a Musa a pactar con el famoso conde Don Julián, gobernador de Ceuta. La historiografía clásica nos cuenta que Julián pactó con Musa poseído por un odio intenso hacia Rodrigo, quien había deshonrado a su hija Florinda en la Corte. Sin embargo, dado que Rodrigo fue coronado en el año 710, y que en ese mismo año se había producido ya la primera incursión musulmana al mando de Tarif, hoy en día los historiadores son más reacios a creer la historia de la hija de Don Julián, y prefieren apostar por intereses de tipo económico o político, estimando que sus contactos con los musulmanes se iniciarían en el año 707. Sea como sea, el Conde dejó pasar a las flotas musulmanas, teniendo lugar, como ya hemos dicho, una primera incursión “de saqueo” que desembarcó en el lugar que más tarde se llamaría Tarifa y volvió presentando ante Musa un rico botín que reforzó las intenciones del conquistador.

  El año clave fue el 711. Rodrigo está ocupado guerreando contra los vascones, momento que Musa aprovecha para mandar otra incursión, mucho más numerosa, al mando de su liberto Tariq ibn Ziyad. Esta expedición desembarcó en lo que desde entonces se conoció como Djebel-al-Tarik, actual Gibraltar.

La pregunta es: ¿cómo una sóla expedición consiguió conquistar un país entero en un tiempo tan asombrosamente corto?

Bien, recordemos la situación de enfrentamiento entre Rodrigo y los vitizianos. Éstos últimos pactaron con Musa, y, en plena Batalla del Guadalete, abandonaron a su rey y se pasaron al lado musulmán. La confusión fue suficiente para vencer con facilidad a los cristianos de Rodrigo.

Pero no sólo eso contribuyó a la victoria musulmana. Los visigodos, minoría desde su invasión, se habían limitado a agruparse en los centros de poder o en lugares aislados del grueso de la población hispanorromana. Esto hizo que algunas ciudades, recelosas de los visigodos, vieran más bien con indiferencia la invasión. Un caso especial constituyeron los judíos, especialmente perseguidos por los sucesivos reyes godos, que vieron la invasión musulmana como una liberación y contribuyeron a su victoria abriéndoles las puertas de algunas ciudades.

Así, mientras los vitizianos traicionaban a su rey en plena batalla, los judíos les abrieron las puertas de la ciudad ante la desidia de la población. Así se completó una conquista que en un principio hubiera parecido imposible.

Salvando las lógicas diferencias, todo lo que ocurrió en el año 711 está sucediendo ahora.

¿España está dividida? Definivamente sí. La tradicional división entre derechas e izquierdas, enfrentadas con especial crudeza durante la II República en un conflicto que culminaría en guerra civil, sigue más que vigente en la actualidad. Los vencidos de esa guerra, que durante los 40 años de gobierno del Generalísimo Francisco Franco no se atrevieron apenas a sacar la cabeza, ahora intentan derrotarle sobre los papeles como no lo pudieron hacer en el campo de batalla. No sólo destruyen su memoria y sus símbolos: su odio se extiende hacia la Iglesia Católica y la Unidad de España. Progresistas que quieren sacudirse la vergüenza de esa derrota, independentistas que quieren desgajar su porción del país como si éste fuera una tarta... todos están en el mismo barco, y, aunque parezca mentira, están dispuestos a todo por defender sus respectivos intereses.

En esta escena aparecen los inmigrantes musulmanes. Éstos vienen de forma ilegal, dando alas a las mafias que se dedican a transportarles por sumas astronómicas. Aceptan condiciones de trabajo pésimas, y con ello roban el trabajo a los españoles con la aquiescencia de los empresarios que se aprovechan de ellos y sólo se preocupan por sus intereses. Pero no sólo eso, también pretenden que el país que les acoge, España, sea el que se adapte a ellos, cuando salta a la vista que debería ser al revés. Con una cultura, una religión y una lengua radicalmente diferentes, se niegan a aceptar y respetar nuestra cultura occidental (insistiendo en llevar el velo), nuestra religión católica (encerrándose en nuestras iglesias) y nuestra Historia (pidiendo que cambien el escudo de Aragón, atacando el día de la Toma de Granada, etc.). En cambio, piden que una religión extranjera y extraña, la islámica, se imparta en las escuelas españolas, y se agrupan en barrios construyendo auténticos guetos.

Al igual que Rodrigo cuando estaba ocupado con los vascones, los buenos españoles no hemos sabido reaccionar a tiempo, centrada nuestra atención en el terrorismo etarra, al que creíamos el principal enemigo de nuestra nación.

Al igual que los judíos, la izquierda nacional abre las puertas de España a los inmigrantes, pintándolo todo con su barniz del políticamente correcto y la tolerancia. Al igual que los vitizianos y Don Julián, favorecen la entrada de los musulmanes y su implantación en nuestra sociedad. Movidos por su odio a todo lo que represente el espíritu español, quieren destrozar nuestra cultura, nuestra Historia y todo lo que nos une. Atacan a la Iglesia Católica bajo la excusa de propiciar un estado laico; no obstante, ello no les impide favorecer con inusitada energía la religión musulmana. Salta a la vista cuál es su verdadero objetivo, el odio hacia la Iglesia que esconden bajo su fina capa de maquillado talante.

Al igual que los hispanorromanos, la mayoría de la población asiste con indiferencia, casi con aburrimiento, a todos estos acontecimientos. Embotados e imbuidos de ideas peregrinas, fervientes creyentes del “Papeles para todos”, temerosos de alzar la voz so pena de ser calificados con el ya manido apelativo de “fachas”. Tanto o más penosa es la situación de los jóvenes, educados desde pequeños en el antiespañolismo y la desvirtuación de nuestro pasado, ignorantes de todo cuanto pasa y sólo pendientes de la pantalla de la televisión o el ordenador.

Cierto es que hoy los Tarif, Tariq y Muza no llegan en sus grandes naves a la vista de todo el mundo, sino que lo hacen escondidos en pequeñas pateras. Cierto es que no habrá otra Batalla del Guadalete, pero sí que hay, y habrá, muchas más pequeñas batallas, con un escenario urbano, aparentemente más pacíficas pero no por ello menos dañinas: encierros en iglesias, peticiones absolutamente increíbles que sin embargo serán tomadas en serio por los políticos de turno, inseguridad ciudadana y españoles temerosos de salir a la calle por miedo a perder su cartera.

Cierto es que hoy no muere ningún español en una guerra abierta, pero sí que lo hacen en otro tipo de guerra, infinitamente más cobarde e injusta: el terrorismo.

Y mientras, los grupos políticos, incluyendo a la izquierda revanchista y a la derecha permisiva y acomplejada, miran hacia otro lado y siguen permitiendo esta invasión, lenta y sigilosa, sí, pero que tendrá, a la larga, los mismos efectos que aquella del 711.

Y, si no, tiempo al tiempo.

 

14 de Enero de 2.005.-

 


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