El máximo dirigente del Vaticano en materia de familia ha
lamentado la ley que permitirá a dos personas del mismo sexo contraer
matrimonio. Se trata, a su juicio, de una norma «destructiva» y «deshumanizadora».
P.- Eminencia, se ha referido usted a la «objeción de
conciencia» a la que deben de apelar los funcionarios que no quieran
casar a parejas de homosexuales. ¿Están, entonces, las leyes morales
por encima de las leyes de un Estado?
R.- Yo me he referido siempre
al número 73 de la encíclica «Evangelium Vitae», que trata sobre cómo
debe actuarse ante el aborto y la eutanasia, que son crímenes que
ninguna ley puede legitimar. Lo mismo ocurre con el caso de los «matrimonios»
entre homosexuales. Las normas de este tipo no obligan en conciencia,
sino que, al contrario, crean una grave responsabilidad de oponerse a
ellas. Los funcionarios y cualquier persona implicada en el proceso se
debe de oponer, para que esas leyes, que son leyes inicuas, no se
burlen del matrimonio.
Ley natural.
P.- Esta postura, de todas maneras, no es nueva; pertenece al
Magisterio tradicional de la Iglesia...
R.- Sí; nadie se debe de extrañar.
Ya Santo Tomás afirmaba que «lex iniusta non obligat» («la ley
injusta no obliga»). Este principio se debe aplicar a esta situación
concreta, que propone un matrimonio que no debe de existir, porque los
matrimonios entre homosexuales no responden a la ley natural. Esto
requiere que los funcionarios posean una actitud muy sincera y que actúen
de acuerdo a su conciencia.
P.- ¿Cómo debería entonces comportarse un funcionario católico?
¿Tendría que negarse a casar a una pareja de homosexuales?
R.- Si quiere ser coherente con
su conciencia se debe de negar, y que sean otros funcionarios los que
apliquen esa ley inicua.
P.- ¿Aún a costa de perder su empleo?
R.- Vuelvo a citar la «Evangelium
Vitae», que reconoce que esta defensa de la conciencia puede acarrear
daños de distinto tipo, lo cual es muy lamentable, pero en el juego
del diálogo no se puede imponer a un católico la obligación de
practicar un aborto. Algunos perderán su puesto de trabajo, lo cual
es un sacrificio enorme, sin duda, o sufrir sanciones penales o
disciplinarias Les pueden amenazar con eso. Pero, en estos casos,
existe el deber de oponerse, sino quiere que se deshaga su estructura
moral.
De la Vega.
P.-
De todas maneras, eminencia, no sé si ha tenido noticia de que
la vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de
la Vega, afirmó ayer, tras escuchar sus declaraciones, que «los
funcionarios públicos no podrán acogerse a la objeción de
conciencia para no oficiar bodas entre parejas homosexuales, ya que
han de cumplir las leyes que el parlamento aprueba en una sociedad
democrática»...
R.- No quiero entrar a
responder a la vicepresidenta del país.
P.- ... y también el presidente, José Luis Rodríguez
Zapatero, ha afirmado que respetará lo que diga el Papa, pero que las
leyes que priman son las aprobadas por el parlamento...
R.- Ya le digo que no respondo
a un presidente o a una vicepresidenta. Yo explico la doctrina de la
Iglesia sobre este tema. Insisto: a nadie debe de sorprender: las
legislaciones de todos los países del mundo reconocen la objeción de
conciencia. Yo, por respeto al Evangelio, lo expongo, sin ninguna nota
agresiva.
P.- ¿Y los funcionarios que no siguen los preceptos del
Evangelio, pero que no ven con buenos ojos los «matrimonios» entre
homosexuales?
R.- Es que el principio de
objeción de conciencia no sólo es para los católicos; también es válido
para un no creyente que siente que esa legislación no representa su
universo moral. En Francia, por ejemplo, muchos médicos, cristianos o
no, se han opuesto en conciencia a practicar la manipulación genética,
porque saben que supone no respetar a la persona. Si son médicos que
trabajan en la Sanidad pública, habrá otros que lo harán por ellos.
P.- Eminencia, a muchos les cuesta comprender la postura de la
Iglesia en materia moral. Creen que es excesivamente dura. Y, en
ocasiones, se dice lo mismo del propio Benedicto XVI...
R.- La doctrina es dura, sí,
pero por amor; no por intolerancia, sino por tratar de ayudar a la
sociedad a encontrar el camino. ¿Qué futuro tiene un país con
crisis demográfica, como Italia y, sobre todo, España? Le hablo de
su país, al que quiero con toda mi alma. Ya sabe que los que venimos
de Iberoamérica hablamos de la «madre patria». Pero ésta no tiene
futuro si no hay respeto a la vida, a la familia y a las mujeres.
Respecto a Benedicto XVI, le puedo decir que no es férreo, como
algunos tratan de caricaturizarle. Pero lo que el Santo Padre no puede
hacer es desobedecer a Cristo o cambiar el Catecismo de la Iglesia. ¿Se
imagina al Papa diciendo “vamos a dialogar sobre las parejas de
hecho; de acuerdo, las aceptamos”? Los que piensan así están soñando
con una realidad que no corresponde a la del papado.
® La Razón. 23 de Abril de 2.005.-
© Generalísimo Francisco Franco. 23 de Abril de
2.005.