ROMA
ADMITE LAS CAUSAS DE BEATIFICACIÓN DE CASI MIL MÁRTIRES MÁS DE LA
GUERRA CIVIL
Será el proceso más
numeroso que va a tener que estudiar la Iglesia en toda su historia
Casi mil asesinados «in odium
fidei» (por odio a la fe) durante la Guerra Civil española se
encuentran más cerca de los altares. Según el último boletín del
arzobispado de Toledo, hecho público ayer, el pasado 24 de enero,
durante la visita «ad limina» de los primeros obispos españoles,
Juan Pablo II recibió las actas de 940 mártires de la contienda, lo
que supone que éstos ya pueden ser honrados como «siervos de Dios».
Ahora toca a la Congregación para las Causas de los Santos el estudio
de cada caso, antes de su eventual beatificación. Se trata del
proceso más numeroso de la historia.
Se
trata de la primera vez en la historia de la Iglesia que una
provincia eclesiástica (que comprende a diversas diócesis),
en este caso la de Toledo, se ocupa de una causa de canonización.
Y, además, es la más numerosa. 940 mártires de la Guerra
Civil podrían engrosar las listas de los santos de la Iglesia
católica en los próximos años. Todos ellos, insisten los
postuladores de las causas, fueron asesinados «in odium fidei»
(por odio a la fe), y no por motivos políticos. Todos ellos,
de hecho, sufrieron injurias, afrentas y vejaciones por sus
creencias religiosas antes de su muerte.
Un mártir de once años. El postulador de la causa,
Jorge López Teulón, explicó ayer a LA RAZÓN que «entre
los 940 mártires hay sacerdotes, obispos y muchos laicos».
El primero de los trece prelados que fueron asesinados durante
la contienda, el Siervo de Dios Eustaquio Nieto y Martín,
titular de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, encabeza el
grupo. Entre los futuros beatos se cuentan además sacerdotes
y religiosas de siete congregaciones religiosas: 51
franciscanos, 18 mercedarios, 15 jesuitas, 14 concep-
cionistas franciscanas, 7 agustinos, 4 adoratrices y 2 jerónimas.
Llama también la
atención las edades: los más jóvenes de los mártires
apenas contaban 11 y 14 años, y los mayores rebasaban los 77.
Algunos de los más ancianos fueron incluso levantados de sus
sillas de ruedas antes de fusilarlos. Entre los asesinados
figuran madres de familia, adolescentes, religiosos y muchos
miembros de la Acción Católica.
Dos de los casos más
llamativos son los de los hermanos Eulogio
y Julio Cascajero, ambos sacerdotes, nacidos en
Chiloeches (Guadalajara). Según la crónica elaborada por los
postuladores de su causa, el padre Julio «era un sacerdote
virtuoso, amable, espiritual, que desde el primer día se
entregó a sus feligreses como un padre». «Tanto le querían,
que nadie del barrio se atrevía a blasfemar en su presencia,
algo bastante frecuente en aquella época», prosiguen. Poco
antes de ser fusilado, su hermano Eulogio le preguntó cómo
lograba «estar tan alegre y comiendo tanto». «Estoy muy
alegre y como mucho para tener mucha sangre y derramarla por
Cristo», fue su respuesta. Poco antes de ser asesinado, el
padre Julio ofreció su vida a cambio de las de otros
detenidos que eran padres de familia. Su petición fue
rechazada. Días más tarde moría abrazado a su hermano
Eulogio, a quien animó en los últimos momentos: «No tengas
miedo, hermano; hoy mismo nos encontraremos en el cielo». |
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Los hermanos
Eulogio y Julio Cascajero, asesinados en Guadalajara,
y Emilio de Villa, padre de seis hijos
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Llama igualmente la atención
el caso del santanderino Emilio de Villa
Inguanzo, notario en la localidad de Mora de Toledo y
padre de seis hijos. El 21 de julio fue arrestado, acusado por su
pertenencia y activismo en la Iglesia y asesinado en plena calle.
Asimismo, los tres sacerdotes de Corral de Almaguer (Toledo), fueron
obligados a participar en la destrucción de su iglesia y a trabajar
en las eras y en una bodega. Uno de ellos, Eduardo Andrade Trujillo,
fue humillado y ridiculizado, obligándole incluso a «confesar» a
unos muñecos e la plaza del pueblo.
El párroco de la localidad
toledana de la Puebla de Almoradiel, Pablo Heras Matínez, fue
arrestado nada más comenzar la guerra. Durante mes y medio soportó
toda clase de palizas, clavándole agujas y alfileres. Tras ser
encarcelado, los milicianos decidieron «matarlo ya, que éste nos
convence a todos». Fue asesinado en Tembleque (Toledo).
® La
Razón. 09 de Febrero de 2.005.-
© Generalísimo Francisco Franco. 10 de Febrero de
2.005.-
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