El Papa a obispos
españoles: La libertad religiosa no es compatible con la ideología
laicista
Discurso de Juan Pablo II al primer grupo de obispos españoles en
visita «ad limina apostolorum»
Queridos hermanos
en el Episcopado:
1. Con gusto os recibo, Pastores de la Iglesia de Dios que
peregrina en España, integrantes del primer grupo que viene a Roma para
realizar la visita «Ad limina» y fortalecer los vínculos estrechísimos
que os unen con esta Sede Apostólica.
Saludo con afecto al Señor Cardenal Arzobispo de Madrid y Presidente de
la Conferencia Episcopal Española, con sus tres Obispos auxiliares; al
Arzobispo de Toledo y Primado de España, con sus dos Obispos
auxiliares; al Arzobispo Castrense y a los Arzobispos de Burgos,
Valladolid, Zaragoza, Mérida-Badajoz y a los Obispos sufragáneos de
estas sedes metropolitanas y de la de Pamplona, a cuyo Arzobispo deseo
una pronta recuperación. A través vuestro mi saludo quiere llegar con
afecto y estima a los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de
vuestras Iglesias particulares.
Agradezco cordialmente las amables palabras que me ha dirigido, en
nombre de todos, el Señor Cardenal Antonio María Rouco Varela, presentándome
las inquietudes y esperanzas de vuestra acción pastoral, en la que con
fortaleza ejercéis el ministerio guiando al Pueblo de Dios por el
camino de la salvación y proclamando con vigor los principios de la fe
católica para una mayor formación de los fieles.
2. España es un país de profunda
raigambre cristiana. La fe en Cristo y la pertenencia a la
Iglesia han acompañado la vida de los españoles en su historia y han
inspirado sus actuaciones a lo largo de los siglos. La Iglesia en
vuestra Nación tiene una gloriosa trayectoria de generosidad y
sacrificio, de fuerte espiritualidad y altruismo y ha ofrecido a la
Iglesia universal numerosos hijos e hijas que han sobresalido a menudo
por la práctica de las virtudes en grado heroico o por su testimonio
martirial. Yo mismo he tenido el gozo de canonizar o beatificar a
numerosos hijos e hijas de España.
En mi Carta apostólica «Tertio millennio adveniente» propuse el
estudio, actualización y presentación a los fieles del
"patrimonio de santidad" (n. 37), seguro de que en esta hora
histórica será una preciosa y valiosa ayuda para los pastores y fieles
como punto de referencia en su vida cristiana, tanto más cuanto que
muchos de los retos y problemas aún presentes en vuestra Nación ya
existieron en otros momentos, siendo los santos quienes dieron brillante
respuesta con su amor a Dios y al prójimo. Las vivas raíces cristianas
de España, como puse de relieve mi última Visita pastoral en mayo de
2003, no pueden arrancarse, sino que han de seguir nutriendo el
crecimiento armónico de la sociedad.
3. Vuestras relaciones quinquenales evidencian la preocupación
por la vitalidad de la Iglesia y los retos y dificultades a afrontar. En
los últimos años, en Aragón, Asturias, Castilla-La Mancha,
Castilla-León, Madrid, Navarra y el País Vasco, regiones donde ejercéis
la caridad pastoral guiando al Pueblo de Dios, han cambiado muchas cosas
en el ámbito social, económico y también religioso, dando paso a
veces la indiferencia religiosa y a un cierto
relativismo moral, que influyen en la práctica cristiana y
que afecta consiguientemente a las estructuras sociales mismas.
Algunas zonas viven en la abundancia mientras otras tienen graves
carencias. En ocasiones, lo que fueron fuentes de riqueza en tiempos
anteriores –por ejemplo, la producción minera y siderúrgica, la
construcción naval, diversas empresas- sufren un cierto declive ante el
cual hace falta mantener la esperanza. En
algunas partes se vive la confrontación social por un recurso natural: el
agua; siendo ésta un bien común no
se puede despilfarrar ni olvidar el deber solidario de compartir su uso.
Las riquezas no pueden ser monopolio de quienes disponen de ellas, ni la
desesperación o la aversión pueden justificar ciertas acciones
incontroladas de quienes carecen de las mismas.
4. En el ámbito social se va
difundiendo también una mentalidad inspirada en el laicismo,
ideología que lleva gradualmente, de forma más o menos consciente, a
la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o
ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado y
oponiéndose a su expresión pública. Esto no forma parte de la tradición
española más noble, pues la impronta que la fe católica ha dejado en
la vida y la cultura de los españoles es muy profunda para que se ceda
a la tentación de silenciarla. Un recto
concepto de libertad religiosa no es compatible con esa ideología,
que a veces se presenta como la única voz de la racionalidad. No se
puede cercenar la libertad religiosa sin privar al hombre de algo
fundamental.
En el contexto social actual están creciendo las nuevas generaciones de
españoles, influenciadas por el indiferentismo religioso, la ignorancia
de la tradición cristiana con su rico patrimonio espiritual, y
expuestas a la tentación de un permisivismo moral. La
juventud tiene derecho, desde el inicio de su proceso formativo, a ser
educada en la fe. La educación integral de los más jóvenes
no puede prescindir de la enseñanza religiosa también en la
escuela, cuando lo pidan los padres, con una valoración académica
acorde con su importancia. Los poderes públicos,
por su parte, tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y
asegurar las condiciones reales de su efectivo ejercicio, como está
recogido en los Acuerdos Parciales entre España y la Santa Sede de
1979, actualmente en vigor.
5. Por lo que se refiere a la situación religiosa, en vuestros
informes se refleja una seria preocupación por la vitalidad de la
Iglesia en España, a la vez que se ponen de relieve varios retos y
dificultades. Atentos a los problemas y expectativas de los fieles ante
esta nueva situación, vosotros, como Pastores,
os sentís interpelados a permanecer unidos
para hacer más palpable la presencia del Señor entre los hombres a
través de iniciativas pastorales más apropiadas a las nuevas
realidades.
Para ello es primordial conservar y acrecentar el don de la unidad que
Jesús pidió para sus discípulos al Padre (cf. Jn 17,11). En vuestra
propia diócesis, estáis llamados a vivir y dar testimonio de la unidad
querida por Cristo para su Iglesia. Por otra parte, la diversidad de
pueblos, con sus culturas y tradiciones, lejos de amenazar esta unidad,
ha de enriquecerla desde su fe común. Y vosotros, en cuanto sucesores
de los Apóstoles, tenéis que esforzaros en "conservar la unidad
del Espíritu con el vínculo de la paz" (Ef 4,3). Por eso os
quiero recordar que "en la transición histórica que estamos
viviendo debemos cumplir una misión comprometedora: hacer de la Iglesia
el lugar donde se viva y la escuela donde se enseñe el misterio del
amor divino. ¿Cómo será posible esto sin redescubrir una autentica
espiritualidad de comunión?" (Mensaje a un grupo de Obispos,
14.II.2001, n.3), válida para todas las personas y en todos los
momentos.
6. Los Sacramentos son necesarios para el
crecimiento de la vida cristiana. Por eso los pastores han de
celebrarlos con dignidad y decoro. Especial importancia se ha de dar a
la Eucaristía, "Sacramento de
piedad, signo de unidad, vínculo de caridad" (San Agustín, «In
Johannis Evangelium», 26,13). Su participación, como recuerdan los
Santos Padres, nos hace "concorpóreos y consanguíneos con
Cristo" (San Cirilo de Alejandría, «Catequesis mistagógicas»,
IV,3), e impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del
Evangelio y en la animación cristiana de la sociedad.
A este respecto, con ocasión de la clausura del Año Jacobeo, he
invitado a los fieles españoles a buscar en el Santísimo Sacramento la
fuerza para vencer los obstáculos y afrontar las dificultades del
momento presente. Al mismo tiempo, apoyados por sus Obispos,
se sentirán vigorizados en la propia fe para dar un testimonio público
y creíble al defender "el respeto efectivo a la vida, en todas sus
etapas, la educación religiosa de los hijos, la protección del
matrimonio y de la familia, la defensa del nombre de Dios y del valor
humano y social de la religión cristiana" (Carta al Arzobispo de
Santiago de Compostela, 8.XII.2004). Se debe incrementar, pues, una acción
pastoral que promueva una participación más asidua de los fieles en la
Eucaristía dominical, la cual ha de ser vivida no sólo como un
precepto sino más bien como una exigencia inscrita profundamente en la
vida de cada cristiano.
7. En las relaciones quinquenales habéis puesto de manifiesto
vuestra solicitud por los sacerdotes y
seminaristas. Los sacerdotes están en la primera línea de
la evangelización y soportan "el peso del día y el calor" (Mt
20,12). Ellos necesitan de manera especial vuestro cuidado y cercanía
pastoral, pues son vuestros "hijos" (LG 28),
"amigos" (ChD 16) y "hermanos" (PO 7).
La relación con los sacerdotes no ha de ser solamente de tipo
institucional y administrativo, sino que, animada ante todo por la
caridad (cf. 1Pe 4,8), ha de revelar la paternidad episcopal que será
modelo de aquella que después los presbíteros han de tener con los
fieles que tienen confiados. De un modo especial, esa paternidad se debe
manifestar en la situación actual con los sacerdotes enfermos, con los
de edad avanzada, y también con los que están al frente de mayores
responsabilidades pastorales.
Los sacerdotes, por su parte, deben
recordar que, antes de nada, son hombres de Dios y, por eso, no puede
descuidar su vida espiritual y su formación permanente. Toda su labor
ministerial "debe comenzar efectivamente con la oración" (San
Alberto Magno, «Comentario de la teología mística», 15). Entre las múltiples
actividades que llenan la jornada de cada sacerdote, la primacía
corresponde a la celebración de la Eucaristía, que lo conforma al Sumo
y Eterno Sacerdote. En la presencia de Dios encuentra la fuerza para
vivir las exigencias del ministerio y la docilidad para cumplir la
voluntad de Quien lo llamó y consagró, enviándolo para encomendarle
una misión particular y necesaria. También la celebración devota de
la Liturgia de las Horas, la oración personal, la meditación asidua de
la Palabra de Dios, la devoción a la Madre del Señor y de la Iglesia y
la veneración de los Santos, son instrumentos preciosos de los que no
se puede prescindir para afirmar el esplendor de la propia identidad y
asegurar el fructuoso ejercicio del ministerio sacerdotal.
8. Una esperanza viva es el incremento de las vocaciones
sacerdotales que se da en algunas partes. Es verdad que la
situación social y religiosa no favorece la escucha de la llamada del
Señor a seguirle en la vida sacerdotal o consagrada. Por eso es
importante orar sin cesar al Dueño de la mies (cf. Mt 9,38) para que
siga bendiciendo a España con numerosas y santas vocaciones. Para ello
se debe fomentar una pastoral específica vocacional, amplia y capilar,
que mueva a los responsables de la juventud a ser mediadores audaces de
la llamada del Señor. No hay que tener miedo a proponerla a los jóvenes
y después acompañarlos asiduamente, a nivel humano y espiritual, para
que vayan discerniendo su opción vocacional.
9. Los fieles católicos, a
los cuales les incumbe buscar el Reino de Dios ocupándose de las
realidades temporales y ordenándolas según la voluntad divina, están llamados
a ser testigos valientes de su fe en los diferentes ámbitos de la vida
pública. Su participación en la vida eclesial es
fundamental y, en ocasiones, sin su colaboración vuestro apostolado de
pastores no llegaría a "todos los hombres de todos los tiempos y
lugares" (LG, 33).
Los jóvenes, futuro de la Iglesia y
de la sociedad, han de ser objeto especial de vuestros desvelos
pastorales. En este sentido, no deben escatimarse los esfuerzos
necesarios, aunque a veces no den fruto inmediato. A este respecto, ¿cómo
no recordar la impresionante y conmovedora vigilia que presidí con
cientos de miles de jóvenes en Cuatro Vientos, recordándoles que se
puede ser moderno y cristiano? Ahora muchos se preparan para ir a
Colonia y participar en la Jornada Mundial de la Juventud. Decidles que
el Papa les espera allí, bajo el lema "Hemos venido a
adorarle" (Mt 2,2) para, junto con coetáneos de otros países,
descubrir en Cristo el rostro de Dios y de la Iglesia como "la casa
y la escuela de la comunión" y amor («Novo millenio ineunte»,
43).
10. Queridos Hermanos: habéis tomado la iniciativa de dedicar un
año especial a la Inmaculada, Patrona
de España, en conmemoración del 150º aniversario de la proclamación
de este dogma mariano. Se trata de una invitación al pueblo fiel a
renovar su consagración personal y comunitaria a nuestra Madre y a
secundar mi invitación a toda la Iglesia a ponerse "sobre todo a
la escucha de María Santísima, en quien el Misterio eucarístico se
muestra, más que en ningún otro, como misterio de luz" («Ecclesia
de Eucharistia», 62).
La evangelización y la práctica de la fe en
tierras españolas han ido siempre unidas a un particular amor a la
Virgen María. Así lo ponen de manifiesto los numerosos
templos, santuarios y monumentos que se elevan por doquier en vuestra
tierra; las cofradías, hermandades, gremios y claustros universitarios,
que porfiaban en la defensa de sus privilegios, así como las prácticas
de piedad y fiestas populares en honor de la Madre de Dios, que han sido
también fuente de inspiración de tantos artistas, célebres pintores y
renombrados escultores.
España es tierra de María. A Ella
encomiendo vuestras intenciones pastorales. Bajo su maternal protección
pongo a todos los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los
seminaristas, los niños, jóvenes y ancianos, las familias, los
enfermos y necesitados. Llevadles a todos el saludo y el cariño del
Papa, acompañado de la Bendición Apostólica.
[Original en castellano]
© Ciudad del Vaticano. 24 de Enero de
2.005.-