“A
ESPAÑA SERVIR HASTA MORIR”
Por
el Comandante de la Infantería Española Víctor Pujol de Lara
Cuanto
daño debían hacer estas palabras, que los que dicen una cosa en sus
discursos y con sus actos demuestran lo contrario, ordenaron retirarlas.
En
el año 1976 unos alumnos de la AGBS simbolizaron con unas piedras
encaladas la esencia y el espíritu de su profesión. Siguiendo una
tradición de siglos, de los que constituyen la columna vertebral del Ejército,
muchos lo cumplieron dando su vida cumpliendo el juramento.
Yo
fui testigo de uno de esos sacrificios en la persona de uno de mis
suboficiales, el sargento de Infantería D. Raúl Cabreras Gil, que en
la flor de su vida y siguiendo mis órdenes, cayó en acto de servicio
en julio de 1999, mientras protegía la vida y las haciendas de
refugiados serbios que volvían a su pueblo en Bosnia-Herzegovina. Es
por él, por todos los que le antecedieron, por todos los que le seguirán
y por mi honor que escribo estas líneas.
Han
dado la orden de quitar las piedras a cambio de sus treinta monedas y
los cobardes se han apresurado a cumplirlas. No me refiero a los
alumnos, a los que no les corresponde la decisión de desobedecer una
orden, sino a los que teóricamente debían de tener la valentía moral
de negarse y no lo han hecho. Son los mismos que solo lloriquean cuando
les apean de su poltrona pero que no levantan la voz cuando se engaña a
las familias de los caídos, los que se aferran a sus privilegios pero
que no son capaces de mover un dedo por su Institución y por su gente,
son los que disfrutan en las retiradas y brindan por ellas mientras
traicionan a sus aliados y a sus muertos, son en definitiva los que
hablan de disciplina cuando se debería hablar de valor y de honor.
Se
equivocan los que poco a poco dejan que erosionen sus valores, dándole
poca importancia a los pequeños detalles, con excusas vacuas y se
justifican y racionalizan su ignominia con argumentos sofisticados
y explicaciones vanas.
Cuando
transiges y te justificas por primera vez, ya has vendido tu alma...
No
importa, las piedras permanecerán donde siempre han estado, en los
corazones de todas las promociones pasadas, presentes y futuras que
caminaron por la loma y regaron su promesa con su sudor o con su sangre.
Y
veo al otro lado a esos enanos de la aldea, de la raza y del mito, que
de esta manera justifican su mediocridad y me asombro.
Que
ridículos me parecen esos talibanes de chaqueta y corbata o pasamontañas,
que amparados en su ignorancia, su sectarismo y su profunda estupidez no
son mejores que los que destruyeron las imágenes de Buda en la ruta de
la Sed.
Se
molestan cuando contemplan la superioridad moral de otros, aunque sea
simbolizada en unas pocas piedras de nuestra vieja España. España, que
al fin y al cabo de eso se trata. De eso hablaban las piedras que han
quitado, pero lo que no sabían, porque son incapaces de sentir algo tan
elevado, es que el grito que dibujaban sigue resonando con fuerza
en nuestras almas y permanece.
¡A
España, servir hasta morir!
© Generalísimo Francisco
Franco. 03 de Enero de 2.005.-