«Soy
tetrapléjica, no puedo ver, hablar, ni respirar, pero pido ayuda
para vivir»
Olga Bejano, conectada
desde hace 21 años a un respirador, cuenta su pasión por seguir
adelante
Olga Bejano nada a
contracorriente desde 1987, cuando su glotis se paralizó y sufrió
una parada cardiaca por asfixia. Entró en coma profundo, estuvo clínicamente
muerta y tuvo la «experiencia del túnel». Tenía 23 años. Ahora
tiene 41 y no ve, no se mueve, ni habla, ni puede comer. Es tetrapléjica
y sigue viva gracias a un respirador artificial. Pero oye, siente y
piensa, su agilidad mental es extraordinaria y se comunica, gracias
a su enfermera, a través de una serie de garabatos ininteligibles.
A través de ellos Olga ha expresado a LA RAZÓN sus ganas de seguir
adelante y pide más medios para vivir.
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Ramón
Sampedro y Olga Bejano antes de sufrir tetraplejia |
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A través del teléfono, que
atiende su enfermera, se puede escuchar la vida de Olga abriéndose
paso a través del respirador. Sin él hace tiempo que Olga habría
regresado a aquella paz y aquella «Luz» que vio durante su «experiencia
del túnel», cuando en 1987 –entonces era decoradora de
interiores y fotógrafa– se cerró su glotis y entró en coma.
«Olga te escucha», me asegura su enfermera. Le
formulo las preguntas y ella va leyendo, interpretando sílaba a sílaba
los garabatos que Olga escribe en el papel. Es tetrapléjica, no
ve, no habla ni come, pero su lucidez es absoluta.
Le pregunto si está al tanto del debate que ha
surgido sobre la eutanasia a raíz del «rescate» del caso de Ramón
Sampedro en la película «Mar Adentro» de Amenábar. «Sí,
claro, lo sabe, lo sabe...», me asegura la enfermera, que a
partir de ahora «lee» en primera persona las sílabas que nacen
de los imperceptibles movimientos de la mano de Olga.
– ¿Conociste a Ramón Sampedro, Olga?
– Sí, le conocí. Nos carteamos dos veces. Le
dije que si él tuviera más medios, seguramente querría vivir.
Él me dijo que no podía entender cómo yo quería seguir
viviendo, y que ni con veinte enfermeras, ni con silla de ruedas
eléctrica, ni con ordenador ni con nada. Que él no quería
vivir.
– ¿Qué le respondiste?
– Le envié mi «Carta contra la eutanasia»,
pero él dijo que ese era sólo mi punto de vista. Yo le respondí
que tenía tantas ganas o más que él de irme, pero que al
contrario que él, yo era creyente y quería que Dios decidiera cuál
era mi día y mi hora. Ramón Sampedro luchó por lo que quería y
lo consiguió, y yo, aunque estoy en contra de la eutanasia,
respeto a los demás y no impongo a nadie mis principios. Porque
el primero que nos hace libres es Dios.
– ¿Qué te empuja a vivir, Olga?
– Dios. Todo lo que soy lo he recibido de Él.
– ¿Qué quiere decirle a tanta gente que sin
saber lo que es el sufrimiento pretende legislar el de los demás?
– Que nadie puede saber lo que es capaz de
aguantar hasta que la vida no te pone el toro delante. Yo soy
tetrapléjica, vivo gracias a un respirador, pero pido otra clase
de ley. Una ley que regule y disponga más ayudas para los tetrapléjicos.
A mí me cuidaban mis padres y mi enfermera, pero al fallecer mi
padre, mi madre no puede con todo. Y yo no puedo ir a vivir a ningún
tipo de residencia, sólo puedo vivir en una UCI, y eso sería una
crueldad. El otro día se me estropeó el respirador, la enfermera
había salido un momento, casi no lo cuento. Necesitamos más
ayuda.
– Olga, ¿eres feliz?
– ¡Por supuesto que soy feliz! Tengo mucho
sentido del humor, la gente que me conoce nunca me ve llorar. ¿Sabe
lo que decía mi abuela materna? Que las lágrimas no son fértiles.
Y yo, como verá, soy un vegetal muy activo... ¡Estoy escribiendo
mi tercer libro!
® La Razón. 8
de Septiembre de 2.004.-
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