J. A. Méndez/ J. R. Navarro
Madrid- Desde que el ministro de
Trabajo, Jesús Caldera, planteó la posible «sobrefinanciación»
a la Iglesia católica, el debate sobre la contribución económica
del Estado a la institución eclesial ha sido incesante. Cargos políticos,
medios de comunicación, representantes católicos... todos han
aportado su visión al respecto. Sin embargo, han sido pocos quienes
han ofrecido la visión contraria: lo que la Iglesia católica, a
través de sus distintas acciones sociales, aporta al Estado español.
LA RAZÓN ha elaborado una tabla de
gastos e ingresos en la relación Iglesia-Estado y el resultado es
demoledor: más de 31.186 millones de euros (cerca de 5,19 billones,
con b, de pesetas). Esta escandalosa cifra es lo que le costaría a
la Administración Pública toda la labor de la Iglesia en el hipotético
caso de que ésta desapareciese o dejara de hacerse cargo de sus
colegios, hospitales, ambulatorios, dispensarios, organizaciones no
gubernamentales...
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La labor es tan amplia y los datos
tan cuantiosos que resultan más comprensibles analizándolos en los
tres grupos mayoritarios de acción –enseñanza, sanidad y obra
social– y partiendo de este supuesto: ¿qué le costaría al
pueblo español mantener con sus impuestos las actividades de la
Iglesia y construir y sostener los centros desde donde las
realiza?
Enseñar en valores.
Tradicionalmente la Iglesia siempre ha jugado un papel fundamental
en la enseñanza. Algo lógico, puesto que antes de que el Estado
financiase la Educación (y la Sanidad, y la obra social...), ella
ya tenía escuelas. Tal y como señala el semanario Época en su último
número, las distintas congregaciones religiosas mantienen en activo
5.141 centros entre guarderías, centros de Educación Infantil,
Primaria, ESO y Bachillerato, en cuyas aulas se sientan 990.774
alumnos dispuestos a compaginar las matemáticas y la literatura con
el aprendizaje de los valores cristianos. Según la estimación del
ex Secretario de Estado de Universidades, Álvaro Marchesi, el coste
medio por alumno es de 2.989 euros. Así, la Iglesia se gasta en sus
alumnos unos 2.962 millones de euros, pero con la ayuda de 1.783
millones que aporta el Estado, la cifra se reduce a 1.178. A esto
hay que añadir que si, según fuentes consultadas por este periódico,
construir un colegio público cuesta alrededor de 3 millones de
euros, el Estado debería invertir 15.423 millones para ofrecer el
mismo servicio que hace la Iglesia –algo menos que el presupuesto
de 2004 para los ministerios de Defensa, Interior y Fomento–. El
economista y colaborador de LA RAZÓN José Barea afirma que «si la
Iglesia no prestase sus servicios, tendrían que aumentarse los
impuestos. El beneficio es doble: para los beneficiados y para los
contribuyentes».
Salud económica. La obra
sanitaria de la Iglesia no es menos esmerada. Sus 107 hospitales,
128 ambulatorios y dispensarios, 876 centros para ancianos, enfermos
crónicos, terminales y minusválidos, atienden a 387.356 personas
al año. Para ello cuenta con 51.312 camas que le cuestan 270 euros
al día. O lo que es lo mismo, 5.056 millones de euros al año. Además,
teniendo en cuenta que construir un hospital cuesta del orden de 50
millones de euros, y el resto de los centro unos 4 millones, el
Estado deja de hacerse cargo de 5.350 millones en hospitales y de
4.016 en otros centros.
Solidaridad gratuita. La
obra social de la Iglesia es muy amplia. Según datos del año 2000,
sólo con las aportaciones monetarias de Caritas (155 millones, de
los cuales 47 corría a cargo del gasto público), Manos Unidas (43
millones en 2003, con una ayuda estatal de 9 millones) y Obras
Misionales Pontificias, (21 en 2000), el Estado tendría que haber
aportado 163 millones. Además, financia el 80 por ciento del
patrimonio histórico y artístico de España. Así las cosas, no
parece demasiado sensato decir que el Estado mantiene a la Iglesia
católica.
Cuadros comparativos aparecidos en
la Revista Época nº 1027. Del
19 al 25 de Noviembre de 2.004