Alex Rosal
Que no, hombre, que
no, que ya está bien. Algunos merluzos que van de
listillos ya se están pasando. Creen que los católicos
somos más primos que hermanos y que aquí todo
vale, y no. Hay que empezar a decir que no, y que ya
está bien de tanto mamoneo y tontería. ¿Que de qué
estoy hablando? Moviolaaaaaaaa. Catedral de
Barcelona. Sábado pasado. 20:00 horas. Un anciano
sacerdote celebra la Eucaristía, como de costumbre.
Y en eso, 800 inmigrantes, casi todos ellos de
origen pakistaní, bengalí y magrebí, irrumpen en
el templo como un elefante en una cacharrería y
obligan al presbítero a suspender la Santa Misa.
Toman la catedral, vamos. Se atrincheran en ella
como si fuera un objetivo militar; una colina que
conquistar o una batalla que ganar. «Rana azul a
camello verde, cambio. Bjjjjjjjjrzzz. Rana azul a
camello verde, cambio. Bjjjjjrrrrrzzzzi. Rana azul
confirma que el cura está neutralizado y la
catedral es nuestra. Objetivo cumplido». Los
inmigrantes reclaman «papeles para todos». Perdón,
más bien, exigen, ordenan, mandan... Los
jovenzuelos antisistema les orientan, claro. Estarán
nueve horas encerrados en el templo. Para facilitar
un higiénico atrincheramiento, un santo canónigo
les ofrece más espacio de cobertura: el amplio
claustro y un lavabo. Casi ná. «Al enemigo, ni
agua» debieron pensar los inmigrantes y mutis por
el foro. «Sí, paso de ti y de tu lavabo occidental».
Total, que unos cuantos desalmados, no todos, pero
tampoco una minoría, con ánimo tocapelotas, se
pusieron a mear por toda la catedral. No en el
claustro o en el lavabo, no, eligieron mejor sitio:
el altar. Sí, sí, como lo leen. Unos buenos
charcos de orina rodeaban el altar... pero también
varias paredes, además de romper lámparas,
desmontar bancos, esparcir restos de comida. Una
guarrada.
¿Qué demonios pasaría si el próximo
viernes unos coleguitas con cara de besugos
boxeadores fueran a la mezquita de la M-30 en
Madrid, la tomarán al asalto exigiendo el fin del
«terrorismo islámico», destrozaran el mobiliario
y orinasen en las moquetas? No lo quiero ni pensar.
Los inflarían a bofetadas hasta cantar en árabe,
en el mejor de los casos. En la lógica wahhabita
les podrían unos explosivos a la cintura y feliz
viaje.
Mear en la catedral. Que viva la
tolerancia de los intolerantes.
La Razón. 9 de Junio de 2.004.-