Bajas de guerra.


   
Establecido el balance general del total de muertes violentas ocasionadas por la guerra civil, nos resta comprobar en qué forma se distribuyeron. Las causadas directamente por la acción militar, e inscritas durante los años 1936 a 1941, fueron, según mis cálculos, 136.913, cifra que incluye una fracción de las defunciones ocasionadas por la acción guerrillera, aunque la mayor parte de éstas se registraron con posterioridad.

   Su distribución provincial guarda gran paralelismo con la del total de muertes violentas, lo que no es de extrañar, pues constituyeron una parte mayoritaria de éstas.

   En la clasificación de las provincias por el número relativo de muertos en acción en ellas inscrito en relación a su población, las franjas que aparecían en el mapa de muertes totales se acusan de forma mucho más nítida: Teruel arrebata a Madrid el primer puesto, Tarragona conserva el tercer lugar, Oviedo sobrepasa a Castellón, y Zaragoza y Vizcaya trepan sobre Toledo, Huesca y Guadalajara. Huesca se mantiene en los lugares de cabeza, y Toledo y Guadalajara ceden sus puestos de vanguardia a Lérida, Álava y Badajoz. Las provincias se ordenan con precisión absoluta según la dureza de las batallas que en ellas se libraron. El frente oriental subraya su carácter primordial, y el del norte revela la importancia real de la lucha que allí se libró.

    Los frentes se dibujan con exactitud, y, a sus costados, los índices decrecen a medida que nos alejamos de aquellos. Navarra sirve de engarce a las dos zonas en que se libró y decidió la guerra.

    A esta cifra de muertes hay que sumar las 2.641 que causó la acción guerrillera, pues los 993 civiles y las 75 ejecuciones habrá que cargarlos en el capítulo de la represión, llegándose al total de 139.554 españoles muertos en combate o víctimas de bombardeos aéreos y artilleros (A esta cifra habría que sumar las 2.281 muertes que se inscribieron a partir de 1951. Serían 360 a descontar, pero su cuantía resulta
irrelevante). A ellos habrá que añadir los extranjeros que ofrendaron su vida en las filas contendientes.

    Este hecho se pone una vez más de manifiesto al estudiar las bajas foráneas en ambos bandos. Las de las Brigadas Internacionales han sido calculadas en cifras que oscilan entre 5.000 y 15.000, pero desde hace años se imponen las estudiadas por Andreu Castells en Las Brigadas Internacionales de la guerra de España. Este cifra los muertos extranjeros de las brigadas en 9.934, a los que añade 7.686 desaparecidos, prisioneros y desertores, aventurando que un 53 por 100 de ellos escaparon con vida. Si acertara en su pronóstico, un 47 por 100 de los 7.686, es decir, 3.612, la habrían perdido, con lo que el total de internacionales muertos llegaría a 13.546.
    Los muertos soviéticos fueron 157, según el cómputo de David Petrovich Pritsker, pero contabiliza únicamente a los combatientes encuadrados en unidades soviéticas, pilotos y carristas, dejando a un lado a los que perdieron la vida en la mar en la silenciosa batalla por los abastecimientos y las comunicaciones, en accidentes o ejerciendo misiones de asesoramiento y combate en unidades españolas. Habida cuenta del volumen normal de las unidades aéreas y terrestres soviéticas en España y de los buques hundidos en su navegar hacia la Península o en puertos españoles, no es aventurado afirmar que la cifra real dobla, cuando me- nos, a la aportada por el historiador ruso en su obra Solidarnos narodov Sispanskoi Republicoi.
Del lado nacional, el Cuerpo de Tropas Voluntarias Italianas dejó en suelo español a 4.232 de sus hombres, de los que 3.785 yacen en Zaragoza, 175 en El Escudo y los 275 restantes fueron los pilotos que perdió la aviación legionaria.

    Las bajas alemanas fueron 271, de las que 174 se produjeron en acción de guerra y 97 en accidente, cifras sensiblemente iguales a las soviéticas, como exigía la paridad de sus aportaciones.
    

    Aparte alemanes e italianos, el número de extranjeros en las filas de Franco fue muy reducido, y el total de sus muertos no debió de rebasar los dos centenares. Los muertos marroquíes son difíciles de establecer, pues falta cualquier estudio sobre el tema. Las unidades indígenas que lucharon en la Península fueron 50 tabores de Regulares, 10 de mehala, dos batallones de Tiradores de Ifni y uno de zapadores, y dispusieron de una compañía indígena cada uno de los batallones que destacaron a España los seis de cazadores. En conjunto, una cifra máxima de 34.759 combatientes en el momento de su mayor expansión, y un total absoluto de 62.271. No conocemos las bajas que sufrieron, que serían muy cuantiosas en muchas de esas unidades y moderadas en otras, pues no todas combatieron durante el mismo tiempo ni con idéntica intensidad. La mehala hizo públicas sus pérdidas, que ascendieron a 7.228 bajas, de las que 1.633 fueron mortales, y de éstas, 1.531 de marroquíes. Si las bajas totales de las unidades moras se hubieran mantenido en idéntica proporción, éstas hubieran sido de 35.000 heridos y 7.900 muertos, de los que 7.404 serían marroquíes. Teniendo en cuenta que la mehala mantuvo todos sus tabores en vanguardia y que bastantes de los de regulares permanecieron en frentes estabilizados, estimamos que ésta es una cifra excesiva, pero bastante aproximada.

    Totalizamos de esta forma 13.706 muertos extranjeros en las filas gubernamentales y 12.107 en las nacionalistas, llegando así a un cómputo final de 165.367 muertes, que tal vez pudieran ser algunos millares más o menos, según hayamos aceptado cálculos exagerados o cortos. En nuestro deseo de pecar mejor por exceso que por defecto, redondeamos las cifras, situándolas en un total máximo de 169.000 aun a sabiendas de que en esa cifra, además de las víctimas de la acción guerrillera, figurará buena parte de los caídos de la División Azul.


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