Puedo afirmar, por conocimiento propio, que desde el mismo día
de la liberación de Valencia por las fuerzas del general Aranda (29 de
marzo de 1939), ondeó en el balcón del ayuntamiento valenciano (y
en todas partes) la senyera regional y se siguió hablando en lengua vernácula y se continuaron editando en ella libros y revistas.
Todas las manifestaciones populares (las fallas, las fogueres, las
gayatas, los milacres de Sant Visent) utilizaron
como siempre el idioma valenciano sin limitación. Los Jocs Florais continuaron
premiando poesías en vernáculo. Y en vernáculo se siguió cantando
el himno a la Mare de Deu, ese que comienza diciendo: La terra va lenciana
s'ampara baix ton mant...
Los premios
literarios de la Diputación de Valencia, instituidos en 1949, se ofrecían
a trabajos en castellano y valenciano. La poesía asimismo bilingüe
presentaba, desde los años 40, nombres tan preclaros como Xavier Casp,
Vicente Andrés Estellés, María Beneyto, José María Bayarri, Jacinto
M. Mustieles. Francisco Almela y Vives escribía La columna i les
roses y otras muchas obras, también en los dos idiomas,
indistintamente. y Martín Domínguez. Y Manuel González Martí (Contes
del plá i la muntanya, 1947). y CarIes Salvador (El fang i l'esperit, 1952). Y Sanchis
Guarner. Y Eduardo López-Chávarri y
Bernat Artola (Llantia viva, 1947). Y Maximiliano Thous.
El sainete
valenciano conocía los éxitos populares de La cotorra del mercat (1946),
de Paco Barchino; El tío estraperlo (1948), de Jesús Morante Borrás; L'hort
embruixat, de Sendin Galiana (1951). Se reeditó L'agüelo
pollastre, de nernat i Baldoví. Joan Fuster publicaba (naturalmente
en Barcelona) su obra Nosaltres, els valencians (1962), dando
comienzo a la gran polémica sobre la identidad de la cultura
valenciana, que actualmente ha alcanzado lamentables excesos,
propiciando un enfrentamiento por demás violento entre Cataluña y
Valencia. Los organismos culturales más tradicionales (Lo Rat Penal
y El Micalet) desarrollaron sus actividades con normalidad,
reforzados más tarde por la institución Alfonso el Magnánimo.
En definitiva,
el valenciano se hablaba y se desarrollaba sin ningún problema, en
todas partes y como siempre. Sólo que entonces no estaba de moda (como
ahora) que la gente bien acudiera a tomar clases de vernáculo.