Todas las generaciones se alistaron para la lucha de independencia nacional.

 

 La colaboración de los voluntarios navarros, encuadrados en el Ejército del Norte, fue fundamental para la campaña. El Requeté estaba vivo en Pamplona tal como en los días del general Zumalacárregui. Ese fue el gran descubrimiento que hizo Mola antes del Alzamiento. Durante la República funcionó, incluso, una escuela militar clandestina que preparó clases de tropa y cuadros de mando. Ellos estaban dispuestos para el levantamiento, pero surgieron serias dificultades a la hora de unirse al Ejército que sólo a última hora se solucionaron (cuestión de las banderas, organización posterior, voces rituales, etcétera). Después de largas conversaciones, cartas y entrevistas, se logró el acuerdo. Los voluntarios afluyeron a Pamplona y recibieron armas antes incluso que uniformes. No hay duda de que el prestigio de Franco, con el apoyo de Mola mientras vivió, contribuyeron a la fusión militar, necesaria para la buena marcha de la campaña.




 La presencia de Franco despertaba el entusiasmo popular y la decidida entrega de los combatientes nacionales, evidenciados ambos en actos públicos como la imposición de la Laureada de San Fernando a las Brigadas Navarras.

 En compañía de sus colaboradores, como el general Dávila, o con frecuencia solo entre los árboles de su improvisado Cuartel General, Franco, estudiaba minuciosamente los mapas y decidía unas operaciones que sorprendían por su visión estratégica.

 


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