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SUGERENCIAS

 

Mensajes de fin de Año.


 
31 de diciembre de 1968.

A través de la Televisión Española y de Radio Nacional de España, el Jefe del Estado dirigió esta noche, a las diez, el siguiente mensaje de fin de año a todos los españoles:


Españoles:

En estas horas en que un año termina y otro está a punto de comenzar, se produce el fenómeno casi instintivo, de lanzar una mirada retrospectiva hacia los meses transcurridos e interrogarse sobre el nuevo período que se abre ante nosotros.

Todos quisiéramos que esa paz íntima, esa convivencia que se produce en el seno de la mayoría de nuestras familias, fuese el fiel reflejo de una humanidad fraterna y pacífica en todas las esferas; pero, desgraciadamente, esto no es así; como ciudadanos de un Estado común a todos, somos solidarios en nuestras alegrías y en nuestras desgracias, y a todos alcanza esa tupida red de pequeños triunfos y de menudas desilusiones cotidianas con que se forma el tejido de nuestra vida, el tapiz de nuestra historia colectiva y de nuestra biografía individual.

NECESARIA COMUNICACIÓN ENTRE GOBERNANTES Y GOBERNADOS

Por ello, he querido, una vez más, distraeros de vuestros regocijos familiares para examinar el período transcurrido, y que escudriñemos juntos el futuro. Si esta comunicación directa es siempre conveniente, resulta en estos momentos verdaderamente necesaria. Las circunstancias por las que el mundo atraviesa son excepcionales y exigen la más estrecha comunicación ente gobernantes y gobernados.

Es universalmente reconocido que el mundo pasa por momentos difíciles; que las tensiones entre los pueblos siguen; que los sistemas económicos en los más importantes países vacilan; que los desórdenes públicos se suceden, atizados con violencia inusitada en los centros de civilización y de cultura, fomentados por organizaciones internacionales frete a las cuales la Humanidad entera ha de esforzarse por mantener la paz, la estabilidad y el orden, con grandes esfuerzos y sacrificios.

El mundo avanza hacia formas nuevas, que ni siquiera los más atrevidos y agudos políticos  han podido predecir con exactitud. Innumerables rivalidades se abre a los hombres actuales. De la prudente elección que hagan de los caminos a recorrer, depende el que se dirijan hacia un mundo mejor, más justo, más rico en posibilidades y realizaciones, o que se encierren en un callejón sin salida, prisioneros de los intereses políticos partidistas, cayendo de nuevo en situaciones ya superadas, cuando creían avanzar hacia otras más nuevas y mejores.

GRANDES PROBLEMAS Y GRANDES ESPERANZAS

Cada día que pasa se prueba de manera más clara la interdependencia de los hombres y los grupos dentro del Estado, así como loa de los estados entre sí. Todos somos solidarios y cada uno de nosotros goza o padece en mayor o menor escala de los aciertos o errores de los demás; hasta del costo de las guerras, que unos las provocan y todos las pagan. El año que ahora termina nos ha dado pruebas abundantes en este sentido, tanto en el orden de los hechos como en el de las ideas.

Los problemas que tiene planteados la Humanidad son grandes, pero también lo son las esperanzas que nos animan, y son poderosos como nunca los instrumentos que existen en nuestras manos para poder convertir esas esperanzas en realidades.

UN CLIMA DE MIEDO Y DESESPERACIÓN

Todas las ideas y todos los hechos están sometidos a revisión, análisis crítico y, en su caso, a nuevos planteamientos. No escapan a este revisionismo universal ni los sistemas educacionales, ni las ideas sociológicas, económicas o políticas, ni la misma aplicación de los principios éticos y religiosos, y no podemos extrañarnos que ante este horizonte cambiante se produzca entre los hombres un clima de miedo y de desesperación.

Una de las constantes de todas las épocas de crisis de la historia ha sido la aparición de pequeñas minorías de fanáticos o aprovechados, que pretenden como única solución de los problemas pendientes hacer tabla rasa de todo lo existente. Y aunque no constituyen un verdadero peligro, contribuyen al desorden general, a la confusión de ideas y a la intranquilidad del ánimo. Son los profesionales del triunfalismo de la catástrofe, que sistemáticamente airean las insuficiencias, las carencias, los errores, pero que no subrayan jamás los éxitos, los aciertos o las satisfacciones.

LA EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA Y EL PROGRESO MORAL

Es evidente que la evolución tecnológica del mundo va más de prisa que el progreso moral de los hombres y que la evolución de las formas políticas llamadas a resolverlos. Las viejas estructuras tradicionales de los Estados acusan insuficiencia e inoperancia para resolver los conflictos que en su seno vienen planteándose. El gran tema de la sociedad política actual es encontrar un instrumento de gobierno que conjugue armoniosamente autoridad y libertad, desarrollo y estabilidad, sin que ninguno de estos elementos ahogue y haga imposible la vida del otro, sino que, por el contrario, se nutran y fortalezcan mutuamente. España ha recorrido un largo camino en esa vía, acusándose la solidez de sus instituciones sociales; llevando al convencimiento íntimo de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas, que existe la posibilidad de continuar el progreso sin necesidad de hacer uso de los recursos que las propias leyes nos ofrecen.

Todos los problemas políticos, económicos, sociales, educacionales, juveniles, morales y locales pueden resolverse si guardamos la cabeza serena y sabemos separar lo posible de lo imposible, lo realizable de lo irrealizable. Mantengamos todos una actitud abierta, comprensiva y generosa y podremos comprobar que muchos de los titulados problemas no son más que impaciencias innecesarias e inmovilismos inaceptables, obstinaciones y cegueras de personas o de grupos más que conflictos reales.

INCALCULABLE POTENCIALIDAD DE UN PUEBLO CUANDO ESTÁ UNIDO

Es incalculable la potencialidad de un pueblo cuando está unido, cuando trabajo en paz y cuando persigue sus objetivos de elevación con tenacidad, avanzando cuando es posible y sabiendo aprovechar las ocasiones oportunas cuando esto es aconsejable. Ese es nuestro camino, que no ofrece ninguna estrategia complicada. Se trata sencillamente de saber avanzar y conservar lo conquistado sin comprometernos en dudosas aventuras. En la vida contemporánea los Estados tienen como primer deber el ofrecer a sus ciudadanos esta eficacia; paz para el trabajo, paz para el estudio, garantías para conservar lo ganado y esperanza para mejorar el futuro. La política no es un a entelequia de ideología utópica, ni un campo de trabajo para desahogar las pasiones. La política es una tarea realista y cotidiana de construcción de la convivencia, el bienestar y el progreso de la mayoría.

Nada de lo que sucede en el mundo nos es ajeno o indiferente. La vida actual hace inevitable las influencias entre uso y otros países y las dimensiones internacionales de determinados problemas; pero podéis estar seguros que desde la experiencia de tantos años juntos, contemplamos todos estos problemas con conciencia de su existencia, pero con fe en que podremos superarlos, y superarlos ventajosamente mientras nuestra decisión política como pueblo sea la misma que hasta ahora hemos tenido.

NO ES LÍCITO EL INMOVILISMO

Esta afirmación de fe política y de continuidad no implica que pueda haber en mis palabras ninguna tentación inmovilista contraria a nuestra doctrina política.

El inmovilismo es inviable en nuestra época, aunque haya ocasiones en que se requiera prudencia, sin que esta prudencia sea contradictoria con las nuevas aceleraciones.

Con este criterio, durante el último año, como en otros muchos anteriores, España ha caminado segura. Quizá en algunos casos hubo necesidad de prudencia, mientas que en otros pudimos avanzar más confiados. Una austeridad impuesta por circunstancias económicas internacionales, de todos conocidas, no ha sido incompatible con el mantenimiento de un estimable ritmo de desarrollo y de progreso. Y en lo económico, como en otros campos políticos, hemos conseguido que los vaivenes y problemas que han afectado al mundo hayan tenido entre nosotros la mínima repercusión, y que nunca haya llegado a alterarse realmente la seguridad económica, paz social y nuestro sentido abierto de hospitalidad.

En un marco de seguridad y solvencia que tantos nos envidian, nuestras instituciones legislativas y cuerpos asesores han podido continuar serenamente sus tareas de perfeccionamiento legal, de elaboración doctrinal y de desarrollo de los principios promulgados en nuestra Ley Orgánica del Estado. Las Cortes Españolas han elaborado un importante número de disposiciones legales, y el Consejo Nacional, con el texto de un nuevo Estatuto Nacional del Movimiento, ha abierto un camino importante para la participación política, en el que llamo a todos a colaborar utilizando con entusiasmo las oportunidades que ofrecen los cauces abiertos para la manifestación del contraste de pareceres.

Los altos tribunales y cuerpos consultivos han tenido ocasión propicia para trabajar con intensidad e independencia. Nunca son más libres las instituciones que cuando son capaces de mantenerse al margen de pasiones violentas o disyuntivas  disociadoras. Y así, nuestro Tribunal Supremo, nuestro Consejo de Estado, nuestro cuerpos profesionales y nuestras comisiones de estudios y asesoramientos han tenido, un año más, ocasión de acrecentar su prestigio con manifestaciones notables de su experiencia, solidez y categoría intelectual.

A través de su conducta, las instituciones y los hombres que las sirven han de llegar a lo propuesto a favor de los intereses  comunes de la comunidad española, tanto en el presente como en el futuro. Cara a ese futuro, nuestra preocupación permanente ha sido fortalecer y perfeccionar las instituciones necesarias para consolidar la convivencia justa y ordenada de todos los españoles.

EL DESARROLLO ES UNA EMPRESA NACIONAL

En este propósito estamos seguros de que los esfuerzos que estamos realizando nunca serán estériles. Perfeccionaremos cuantas estructuras sean precisas para avanzar en el camino de la integración social, para que no se pierda la dimensión humana de nuestra economía y para que su desarrollo vaya acompañado del necesario progresar social, meta y objetivo al que han de subordinarse los planteamientos económicos de cualquier tipo.

Con este convencimiento previo hemos de entrar en los umbrales de nuestro Segundo Plan de Desarrollo Económico-Social.

El desarrollo no puede ser obra exclusiva de unos gobernantes o de unos técnicos. Es una empresa nacional en la que todos tenemos nuestro puesto y de forma muy destacada los trabajadores y empresarios españoles, que deben procurar armonizar sus intereses para, superando los naturales altibajos de un proceso económico expansivo, alcanzar las metas de mejora por todos deseadas.

Es necesario que el carácter de nuestro esfuerzo de elevación nacional sea claramente comprendido por las nuevas generaciones, las cuales recogerán los mayores beneficios de los empeños actuales. No abrigamos ningún recelo, ni podemos permanecer indiferentes, ante inquietudes muchas veces inspiradas en el noble afán de conseguir un mundo mejor; pero conocemos muy bien la dureza de la lucha política, la necesidad de preparación que exige nuestra época, para satisfacer las exigencias de eficacia en la administración de los asuntos públicos, la inevitable coordinación de los equipos técnicos, la rigurosa planificación de los proyectos, la utilización estricta de los medios materiales disponibles en los objetivos más precisos. Todo ello, sin necesidad de proponérnoslo, nos lleva a una exaltación de la disciplina, de la laboriosidad, del estudio y de la colaboración ordenada, si queremos de verdad llegar a poseer un país más rico, más justo, más culto y más poderoso.

LAS ALTERACIONES EN LA UNIVERSIDAD

Por ello, aun a conciencia del carácter minoritario de algún pequeño sector juvenil contagiado de las ideologías negativas o enrolado en el comercio de la subversión, no queremos dejar de señalar cuánto lamentamos sus errores, que aunque afortunadamente no alcancen las dimensiones trágicas que se dan en otros países, son suficientes para entorpecer el derecho de una gran mayoría de jóvenes y de sus familias a que la educación y formación profesional pueda desarrollarse con adecuado rendimiento. Sin embargo, esas alteraciones en la Universidad han servido para despertar la conciencia y responsabilidad en los medios docentes y la repulsa general de la Nación ante el espectáculo que le ofrecen quienes están llamados en el futuro a continuar el proceso de nuestro desarrollo.

Ello, no obstante, en nada disminuye la ilusión que todos ponemos, en mejorar día a día nuestras instituciones educativas. La elevación del nivel cultural de los españoles ha venido a constituir un clamor popular, al que prestamos todos nuestros recursos. Desde la ancha base de la formación primaria al plan de instalaciones educativas, se lleva a cabo una política de enseñanza sin escatimar medios docentes; en la universalización de la enseñanza media y su extensión a todos los españoles reside la base para multiplicar nuestros recursos económicos, científicos y convivenciales. La difusión de la cultura entre los españoles es la hermosa aventura que llegará insistentemente a todos los rincones de la patria. El reto de nuestro tiempo es la formación y la enseñanza y en ellas estamos emplazados con la esperanza firme de conseguir los más evidentes resultados.

EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD

Nuestro Estado, como siempre, está dispuesto a encauzar la convivencia de los españoles, cualquiera que sea su edad o profesión, para que los individuos, las familias y las regiones, los sectores económicos y los sociales más diversos continúen encontrando nuestra tradicional justicia, y seguridad. No descansaremos para crear un espíritu de confianza en nuestras instituciones, que están fundadas y concebidas para la creación y sostenimiento de un orden justo. Difundiremos estos valores asentándolos sobre el principio de autoridad, que constituye uno de los niveles más importantes de justificación del poder político en un estado. Sin autoridad no es posible la convivencia humana; sin mando y sin gobierno no se podría dar una sociedad equilibrada. Principio de autoridad que tiene una profunda base moral, lo que explica el que también nuestra Iglesia se haya visto en la necesidad de invocarlo en nuestros días.

LA DISCIPLINA ES NECESARIA

No estamos en verdad pasando tiempos fáciles. Y es el tiempo difícil el que exige mayor disciplina y orden para la revolución de los problemas. Si el mundo actual tiene planteadas graves cuestiones en todos los órdenes; si cada vez es más evidente la necesidad de luchar por la justicia, la libertad y la paz entre los hombres, no será con algaradas ni con alternativas de violencia social, ni con proclamas nihilistas, ni con actitudes incendiarias, como la humanidad verá llegar al mundo una era más justa, más libre y más pacífica.

Esta necesidad de orden y disciplina que es en principio universal, afecta aún más a las instituciones y especialmente a aquellas que representan un esfuerzo espiritual y moral capaz de ejemplarizar y orientar la vida de las gentes. Esas instituciones por su carácter tienen una responsabilidad especifica que las compromete ante Dios y ante los hombres. Por ello deben conservar una conciencia lúcida de los problemas para enfrentarlos con la serenidad y la profundidad que la humanidad espera de ellas.

La crisis del mundo se refleja, como no podía menos de suceder, en las relaciones internacionales. Hay actualmente numerosos puntos negros sobre los que se concentran los nubarrones de la discordia y del peligro de conflagración.

LA PAZ ECONÓMICA NOS DEBE TRAER LA PAZ POLÍTICA

La voz de nuestro pontífice, Paulo VI, se alza, una vez más, para la celebración de la jornada de la paz, dirigiéndose a los hombres de buena voluntad, a todos los responsables del curso de la historia de hoy y del mañana, a los guías, por tanto, de la política, de la opinión pública, de la orientación social, de la cultura y de las escuelas, a toda la juventud que surge con el ansia de una renovación mundial, clamando e implorando la paz como un deber, un deber insoslayable, un deber de los responsables de la suerte de los pueblos, un deber para todos los ciudadanos del mundo.

Pero para que todo esto pueda realizarse es necesario que se lleve a cabo una transformación profunda de las bases sobre las que descansan las relaciones económicas de las naciones. El mundo económico no tiene entrañas, es frío y especulativo. La paz económica nos debe traer la paz política, que evite el triste espectáculo  de que mientras en muchas regiones del mundo la población se muere de hambre, se acumulen en otra los excedentes de producción que podrían atenderles. Es necesario que desaparezca la tragedia de tantos pueblos subdesarrollados, a quienes los poderosos les hacen pasar por las horcas caudinas de su imperialismo económica.

EL SUPERÁVIT DE LAS GRANDES PAÍSES Y EL DÉFICIT DE LOS PAÍSES POBRES

El superávit de los grandes y potentes estados se nutre en general del déficit de las naciones económicamente débiles. Mientras los grandes estados luchan entre sí por el predominio en los mercados se agota la capacidad de compra de los dependientes. Una operación comercial es en sí un intercambio de productos o servicios; el que vende y no compra a su vez, genera el pago en divisas con merma de la capacidad adquisitiva de los pequeños.

Lo mismo que existe capitalismos nacionales en el interior de los estados, existe un capitalismo internacional sin freno moral que lo contenga. La revolución política no es posible sin que la preceda la revolución económica entre las naciones. Los pueblos no quieren limosnas, sino justicia.

La tensión en la Oriente Medio pone en peligro una de las zonas geográficas de mayor importancia mundial. Mantiene la inquietud de todos los creyentes sobre el destino de los Santos Lugares. Allí, en la cuna de la cristiandad, donde se proclamó la paz y el amor entre los hombres, se ensangrientan sus tierras con la discordia. Nuestro deseo es que se llegue pronto a una solución justa y equitativa que haga volver a esta región del mundo a las fructuosas labores de la paz que tanto necesita.

La tensión en el Mediterráneo constituye para nosotros un estado de cosas que, por afectarnos directamente, no puede ser contemplado sin inquietud. Queremos para este mar que baña nuestras costas  y las de tantos países amigos, una mayor tranquilidad, dispuestos a colaborar para la consecución de la misma. La voz de España debe ser escuchada cuando de los problemas del Mediterráneo se trata.

LO REPÚBLICA DE GUINEA

Nuestro país ha alumbrado en 1968 un nuevo Estado independiente. La República de Guinea Ecuatorial se suma así a la gran familia de los pueblos hispánicos. Este Estado, único de lengua española en el continente africano, llega a la independencia en paz y tranquilidad, conservando las más cordiales relaciones con nosotros y aprestándose a mantener con España una estrecha colaboración que le permita seguir el proceso de progreso en todos los órdenes iniciado ya bajo nuestra dependencia.

Mientras España cumple así sus compromisos internacionales, continúa pendiente el amargo e irritante problema de Gibraltar, que cada español estima como personal y propio. El consenso internacional ha sido claramente expresado, una vez más, por las Naciones Unidades, que han emplazado a Gran Bretaña para su solución.

Los que se obstinan en el mantenimiento de situaciones anacrónicas, recuerden que ni Gibraltar como núcleo de vida civil, ni Gibraltar como plaza fuerte, son hoy viables, ni en la paz ni en la guerra, sin la amistosa colaboración de España.

En este año que ahora termina, el mundo ha presenciado el incalificable forzamiento de que ha sido victima el pueblo checoslovaco. Ese tremendo ejemplo, como lo fue un día el de Hungría, debe servir para abrir definitivamente los ojos a los ilusos que pretendían hacer creer a los demás la existencia de una evolución interna del comunismo.

España ha seguido durante el año manteniendo una extensa red de amistosas relaciones con los más diversos países, como lo reflejan las pruebas de amistad y compenetración, tanto por los pueblos hermanos de Iberoamérica como los que forman el mundo árabe, mientras nuestras relaciones con los Estados Unidos siguen moviéndose siempre en un plano de amistad y cordialidad, que no excluye la defensa cortes y firme de las que creemos   razones legítimas y atendibles.

HOMENAJE A OLIVEIRA SALAZAR

He querido dejar para el final de este repaso de nuestra situación internacional una referencia a Portugal. El año 1968 nos ha traído el dolor de la grave enfermedad que ha aquejado al primer ministro del país vecino, doctor Antonio Oliveira Salazar, que hemos seguido intensamente. Confiamos en su restablecimiento y aprovechamos la ocasión para rendir homenaje a su insigne personalidad de hombre y de político excepcional, que ha marcado con su impronta la vida de la nación lusitana. Estoy seguro que el paso del tiempo agigantará su figura y su obra, no solamente en Portugal sino en el mundo, y que su pensamiento quedará definitivamente incorporado en los años futuros al acervo común de la cultura occidental. Nuestra amistad por el pueblo portugués nos hace expresar nuestros mejores deseos de éxito al nuevo presidente del consejo, doctor Marcelo Caetano, que ha tomado sobre sus hombros la continuación de la obra de Salazar.

Al terminar este rápido repaso a los acontecimientos del último año y a la situación del mundo y de España, quiero reiterar a mis compatriotas la absoluta necesidad de que nos dirijamos hacia el año que comienza con un espíritu de unidad, de concordia, de estrecha solidaridad entre todos los españoles, poniendo por encima de nuestras particulares preferencias el bien común de nuestro destino colectivo.

Yo os deseo a todos en este nuevo año las mejores bienandanzas individuales y colectivas. A todas las familias de España, a los servidores del Estado, a los trabajadores, a las amas de casa, a los jóvenes y a los veteranos os envió mi salud cordial, que es un saludo de comprensión, de confianza y de seguridad. Mantened vuestra fe, acrecentad vuestro esfuerzo, estrechad vuestra unidad y no tengáis la menor duda de que el año 1969, en el que se cumplirán treinta años de la paz española, nos conservará a todos lo que de bueno alcancemos y nos permitirá el coronar más altas metas.

¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.005. - España -

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