EN ESPAÑA AMANECE

     Ponéis en mis manos a España. Mi mano será firme, mi pulso no temblará y yo procuraré alzar a España al puesto que le corresponde conforme a su Historia y que ocupó en épocas pretéritas.

     Una revolución nacional ha cambiado la fisonomía de nuestro país, y en la España Nacional se ha establecido un régimen nuevo, que se basa en principios tradicionales y patrióticos, que son nervio de nuestra Historia, así como en los puros principios del derecho, y hay una garantía efectiva para la sociedad y para las relaciones internacionales de todo orden, reinando con una autoridad efectiva la tranquilidad y el bienestar. En la España roja nada queda de la legalidad pretendida; los extranjeros mandan los ejércitos, la anarquía reina en sus campos y ciudades, ninguna de las leyes fundamentales de la nación está en vigor: no se respeta ni la religión, ni la familia, ni la propiedad, y las organizaciones anarquistas y marxistas asaltan, roban, matan muchas veces con la complicidad del Gobierno.

     Como el caballo de Atila, el bolchevismo seca la hierba, y las ciudades sólo son ruinas, cobardemente calcinadas, y los campos son razzia y abandono. Pero nosotros sabremos reedificarlo todo. Si invocamos las grandezas de la España imperial, es porque nos mueven con sus ideales sus empeños de salvación y fundación.

  Juventudes

     Sois la más fiel expresión de la hidalguía española. Vosotros que no tenéis taras políticas, que estáis totalmente limpios de los pecados que llevaron a España a la situación caótica que sufrimos, seréis los verdaderos regeneradores de la Patria. Vosotros devolveréis a España su grandeza. Por eso, con toda la fuerza de mis pulmones grito con vosotros: ¡Arriba España!

     No queremos una España vieja y maleada. Queremos un Estado donde la pura tradición y substancia de aquel pasado ideal español, se encuadre en las formas nuevas, vigorosas y heroicas que las juventudes de hoy y de mañana aportan en este amanecer imperial de nuestro pueblo.

     Se recogerán los anhelos de la juventud española, y asistidos por la organización de la Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S., corresponderemos a los sacrificios de todos, formando la España unida, grande y libre que llevamos en nuestros corazones.

 

 Reconstrucción

     Ley de la Historia es que no puede realizarse ninguna empresa de cultura sin que se adelante la proeza de las armas. Pero a esta ley genérica, España ha sabido darle un matiz de característica hermosura, pues nuestros adelantados no han dejado nunca interponer distancia de tiempo entre el triunfo de la guerra y el orden del trabajo en la paz.

    Cuando con su Ejército vencedor de la fatiga llega Garay al Río de la Plata, desnuda en el aire la espada y planta luego un árbol en la ganada tierra para que a la sombra de las armas florezcan la primavera y la justicia. Movido por idénticos afanes, al ver que aquí, en el solar de origen, se destruía todo lo que fundaron con esfuerzo nuestros mayores y con la material destrucción de las ciudades la ley civil quedaba hollada por los suelos y todo era desorden y anarquía, el Ejército Español, sacando heroicos arrestos, desnudó su espada, y ya antes de que concluya esta guerra, al apurar las últimas etapas del triunfo, hemos plantado el árbol de la justicia para el pueblo; para un pueblo que, pese a las costosas necesidades bélicas, sin el oro robado y dilapidado por el enemigo, tiene abundancia de pan y exactitud de justicia, porque el Estado en armas vela por él.

     Mientras en el frente los soldados luchan y avanzan, en la retaguardia el obrero trabaja, el orden impera, la justicia actúa, la cultura se extiende y la producción, el comercio y la industria se desenvuelven y prosperan. El comercio exterior prosigue, nuestra moneda conserva su crédito, y el índice de la vida no ha sufrido la menor alteración.

     España se organiza dentro de un amplio concepto totalitario mediante aquellas instituciones nacionales que aseguren su totalidad, su unidad y continuidad. La implantación de los más severos principios de autoridad que implica este Movimiento no tiene justificación en el carácter militar, sino en la necesidad de un regular funcionamiento de las complejas energías de la Patria.

      En la España Nacional vamos a poner en práctica esa política de redención, de justicia, de engrandecimiento que años y años de los más diversos programas vinieron prometiendo, sin cumplir jamás sus promesas; las masas españolas que se rindieron a los fáciles halagos del extremismo izquierdista, del socialismo y del comunismo para acabar explotados y engañados, verán con meridiana luz que es aquí, en la España Nacional, en nuestro régimen, en nuestro sistema, dónde la aplicación de los principios y de las normas auténticamente justos van a tener amplia realización. Yo quiero que mi política tenga el profundo carácter popular que ha tenido siempre en la Historia de la política de la Gran España. Nuestra obra –la mía y la de mi Gobierno- estará orientada hacia una constante preocupación por las clases populares, por esas que se han llamado “clases bajas”, así como por la tristeza de la clase media. La victoria tiene que abrir a todos los españoles una posibilidad de bienestar mayor y de satisfacción más verdadera. Estamos batiéndonos por el pueblo de España; esto no es solamente una frase, sino un propósito que llevo desde el primer día de lucha en el corazón.

Año 1.936

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