ESPAÑA
IMPERIAL
En la prueba más difícil de la Historia, España ha acreditado que son
inagotables sus reservas espirituales y materiales. Nada ni nadie ha
podido detener a la España unida en su marcha segura al recobro de su
ser y su destino.
Creíase que España era un país en decadencia, y hemos visto cómo
ante el peligro en que se veía la Patria, sus hijos han acudido por
legiones a defenderla. Los acontecimientos de los últimos meses
muestran la vitalidad de España, tanto como los episodios de los últimos
años prueban su capacidad de resistencia ante vicisitudes que hubieran
bastado para hundir a otras naciones.
Es, pues, con seguridad de no equivocarme, que afirmo la proximidad de
un resurgimiento español sin precedentes desde nuestro Siglo de Oro.
Parece que el destino ha querido que los cimientos morales de nuestro
futuro Imperio se alcen precisamente sobre un Alcázar construído en
los días de nuestra máxima grandeza.
Nuestra lucha significa la salvación de Europa y que en ella aspiramos
a vivir días largos de paz, de una paz compatible con el honor de
nuestro nombre y la dignidad de nuestra Historia, que no puede
extinguirse nunca, porque son la base firme e inconmovible de España.
Soy apasionado creyente en la necesidad de que los países de nuestra
raza hagan valer en el mundo entero los ideales de la hispanidad, únicos
capaces de salvar a la Humanidad. La nueva España se forjará con los
ojos puestos en el porvenir, pero con los pies arraigados en la tradición,
es decir, unida por afinidades, así históricas como modernas, a las
naciones hispanas de América, al Brasil y a Filipinas, dispuesta a
colaborar estrechamente con ellas para el triunfo de una ideología que
substituya a los fracasados principios de la revolución. Alocución en Barcelona. 21 Febrero de 1.939.-
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