¡Continuidad!, ¡Continuidad! He aquí el gran designio.



        Llegan estas notas al capítulo final: acaso el más delicado de todos; probablemente el más sujeto a discrepancias; sin duda el que de manera mas directa Interesa al pueblo español o, por lo menos, al que suscita : más interrogantes: el propósito de continuidad del Régimen; el de la permanencia de la obra llevada a cabo; el de la marcha hacia el futuro por los caminos que trazó la que llamaríamos «España del 18 de julio de 1936». ¡Continuidad! ¡Continuidad! Absolutamente a ningún otro tema dedicó Franco tanta meditación y tantos afanes como a éste. A medida que el paso de los años iba cancelando, o cuando menos atenuando, otras preocupaciones; y el lanzamiento del país hacia el desarrollo se convirtió en una fuerza victoriosa, en una marcha segura e irreversible, los temas o motivos que ocuparon el pensamiento y el ánimo de Franco fueron éstos:

1. ¡Paz interior y orden público.

2. Problemas entre la Iglesia Católica y el Estado español.

3. Renovación y recreación de la Universidad.

     El propósito de encaminar la victoria de 1939 hacia la institución ,de una monarquía y de designar para la Jefatura del Estado un sucesor a título de Rey, ha obedecido esencialmente a la profunda convicción monárquica de Franco. Ya en la carta que escribió al director de «A B C» para desmentir la noticia de haber sido nombrado por el Gobierno provisional de la República alto comisario en Marruecos, declaró su fidelidad a los sentimientos monárquicos.

     Una vez la guerra civil en marcha, no dejó de reiterarlos aprovechando ciertas ocasiones que las circunstancias le brindaron. Así, la carta que le dirigió Su Alteza Real Don Juan de Borbón pidiéndole autorización para incorporarse al crucero «Baleares» (7 de diciembre de 1936) dio pie a una respuesta negativa (7 de enero de 1937), porque «la singularidad de vuestra persona no permitiría el que ;pudiera servir bajo el sencillo título de oficial, pues el entusiasmo de unos y las oficiosidades de otros habrían de dificultar tan noble propósito; sin contar con que el lugar que ocupa en el orden dinástico y las obligaciones que de él se derivan, imponen a todos, y exigen de vuestra parte, sacrificar anhelos tan patrióticos como nobles y sentidos al supremo interés de la Patria».

      El 18 de julio de 1937, en el primer aniversario del Alzamiento, el marqués de Luca de Tena le pidió una declaración para el número extraordinario que preparó el «A B C » de Sevilla, y en ella afirmaba:

«Don Juan de Borbón, de cuyo talento, discreción y simpatía tengo el más alto concepto, ya intentó aproximarse al frente, a primeros de agosto, y hubo que rogarle que saliera de España, por razones fácilmente comprensibles. Posteriormente me ha escrito alegando su carrera de marino, comenzada en España y terminada en Inglaterra. Solicitaba de mí el mando de un barco de guerra, acorde con su graduación, y se comprometía, para evitar posibles conflictos, a no desembarcar nunca ni recibir a bordo ninguna visita. Pero yo no puedo acceder a sus deseos. Mi responsabilidad es muy grande y tengo el deber de no poner en peligro su vida, que algún día puede sernos preciosa.
Debo tener en cuenta, además, que actual- mente ,hay dos bandos de españoles en guerra, uno de los cuales está influido por tenebrosos poderes internacionales y esclavizado por el látigo de los rusos. Pero ya los echaremos del todo, y cuando en España no queden más que españoles, si alguna ,vez en la cumbre del Estado vuelve a haber un Rey, tendrá que venir con el carácter de pacificador y no debe contarse en el número de los vencedores

       Los problemas suscitados por la sucesión monárquica comenzaron a complicarse en el momento mismo en que se pudo advertir con toda claridad la pugna entre los postulados franquistas y las actitudes de quienes consideraban que la victoria militar del 1 de abril de 1939 debía dar paso inmediato, o por lo menos muy rápido, a la restauración de la Monarquía de Don Alfonso XIII, cuyo hijo Don Juan pasó «a encarnar la institución monárquica» merced al acto de renuncia firmada el 15 de enero de 1941 por Don Alfonso, en Roma.


BIOGRAFÍA

SIGUIENTE