Director de la Academia

 General de Zaragoza.

 

            Como general, su destino inmediato era el mando de una de las Brigadas de Madrid; la formada por los Regimientos del Rey y de León. Alguna vez ha dicho Franco:

- Los dos mandos realmente interesantes, para un soldado, son el de capitán y el de coronel.

            ¿En qué consisten, efectivamente, las responsabilidades de un brigadier, allá donde hay dos coroneles para los dos Regimientos?

            Parecerá haberle llegado a Franco la ocasión de la vida fácil y del apacible descanso. Pero como, por lo visto, no había nacido para el reposo, intensificó una actividad para la que en Marruecos le faltó tiempo: el estudio. Con su firme voluntad de siempre se entrega a la lectura reiterada de libros relacionados con el Derecho Político, la Economía y la Hacienda Pública.

            A propósito del gusto de Franco por el estudio no deja de ser interesante la siguiente anécdota que escuchamos, más de una vez, de labios del general Beigbeder.

            Siendo comandante en Tetuán, tenía nuestro biografiado amigos y compañeros llegados a él por lazos de estrecha amistad. Al término de una jornada de combate en el campo o de las tareas de entrenamiento y organización en los acuartelamientos, solían reunirse todos en uno de los cafetines de la plaza de España. Allí, consumiendo unos vasos de té moruno, comentaban las incidencias que les habían interesado de un modo especial y pasaban revista a los temas principales sobre la acción del Ejército en el Protectorado. Advirtieron un día que el comandante Franco no asistía a la tertulia del café; y llevándose de ciertas interpretaciones propias de los años jóvenes, dieron en imaginar que algún devaneo, más o menos clandestino, le alejaba ocasionalmente del grupo y le consumía las horas del atardecer. Así se lo dijeron al propio interesado, el cual, siguiendo las normas de su carácter, se negó a poner en claro aquello que sus camaradas creían ser una aventura picante y un poco misteriosa. Como no lograban romper el silencio del interpelado, encomendaron a Beigbeder, capitán a la sazón, que montara un pequeño servicio de información y practicara las averiguaciones convenientes. Púsose Beigbeder al trabajo en una tarea de amistoso espionaje. Un día, cerca del anochecer, siguió los pasos del comandante. Tomó éste cierta calle de la encantadora Meina o barrio moro de Tetuán, y entró en una casa mora. El "vigilante" pensó: "¡Aquí está el secreto! Alguna morita de buen ver!". Contaba el "espía" con la sorpresa. Pero ésta se volvió contra él, porque el jefe de la primera Bandera de la Legión, luego de todo un día de tiros, estaba dando lecciones de árabe con una especie de barbudo patriarca musulmán. ¡Qué desilusión para los oficiales y jefges de rompe y rasga!

            En el curso del año 1927, el general Primo de Rivera, que había concebido el proyecto de crear una Academia General Militar donde los cadetes convivieran durante unos años y cultivaran una hermandad de todas las Armas y de todos los Cuerpos, pensó que nadie podría dirigirla con más acierto que el general Franco. Se lo comunicó así . Trató éste de declinar tan gran honor; y señaló el nombre de Millán Astray. El Dictador insistió en que el primer director del gran Centro fuese aquel soldado inolvidable de Xauen, de Xeruta, de Tifaruin, de Cobba Darsa, de Tizzi Assa, de Alhucemas. Como tampoco se avino a que la Academia General se instalara en El Escorial, según quería Franco. Había decidido que los cadetes estudiarían y se formarían en Zaragoza.

            Andando los años, alguna vez comentó nuestro biografiado:

- Si hubiésemos estado en El Escorial acaso habrían podido cambiar algunas cosas. A mí me hubiese sido fácil presentarme el 12 o el 14 de abril de 1931 en Madrid, al frente de los cadetes, e influir, quizá, sobre las circunstancias que determinaron la expatriación de Alfonso XIII.

Porque cumple hacer constar que ya en aquellos años, dos de los grandes sentimientos de afecto y de fidelidad de Franco (que nunca sufrirían mengua) fueron la respetuosa devoción hacia la persona del Rey y el cariño y reconocimiento hacia el general Primo de Rivera.

Al cabo de un plazo muy corto, la Academia estuvo preparada para iniciar el primer curso. «este mismo año -dijo Franco en enero de 1928- convocaremos los exámenes de ingreso, y en octubre abriremos las clases».

Con los libros de texto recibieron los primeros alumnos un "Decálogo del Cadete", que reproducimos. Los mandamientos son éstos:

1.- Tener un gran amor a la Patria y fidelidad al Rey, exteriorizándolo en todos los actos de la vida.

2.- Tener un gran espíritu militar, reflejado en su vocación y disciplina.

3.- Unir a su caballerosidad un constante celo por su reputación.

4.- Ser fiel cumplidor de sus deberes y exacto en el servicio.

5.- No murmurar jamás, ni tolerarlo.

6.- Hacerse querer de sus inferiores y desear de sus superiores.

7.- Ser voluntario para todo sacrificio, solicitando y deseando siempre ser empleado en las ocasiones de mayor riesgo y fatiga.

8.- Sentir un noble compañerismo, sacrificándose por el camarada y alegrándose de sus éxitos, premios y progresos.

9.- Tener amor a la responsabilidad y decisión para resolver.

10.- Ser valeroso y abnegado.

El 5 de octubre de aquel año se celebró la inauguración, bajo la presidencia de don Miguel Primo de Rivera. El general-director pronunció un discurso que todos sus compañeros han calificado de inolvidable. Era un resumen histórico de la labor desplegada por las Academias anteriores, y una lección de moral militar. Terminó con estas palabras:

"No es la vida militar camino de regalo y deleite. Como os hemos anunciado, encierra grandes penalidades, trabajos y sacrificios. Gloria, también. Mas, como las rosas, tiene sus espinas. No olvidéis que quién sufre vence; y ese resistir y vencer de cada día es la escuela del triunfo; mañana, el camino del heroísmo".

Así comenzó sus tareas la Academia de Zaragoza, en la que el espíritu de Franco lo fue todo, o casi todo; estimulo de los arquitectos, impulso de los obreros, ejemplo de modestia en lo que toca a la instalación que para sí mismo reservó el director, espuela de todas las voluntades, animación del ambiente, mando inmediato de los cadetes, porque con ellos salía a los ejercicios campestres y a los supuestos tácticos en los montes de las provincias de Zaragoza y Huesca. Abolió viejos y caducos métodos de enseñanza y creó otros nuevos. Los primeros profesores se llamaban Monasterio, Yeregui, Esteban Infantes, Berdejo, Sueiro, Alonso Vega, Franco Salgado, Barba Hernández, Rubio, Fernández Martos, Olagüe, Otaolaurruchi, Pimentel, Gotarredona, Vicario, Aymerich, Panero, Rivera de la Portilla... Quizá algunos más que en este instante no vienen a nuestra memoria. El primer subdirector fue el coronel Campins.

¡Cuántos y cuán dramáticos recuerdos!

En aquel mismo año 1928 se confirmó la concesión de la segunda Medalla Militar, y el 4 de junio de 1929 se la imponía el Rey. Una Real Orden de 14 de noviembre recordaba cómo siendo Franco teniente coronel jefe del Tercio, se había pedido para él esta segunda Medalla de tan alto rango «por su actuación en los combates librados desde el 23 de septiembre al 16 de diciembre de 1924, destacándose de modo notable en el episodio del barranco de Xeruta, en que acudió con sus fuerzas en auxilio de la columna de Dar Akobba, cortando la retirada del enemigo; así como en el bosque de Tenafet, donde por su serenidad, acierto y prontitud en organizar un flanco defensivo, permitió el paso de la columna y del convoy. Merced a sus extraordinarias dotes de mando y a su sereno valor, e igualmente a la pericia con que manejó los diversos elementos a sus ordenes, y a sus iniciativas acertadísimas, se salvaron muchas situaciones difíciles». Visitas oficiales del Rey, del Príncipe de Asturias y de personalidades extranjeras celebraron el éxito de la nueva Academia. Una de estas personalidades fue el ministro Maginot, titular del Ministerio de la Guerra en Francia, que dio el nombre a la famosa línea defensiva del Este francés. El Gobierno de la nación vecina otorgó a Franco la Legión de Honor. Por aquel tiempo, Franco asistió a un curso especial en la Academia Militar de Estudios Superiores de Francia.


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